Prólogo

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—¿Qué diablos es esto? —musitó con confusión después de haber leído el papel que tenía entre sus manos.

Sintió una enorme presión en el pecho mientras arrugaba con nerviosismo la hoja.

¿Qué estaba pasando? ¿Era una broma?

No. Dudaba que Eren le hiciera esa broma de muy mal gusto. No eran tan cercanos pero su compañero sabía muy bien que no le gustaba jugar con esas cosas.

Lo primero que se le ocurrió hacer fue agarrar su teléfono y marcarle al castaño. Nunca había esperado con tantas ansias escuchar su voz desde el otro lado.

"¿Hola?", era todo lo que esperaba.

Sentía un nudo en la garganta, quería contestar inmediatamente cuando éste le preguntara por qué lo llamaba.

"Hola, Eren.", era todo lo que quería decir.

Pero solo sonaba el repetitivo sonido de espera.

"Me llegó una carta. No sé por qué. Quería saber si estabas bien. Es extraño, en la carta dice que..."

Sin embargo, solo recibió un robótico mensaje de la contestadora.

No podía estar pasando esto.

Decidió llamarlo otra vez. Pero no hubo respuesta alguna de él. Por lo tanto, agarró sus llaves y salió de su hogar. Se adentró a la oscura y fría noche mientras montaba la bicicleta que su tío le había regalado y que odiaba tanto. No obstante, en estas situaciones no importaban sus disgustos, Levi sentía que tenía el corazón en la garganta y solo pensaba en hablar con Eren.

¿Y si todo era un malentendido?

Sí, sí, eso debía ser.

Se avergonzaría un poco por ir de repente, pero no podía negar que estaba intranquilo y lo único que deseaba era confirmarlo. Tocaría el timbre y lo más seguro era que Eren le abriera, después de todo, el menor solía contarle que su padre pasaba la mayor parte del día en el hospital al ser médico. Además, él solía ser muy distraído. En los ensayos, siempre olvidaba su celular en su asiento y luego volvía por él. Incluso una vez olvidó su violín.

Sonrió al recordarlo.

Sintió fría toda la cara. Después de todo, parecía que el viento lo estuviera acariciando, o tal vez empujando, con lástima o con impedimento. Había salido desabrigado pero aún así hasta sus manos sudaban por lo intranquilo que se encontraba.

"Eh... me llegó una carta. Seguramente no fuiste tú, pero quería saber si estabas bien. Ya sabes, pudo habermelo mandando alguien más, ¿estás bien?", practicó mentalmente lo que le diría en cuanto llegase para no quedar como un tonto.

No. ¿Realmente le diría eso? Quedaría absolutamente como un tonto. Aunque, no podía mentirle, era mejor decir las cosas de frente, sin importar que haya dejado la carta en la mesa de su sala y sea difícil de creer.

"En la carta decía que..."

Pedaleó con todas sus fuerzas. Olvidó el dolor físico alguno en ese momento.

"Vaya, que extraño. No sé por qué te llegó algo así. Debe ser una equivocación.", esperaba escuchar con su dulce voz.

"Claro, que tontería, ¿no?"

¿Por qué sentía que sus piernas eran más lentas de lo normal justo esa noche?

"Definitivamente. Olvida cada letra de esa hoja. Que absurdo."

No importaba nada más en ese momento. Levi anhelaba verlo y escuchar esas palabras de él. Sin embargo, se detuvo en seco en cuanto vio una ambulancia afuera de la casa de Eren Jaeger. Unos fuertes alaridos provenientes de una rubia mujer acompañaban la escena; era la madrastra de Eren. Un hombre alto y de cabellera larga se acercó a ella para abrazarla; era el señor Jaeger. Los paramédicos empezaron a entrar a su casa.

¿Qué estaba pasando?

Sin moverse, empezó a mirar todo el lugar hasta darse cuenta de que muchos de sus compañeros de la orquesta se encontraban rodeando la situación desde lejos, como él. Todos lloraban, incluyendo a Mikasa Ackerman, quien era mejor amiga de Eren, que se encontraba en el suelo mientras era consolada por Armin Arlert. Sin embargo, su mirada se detuvo en Isabel Magnolia, que era muy cercana a Eren por ser su compañera de atril en la fila de segundos violines. La pelirroja miraba la escena con asombro, pero era la única que no estaba llorando. En cuanto se percató de que Levi la observaba, se le quedó viendo también. Isabel tenía una expresión asustadiza. Levi, por su parte, la miraba con seriedad y desconfianza.

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