00. ║ PRINCIPIO Y FIN

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PRÓLOGO: PRINCIPIO Y FIN


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— Nadie puede atravesar las murallas. No, nadie lo hará —la voz del Rey Aerys II se escuchaba suavemente mientras las puertas del Salón del Trono eran cerradas.

La princesa Elia Martell caminaba con una mano cubriéndose la boca y otra sobre el inicio de su estómago. Se arrepentía de haberse acercado a aquel salón, no habían pasado desapercibidas ante sus ojos las manchas secas de sangre sobre el piso, manchas que recordaban la atrocidad que el rey dragón había cometido y seguía cometiendo contra aquel que consideraba su enemigo.

Fue ahí en donde cometió la crueldad hacia los Señores del Norte. Dicho suceso había ocurrido meses atrás y como cada vez que recordaba lo que las doncellas y caballeros comentaban sobre la muerte de Rickard y Brandon Stark, su estómago se revolvía y su sangre se helaba.

Con pasos apresurados, la princesa dorniense se dirigió al jardín del castillo. Inhalaba y exhalaba constantemente para calmar los latidos de su corazón, sus ojos oscuros observaban el exterior. Su vista terminó dirigiéndose al Mar Angosto, imaginando lo que se sentiría navegar en él, el viento removiendo sus oscuros cabellos, la salada agua salpicando en su rostro y la sensación de libertad que añoraba desde que había llegado a la Fortaleza Roja.

Sería libre como Oberyn. Pensó, imaginando que hubiese sucedido si ella y el príncipe Rhaegar no estuvieran casados.

Elia Martell salió de sus pensamientos al sentir un fuerte dolor en su vientre, soltó un ligero grito llevando su mano a su hinchado estómago. Su salud no era la mejor y en su condición se volvía más frágil.

— Princesa —una de sus doncellas la llamó con voz preocupada al ver su mueca de dolor acercándose y haciendo que se apoye en ella.

— Estoy bien, estoy bien —repetía respirando con cierta dificultad— Estoy bien. Solo debo descansar.

Con ayuda de uno de los guardias, la princesa fue llevada a su dormitorio seguida de su doncella, quien le decía palabras para tranquilizarla. Una vez en el dormitorio, el maestre Pycelle no tardó en llegar, seguido de la Reina Rhaella.

— Me temo que el bebé podría llegar en los próximos días —habló el maestre luego de revisar a la princesa, lo dijo en un pequeño susurro dirigido a la reina.

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