Capítulo 27: "Sólo un poco más."

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—No puedes mantenerla bajo tu protección por siempre, tarde o temprano se darán cuenta

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—No puedes mantenerla bajo tu protección por siempre, tarde o temprano se darán cuenta.— dejo las vendas y volteo a verla. Entre cierro los ojos en su dirección.

—No dirás nada, ¿Verdad?.— ella sonríe. Se levanta de la roca en la cual estaba sentada y me observa a los ojos fijamente.

—Claro que no, ella no me cae bien pero tu sí, después de todo me ayudaste cuando nadie más lo hizo. Estoy en deuda contigo, Adam.

—Está bien, Maia.— me guiña un ojo.

  Vuelvo mi vista a la chica que se encuentra dormida en la mesa de piedra, sus manos y piernas están atadas a la mesa, yo mismo tuve que atarla; por lo que no están tan ajustadas. Sigo con mi trabajo. Ya le quité la flecha que tenía clavada, María a veces suele pasarse de la línea, estoy seguro de que ahora fué a propósito para dejarla más dañada de lo que debería.

  Sigo con las vendas y las ajusto lo necesario como para que no lo sienta muy fuerte ni muy flojo. Una vez termino, guardo todo en una pequeña caja de plástico. Creo que así Anna se recuperará. Me aseguré de desinfectar bien la herida.

—Un trabajo demasiado impecable.— dice Maia.

—Quiero que se recupere.

—No deberías decirlo en voz alta, alguien podría escucharte.— ríe.

  Niego varias veces, a pesar de que no sea mi persona favorita, tiene razón.

  Como si los hubiéramos invocado, a los poco minutos un guardia viene a la "habitación". Camina hacia Anna, y luego se gira a verme.

  Es alto, pero aún así debo agacharme un poco para verlo directamente a los ojos.

—El señor Antonio quiere saber el estado de la rehén.— suelta directo.

—Está un poco mejor, sigue débil pero despertará en un par de horas.— conservo mi aspecto neutral en cada palabra.

  Él es inteligente, si muestro si quiera un poco de interés o preocupación por ella, nada bueno me espera; en especial a ella.

  El guardia asiente en señal de afirmación. Se dirige hacia Maia e intercambia unas palabras con ella, seguramente es por el sujeto rubio. Luego de unos segundos voltea a verme.

—Buen trabajo.— después de decir éstas palabras, se marcha con Maia dejándome sólo con Anna.

  Miro el techo, suelto un suspiro.

—Luna...— dice Anna, su voz sonó débil, pero logró decir algo.

  Camino hacia ella, la observo. Sus gestos no son nada agradables, parece tener una pesadilla.

—Lína...— una lágrima cae de su mejilla. Se mueve inquieta, intenta patalear.

—Antonio... Gael...— suspira con pesadez. Más lágrimas bajan, sin embargo después de unos segundos deja de hacerlo. Vuelve a su estado anterior, serena y sin gesto alguno en su rostro.

  Gael...

  Estoy seguro que había otro sujeto luchando contra él en el momento que Antonio ordenó la retirada. Mientras nosotros nos íbamos con nuestro objetivo cumplido, otros tuvieron que quedarse para evitar que nos siguieran. Gael y el otro lobo dieron un combate bastante impresionante a mi criterio, pero me pareció demasiado extraño al verlo irse.

  Es como si él hubiera salido huyendo, dejando sólo a su compañero... O sea cual sea la relación que tenga con Gael.

  El rubio puso resistencia por un rato más, según lo que me contaron ya que no estuve allí después de que el lobo se fué, hasta que finalmente lograron inmovilizarlo.

  Ahora permanece en uno de los calabozos subterráneos, Antonio así lo ordenó.

[...]

—Todo está saliendo muy bien.- deja las hojas viejas que tiene en la mano. Voltea a verme.— ¿No te da gusto?.

