El final del invierno

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Para Lady Marya los años pasaban con rapidez, saboreando la paz junto al dulce sabor de tener a toda su familia reunida despues de tantos años de guerra, sobretodo lo reconfortante de que su esposo Davos estuviera a su lado, cuando supo que iría a la capital pensó que se sentiría fuera de lugar pues no iba desde que el rey loco gobernaba cuando nadie la consideraba una dama, pero vería a su amado hijo Devan luego de tanto tiempo.

Devan le habló mucho al llegar de la mujer roja ante el disgusto de su padre, pero lo que más llamo la atención de Marya fue la admiración con la que su pequeño ahora caballero hablaba de los reyes, describiendo algo insólito para ella, una reina guerrera y feroz de la cual se veía obligada a ser dama, la primera en la historia nacida en el lecho de pulgas, algo que la hacia tener sus dudas de como la tratarían en la corte, pero se enfocaba en pensar que era la señora de uno de los señores del concejo real, por lo tanto no estaba desamparada.

Pero el apoyo moral que se daba asi misma valía nada ante las miradas llenas de prejuicios de los señores de la corte, aunque en cambio otros parecían verla con intriga y compasión, eso hizo que practicamente temblara cuando tuvo que conocer a la reina, se sorprendió al ver su juventud, era una muchacha de cabello plateado, era menor que su difunto hijo mayor, Dale, nunca habia visto a alguien como ella y las historias que Devan habia contado estaban frescas en su cabeza.

Ese día entendió porque consideraban a los Targaryen como dragones, el porque la reina era el Dragón del Sol, la vió enfurecerse porque su avanzado embarazo no suavizaba su carácter indomable, algo en esa muchacha era de animal, por ello Marya jamás dudo que tuviera auténtica sangre de dragón, pero mantenía el pensamiento de que habia sido críada como princesa, se extrañó de que no supiera cantar, algo que calmaba mucho a la pequeña princesa Daenys, quien solía llorar mucho hasta que Lady Seaworth llegó.

Para su desgracia otra lady mucho más joven también se había hecho dama de la reina, una Connigton, le dirigía miradas extrañas cuando la reina no veía, ofrecía la plática apropiada aunque la reina se quedaba callada acariciando su vientre,  pero cada cierto tiempo hablaba y le preguntaba a Marya directamente cosas sobre niños, como madre de 7 tuvo respuestas para todas sus dudas.

Había algo en la reina que hacia sentir a Marya ternura, puesto que su voz era dulce cuando hablaba de sus hijos, nisiquiera hacia distinción alguna entre el niño en su vientre y su sobrina en su regazo, era una buena chica a los ojos de la lady lecho de pulgas, su mirada tenía muchos sentimientos encontrados que a veces hacía que sus ojos se cristalizarán contrastando con su corona, en cada momento Marya prudentemente la apoyó en silencio con una sonrisa, y sin buscarlo quedó en gracia de la mujer más poderosa de los siete reinos.

Fue fácil ver que la reina estaba cargando a un niño en su vientre por segunda vez,cuando la misma parecía ignorarlo, quizás adrede, ya que tomó la confirmación del maestre con más silencio que alegría, mientras que el rey sonreía tímidamente mientras veía el vientre de su esposa, Lady Marya resó cada día a los siete por la salud del nuevo principe, por eso a pesar de lo difícil que se veía el parto ella mantuvo la fé, cuando la reina cedió el cansancio fue Marya quien cuidó a la pequeña princesa, Rhaelia Targaryen.

El parto parecía haber afectado un poco a la reina quien se mantuvo en cama por unos días, el rey dejó todo en manos de Lord Jon Connington para dedicarse el máximo tiempo a su familia, el jóven daba la impresión de querer llenarse de niños, mientras la reina en contraste sólo quería cuidar de sus hijos, con ayuda de su lobo.

Marya entendía porque Rhaenys no quería más niños, los suyos no fueron tan difíciles como los príncipes, la mayor de todos parecía la menor, Daenys era bastante dulce en inicios pero con el tiempo se volvió irritable y no le gustaba que tocaran sus cosas y por mucho tiempo parecía despreciar a su hermana menor, Aegar tan risueño pero incansablemente desde su nacimiento absorvía más que nadie las horas de la reina, por otro lado estaba Rhaelia, la más pequeña de los dragones era tranquila, podría decirse que era la que menos ocupaba a su madre porque su padre solía llevarla consigo desde que dejó de tomar pecho.

La Reina DoradaWhere stories live. Discover now