Beautiful people (with) beautiful problems

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Día 4. Mirrors.

Advertencias: smut. Continuación del capítulo/prompt anterior pero como ya dije, no es necesario leerlo, se entiende por separado.

Notas: este día tenía dos temas, elegí espejos -se alza de hombros-. Esto es una mezcla rara de oír Lana del Rey y Daft Punk (?).

Beautiful people (with) beautiful problems

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Claveles rojos en la mesa de la esquina. Violetas sobre el tocador. Stephen sólo le prestó atención a las violetas porque las terminó tirando cuando empujó a Tony sobre el mueble y sintió el agua al pasar su brazo por la delgada cintura. Las flores siguieron escurriendo y mojaron las mangas de la camisa y traje de Stark.

Tony se apoyó en el tocador con ayuda de sus antebrazos y palmas, miró al espejo y se vio a sí mismo siendo sometido por Strange, se notó con la camisa desabrochada y desarreglada, con la corbata colgando de una esquina y el saco arrugado. Stephen recargó su pecho en su espalda, enterró la cara en la nuca de Tony, y buscó algo, un olor quizá, que le permitiera asociar el momento con una esencia en particular.

El agarre de Strange sobre él fue más aterrador que la noche, se sintió tan asfixiado como un lirio recién cortado, sin embargo, también se volvió un ramo de flores provisto de un jarrón hasta el tope.

Stephen buscó su cuello con más ahínco, besó su pulso, pellizcó sus pezones, murmuró como era su costumbre, lo bebió, lo derramó, y enseguida desabrochó el cinturón de Tony, lo tiró al suelo, luego fue hacia el botón y cierre de sus pantalones, con un movimiento los tiró hasta las rodillas, dejando al descubierto los muslos y la ropa interior de la que también se deshizo en la primera oportunidad que tuvo. Amansó su piel, apretó cada parte del cuerpo en la que puso sus manos. Enterró una de sus piernas entre las suyas para mantenerlo dispuesto.

Los ojos de Tony se quedaron fijos en el espejo; la luz que entraba por la ventana se refractaba, haciendo posible que vislumbrara las motas de polvo suspendidas en el aire; buscó la manera de mantenerse con una dosis constante de oxígeno porque Stephen lo ahogaba y aún así se negaba a buscar una posición más cómoda o a pedir algún tipo de piedad porque, a pesar de todo, el corazón de Strange era suave y nunca lo lastimaría a propósito.

Stephen siguió adueñándose de su cuerpo, marcándolo como si el simple hecho de dejar un pedazo de lienzo moreno sin ser mancillado fuera un pecado. El hechicero meditó en medio de su pasión, contempló los ojos oscuros que se reflejaban en el espejo y mostraban todo lo que Tony se negaba a decir, recordó que si se acercó a él en primera instancia fue porque parecía tan solo y cada vez que quería recordarse únicamente tenía que echarle un vistazo.

Los minutos que permanecieron memorizándose se tornaron eternos, al cabo de unos instantes, Strange cedió en su agarre y le dio la media vuelta a Tony para que quedaran de frente, necesitaba que los delgados pero firmes brazos lo sostuvieran con la usual entrega y que sus labios pudieran juntarse en medio del coito. Ayudó a que Stark se quitara el saco para limpiar el agua y evitar que se siguiera mojando, luego lo asistió para que se sentara sobre el tocador.

Se miraron por unos segundos, lucían tan descompuestos y deseosos. Tony le hizo una seña y movió sus piernas para que abriera uno de los cajones y pudiera sacar el lubricante y un condón. Stephen tomó los objetos, cerró el cajón, hizo que el otro volviera a su posición original y terminó por arrancarle los pantalones.

Tony abrió las piernas, invitándole con la misma confianza de siempre. Strange rememoró la primera vez que se hundió en el interior de Stark: fue como si las ramas y hojas secas reverdecieran ante sus ojos.