—Por supuesto que sí señor.— respondo. Antonio sonríe con satisfacción.

—Por fin, por fin veo que todo está saliendo como lo planee en un principio. Tantos años de espera valió la pena. Fueron dos oportunidades perdidas, y como quien dice; la tercera es la vencida. Miller es la tercera en éste caso.— dice.

  Asiento, para nada estoy de acuerdo, pero esos son pensamientos que tengo que guardarme sí o sí. Aunque tengo intriga, ¿Quién fué la segunda?.

—¿Me podría recordar quién y por qué la segunda falló?.— pregunto. Él saca de su gabardina una caja de cigarrillos, la abre y toma una. Chasquea sus dedos y en ellos se prende una pequeña llama, con la cual prende el cigarro. Observa el sol ocultarse con la mirada perdida.

—Buena pregunta, no hará daño recordar el pasado.— se lleva dicho objeto a la boca, inhala y luego exhala.— Alessia; casi de la misma edad que Anna Miller. Con la diferencia de que ella era una humana común y corriente, no era una loba. Al principio creí que sería un conector más que perfecto, pero luego me di cuenta de mi error. Ella no me serviría para nada, ya habíamos tenido más de un encuentro. Sin embargo la dejé libre, luego en unos años se convirtió en la nueva Diosa Luna al renunciar a su cuerpo físico.

—¿Qué hay de su hermano?.

—Por lo que sé, la anterior Luna le brindó un deseo. Alessia pidió hacer especial a su hermano, un celestial muy fuerte, con el detalle de que sin importar los años que pasaran por su cuerpo, su envejecimiento sería demasiado lento.— inhala y exhala, llevando y apartando el cigarro a su boca.

—Ciro no se equivocó al decir que usted sabía en dónde buscar información.— asiente.

  Pienso decir algo más, pero el mismo guardia que se llevó a Maia con él, entra con Ciro corriendo. Ambos tienen la respiración agitada.

—¡Están atacando la entrada señor!.— Antonio muestra una expresión sorpresiva, pero luego endurece su gesto y aprieta la mandíbula.

—¡¿Quién está al mando?!.— exclama con una voz totalmente furiosa.

—Un lobo Alpha; Evan Lewis.— dice Ciro.

  Evan, ese era el lobo que huyó en la isla.

  Antonio golpea con fuerza la pared, provocando en ésta una grieta gigantesca. Antonio se dirige hacia Ciro.

—Lleva a la loba blanca al santuario en los bosques oscuros.— se gira en mi dirección.— ve con él.

  Ambos asentimos y salimos corriendo hasta donde se encuentra ella. Cruzamos pabellones y habitaciones, muchos guerreros iban y venían de todas las direcciones.

  Una vez allí, Ciro desata las piernas de Anna y yo las manos. Él está apunto de cargarla, pero lo detengo. Me mira confuso.

—Lo siento Ciro, no es nada personal.— con mi puño lo golpeo en la cara. Retrocede unos pasos.

  Salto en el aire y lo golpeo con mi pie derecho otra vez en el rostro. Se compone unos segundos e intenta golpearme, esquivo sus ataques y finalmente logro noquearlo con unos golpes más.

  Lo dejo en el suelo totalmente inconsciente. Camino hasta la pared, me concentro y tiro fuertes patadas hasta conseguir un gran hoyo con el tamaño suficiente para salir por el.

  Vuelvo a la mesa y cargo a Anna. Me dirijo al hoyo, salto. Caigo de rodillas, y comienzo a correr lejos de todo el desastre.

  El viento sopla sin piedad alguna, las hojas que lo acompañan me molestan, pero sigo con mi camino.

  Resiste Anna, falta poco; sólo un poco más.

  Y pensar que antes creía en que nunca nos volveríamos a ver. Tantos años, por fin te tengo en mis brazos.

  Anna, ¿De qué manera puedo decirte que eres mi hermana?.

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