04. «Acompáñame».

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("Acompáñame")

El desesperante sonido del teléfono hace que abra los ojos de golpe. Con pesadez, me levanto de la cama y camino con lentitud hacia la sala, el timbre del teléfono sigue sonando con insistencia y yo no puedo hacer más nada en ese momento más que odiar aquel sonido.

Descuelgo la llamada y aún dentro de mi somnolencia, me restriego los ojos.

—¿Umm?

—No me digas que te acabas de levantar, Eira— me reprende mamá desde el otro lado de la línea. Ruedo los ojos por lo común de su regaño. Nunca se cansa.

—No, mamá, claro que no— miento.

—No me mientas.

—No te miento— digo, cerrando los ojos y apoyando la cabeza sobre la pared.

Qué sueño tan pesado tengo, Dios.

—Como sea, te tengo un trabajo— anuncia, cambiando su tono serio a uno emocionante.

El haber vivido gran parte de mi vida con mis padres me había hecho saber qué podrían significar cada una de sus aciones y palabras, y la emoción tan repentina que había tenido esta mujer solo podía significar dos cosas; algo malo o algo bueno. Así de simple.

Hago una mueca y reprimo un quejido, porque normalmente, cuando ella usa este tipo de voz, las noticias suelen ser malas, y no para ella, sino para mí.

—No quiero nada de quejas, señorita— advierte. No le digo nada, así que luego de un par de segundos, sigue—. Anna, mi amiga ¿te acuerdas de ella?— hago un sonido para indicarle mi afirmación hacia su pregunta.

Anna, como ha dicho, es una de sus tantas amigas de la preparatoria, y a pesar de no haberla visto aún en persona, todas las anécdotas que me contaba mamá sobre ella son más que suficientes para conocerla—. Hará un pequeño evento dentro de una semana, y adivina.

—Nunca adivinaré, mamá— le digo, somnolienta.

¿Por qué diablos me acosté tan tarde anoche?

—Eres una aguafiestas, que lo sepas— ella suelta un suspiro antes de seguir—. Me ha pedido que te dijera si podías ayudarla con los preparativos.

—¿La comida?

—Sólo la parte de los postres y los dulces, hija—aclara.

No me sorprende su noticia, desde pequeña siempre me he interesado por la cocina, sobre todo en la parte de repostería. Había tenido pequeños trabajos en varios bufetes y había ayudado en varias fiestas. Esto, para mí, es pan comido.

—Dile que sí, mamá. Que me mande la lista de los postres que quiere y se los llevo el mismo día, por cierto, ¿cuándo es?

—El sábado de la otra semana—anuncia.

Asiento, aún así sabiendo que no puede verme.

—Está bien, los tendré hechos para esa fecha.

—Gracias, hija, Anna estará contenta— se escucha un murmullo del otro la donde la línea—. Anna dice que estás invitada y que, si quieres, puedes traer a alguien.

Dulce Error ©Where stories live. Discover now