Se llenó los dedos temblorosos de lubricante, comenzó a prepararlo, hundió sus dedos en el agujero del otro, y enseguida fijó sus ojos en el espejo que los reflejaba: vio el nacimiento del cabello de Tony en la reverberación, su cuello lleno de las marcas que dejó mientras buscaba quedarse con todos los rastros de la colonia que él usaba y la camisa que delineaba la compacta espalda. El genio lo abrazó.

Y se recordaba en él. En Tony Stark. Se veía.

Los jadeos de Tony se volvieron gemidos. Su abrazo se hizo más y más doloroso, pero Stephen lo permitió, hundió más sus dedos y los movió con impaciencia, deseoso de que pronto estuviera todo listo, que pudiera liberar e introducir su palpitante erección en el agujero caliente y húmedo.

Strange recargó su mentón en el hombro derecho de Tony y se enfrentó a su imagen, tenía las mejillas rojas y las pupilas dilatadas, era poseedor de una expresión feroz que desconoció. Siguió estirando a Stark y sólo paró cuando éste le indicó que era suficiente. Se alejó un poco de su agarre para que pudiera liberar su erección y ponerse el condón, tardó más de lo usual porque fue distraído con besos en el mentón y cuello. En el instante que terminó con los preparativos, dirigió su pesada erección a la entrada de Tony y de una vez por todas se enterró en él. El genio lo aprisionó con más fuerza y soltó un gemido por el dolor y placer en igual proporción. Enredó sus pierdas alrededor de la cintura de Stephen para mantenerlo quieto hasta que se sintió listo.

Cuando Strange notó que la expresión de Tony ya no denotaba sufrimiento empezó a moverse con lentitud, al mismo tiempo, buscó los dulces labios de su amante.

Stephen subió sus manos hasta la cintura de Tony, caviló sobre todas aquellas ocasiones en las que visitó los multiversos o vio los diferentes destinos y siempre unían a su pareja con alguien más. Un malestar atravesó su pecho, no le importaba si él no era el hombre correcto o si el momento no era el indicado, sólo quería que Stark se quedara con él.

Stephen Strange tenía un único secreto y era que él amaba a Tony Stark más que cualquiera.

Tony gimió, soltó maldiciones a diestra y siniestra, alentó a Stephen para que se moviera más rápido, le rogó que se hundiera hasta que el espacio entre ellos fuera inexistente. Strange asintió ante las peticiones, tomó el pene de Stark y lo masturbo con tanta firmeza como pudo, acarició desde la base hasta el glande, repitió varias veces el patrón y también se encargó de seguir con los besos intermitentes.

Se balancearon y se acunaron. El espejo siguió devolviéndoles la imagen física del acto de unión. Stephen contempló de nuevo la espalda de Tony, tensa por tener tanto tiempo los brazos estirados y también miró sus ojos bajo una nueva luz.

Tony apretó alrededor de su pene y se estremeció, tembló ante el placer de su orgasmo, sus piernas afianzaron y el gemido final fue tan ruidoso que Stephen dejó de poder controlar sus propios jadeos. Soltó el miembro, ahora flácido del otro, y siguió moviendo sus caderas en busca de un final.

No pasó mucho tiempo antes de que se viniera. Apresó con violencia la cintura de Tony para mantenerlo en su lugar. Sus piernas temblaron y se recargó sobre el cuerpo más pequeño. Buscó los ojos de Tony, como era su hábito, se encontró con la misma cantidad de amor que él derramaba.

Estaba bien.

Quizá él no era el hombre correcto, pero buscaría la forma de ser el adecuado. Tony lo amaba y eso era suficiente. Construir algo desde cero era mejor que tener un lazo predeterminado por el destino. Mientras Stark lo siguiera contemplando como si tuviera las respuestas al origen del universo... sería feliz.

Allí, adentro, la luz se derramó. El espejó siguió reflejando su acto de amor.

Y sólo asíWhere stories live. Discover now