CAPÍTULO 8.

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Me desperté a las cuatro de la tarde, me levanté y cogí uno de los libros que estaba en la pila, guardando los demás en mi armario. Lo dejé encima de mi cama mientras me ponía unos leggins, una camisa y un fular, me hice un moño y cogí el libro, dirigiéndome a la cafetería. No estaba allí, así que la esperé mientras tomaba mi desayuno y mi comida juntos, un pincho de tortilla  y un batido de chocolate. Mientras tragaba de mi batido, llegó ella, con el pelo recogido en una coleta, una camisa blanca con pinchos en los hombros, una falda alta y corta, medias de encaje y sus Martens negras de siempre. Casi no llevaba maquillaje y se podían ver la verdadera profundidad de sus ojos mezclado con la mirada que tenía. Se pidió un batido, como no, para llevar y se sentó en mi mesa pidiéndome permiso.

- Siento lo de ayer, no tenía tiempo, pero hoy tengo todo el tiempo del mundo para ti.- Bebió un sorbo corto de su batido, y se relamió los labios lentamente.

- Tengo algo para ti, pero tienes que cerrar los ojos.- En cuanto cerró los ojos, saqué el libro envuelto y lo puse frente a ella en la mesa.- Ya puedes abrirlos.

Al ver el envoltorio se quedó extrañada, no entendía nada, abrió cuidadosamente, apartando lentamente el celo, y sacó el libro, se le pusieron los ojos llorosos, y una sonrisa diferente a cualquiera que le había visto, entonces me miró, y se lanzó a abrazarme, no lo había hecho nunca  antes, al principio me quedé paralizada, pero cuando reaccioné, le abracé fuerte y sin querer soltarle.

- No me lo puedo creer, iba a ir mañana a comprármelo.

Me podría imaginar su cara al ver que no quedaba ningún libro, pero se los iría dando poco a poco. Ella me miró y cogiendo su batido y el mío, me sacó de allí. Fuimos al parque en el que estuvimos la otra vez, estaba repleto de hojas caídas por el otoño, el viento las movía, creando círculos con sonidos de hojas secas, y paisajes preciosos. Fuimos paseando por los caminos cubiertos de hojas y ramas, sin decir nada, mirándonos cada poco y bebiendo de nuestros batidos.

- ¿Por qué me lo has comprado?- Se paró en seco, nos pusimos de frente, parecía que todo el mundo se había parado a la vez que nosotras.

- Me hablaste de los libros, me dijiste que te comprabas cada uno, y he pensado que para que no se agoten, ir dándotelos uno a uno, pero antes tienes que leerte este diez veces seguidas, y así con cada uno.

Me acarició la mejilla, y luego el cuello, suavemente, con su piel de porcelana y cada milímetro de su mano recorriendo un pequeño cacho de mi cuerpo. Separó nuestros cuerpos, se encendió un cigarro, y me pasó el humo, pero esta vez, haciendo rozar por un segundo nuestros labios, notando como sus labios agrietados rozaban los míos, el humo pasaba desde su boca a la mía, sin absolutamente nada de por medio, y ella me miró mientras echaba el humo y me evadía de todo mientras le miraba.

Llegamos hasta la puerta de la cafetería un rato después, y allí nos separamos, haciéndonos rozar nuestras manos inconscientemente, cada una por su camino, sabiendo que otro día más, íbamos a volver a juntarnos.

Ella. [parte 1]Where stories live. Discover now