Cuarta Parte

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—¡Guau! ¡Aquí están todos! —dijo Emiliano con emoción.

—Es verdad —señaló Yael tomando uno de la repisa—. Están hasta los que salieron hace un tiempo en otros países y aquí no.

—Muy bien pero mejor devuélvelo a su lugar —sugirió Nath.

Otra vez escucharon un grito, pero a diferencia del anterior esta vez no fue de alegría, sino de terror. Luego de un silencio momentáneo escucharon un murmullo que se asemejaba a unas risas malignas.

Los tres chicos corrieron a toda prisa hacia el pasillo de las muñecas y las tres chicas estaban paradas, pálidas, atónitas y solo señalaban hacia los estantes. Las muñecas habían cambiado. Todas estaban sucias y sangrando de la cara. Muchas ya no tenían ojos, sus cabezas giraban locamente dando vueltas. Otras movían los ojos, abrían la boca. ¡Y se estaban moviendo, iban hacia ellos! Retrocedieron unos pasos atrás y toparon con otra de las repisas que de igual forma las muñecas y otros juguetes estaban iguales.

Los seis estaban totalmente aterrados con lo que sus ojos estaban viendo, dieron la vuelta para tratar de huir, pero varias de las muñecas se les aventaron encima manchando a algunos con sangre en el rostro y ropa.

¡Ahhh! Todos corrieron despavoridos, los juguetes y demás venían detrás de ellos. A unos metros estaba la puerta de la tienda del lugar, pero, afuera se había vuelto de noche.

Salieron totalmente aterrorizados y llegaron a donde estaba el resto de la gente, ahí se toparon con el Sr. Miguel.

Corrieron hacia él.

—¡Pero, chicos, están pálidos! ¿Qué les pasó? —preguntó.

Los chicos se miraron entre sí, pero dudaron si valía la pena decirlo; no sería fácil que les creyeran.

—Es que... es que... —trató de decir Emiliano.

Ivanna lo interrumpió.

—Es que se nos hacía tarde para ir a cenar y... tenemos miedo que nos regañen por no estar ahí con los demás del equipo —explicó, nerviosa.

—Ah, pensé que vieron un fantasma —El Sr, Miguel soltó una ligera carcajada—. Pero díganme, ¿dónde se ensuciaron y se mancharon con pintura azul?

Los chicos se miraron entre sí llevándose una increíble sorpresa: ¡La sangre con la que supuestamente se habían manchado por las muñecas era pintura azul!

No supieron que contestar, pues todos estaban muy sorprendidos y aún con el susto de lo sucedido. Todos regresaron a sus habitaciones sin mantener ningún instante sin cuestionarse por lo que habían vivido.

—Por favor recuérdenme nunca volver a hacerme pasar por caza misterios —dijo Emiliano, decidido mientras se acostaba en su cama.

—Te daré un zape si la próxima vez lo intentas —respondió Nathan desde su cama a lado suyo.

—Yo te sigo, y fue una pésima idea y un día totalmente extraño —agregó Yael dando un profundo suspiro de alivio.

En la otra habitación las chicas se preparaban para dormir de igual manera.

—Para ser este un hotel con nombre de campamento de lujo tiene una muy buena atracción —dijo Sophie.

—Gracias, todo por seguirte la corriente... —le dijo Ivanna con sarcasmo—. Yo no quería entrar y menos acercarme a ese lugar.

—Es que fue extraño, todo estaba bien y de repente se empezaron a mover —aclaró Pau mientras iba a su cama a acostarse.

—Lo vimos todos, no hay duda.

—Creo que eso de disfrutar nuestra estancia fue muy literal —Pau soltó una ligera carcajada.

—Ni que lo digas —Sophie se acercó a su buró y apagó las luces.

Todos pasaron la noche tratando de dormir, pero el horroroso recuerdo de la experiencia no los dejaba lograrlo. Pasó toda la noche hasta que amaneció.

Al día siguiente empacaron nuevamente sus cosas y las llevaron al carro. Antes de irse pasaron a la recepción con el Sr. Miguel.

—Muchas gracias por aceptar la invitación y por su magnífica presentación de ayer —dijo él—. Todos estamos encantados.

—Nosotros muchísimo más, créanos —aclaró Emiliano con una fingida sonrisa.

—Espero la próxima vuelvan una vez más para divertirse más, también para que pasen otra relajante noche y no solo cantar.

Todos se miraron, nerviosos.

—Claro que sí, muchas gracias —dijo Paula—. ¿Verdad chicos?

—¡Sí! —respondieron al unísono entre risas, aunque en el fondo solo escuchar eso les causaba nervios y cierto terror por lo ocurrido.

Subieron al carro y partieron de ahí, desde las ventanillas vieron al Sr. detrás de su ventana de la recepción despidiéndose con la mano, todos hicieron lo mismo hasta que de repente se dio la vuelta y tomó a una muñeca, idéntica a las que vieron la noche anterior, tomada de las manos y agitándolas mientras el Sr, Miguel esbozaba un gesto de satisfacción y una mirada burlona y terrorífica. 



El Campamento de Juguetes (LemonGrass / Historia)Where stories live. Discover now