25. Darius

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Despierto con lagrimas en los ojos ante una pesadilla espantosa donde Darius está siendo golpeado hasta la muerte, la ausencia del agente me está afectando más de lo que me gusta pero me es imposible no preocuparme por quien evito que me suicidara y ha alegrado mi vida por casi dos años.

Una semana ha pasado desde que regresamos al distrito doce y no he podido encontrar a Darius por ningún lugar, el jefe Cray me ha estado evitando y no he podido obtener información del pelirrojo. Todas las mañanas he ido al quemador en su búsqueda pero Sae me ha dicho que no se a aparecido desde un día antes de que llegáramos al distrito. 

 Admito que eso solo me causa un nerviosismo y miedo que no puedo controlar, la sola idea que se hayan llevado a Darius para interrogarlo debido a su amistad con Katniss, Peeta y yo me causa tanto miedo que me ha sido imposible dormir en los últimos días y ahora que lo he logrado terminó teniendo pesadillas aún peores de las que ya me acosaban.

Se que no podré volver a dormir así que con esfuerzo me levantó y tomó un baño, es temprano todavía pero de seguro el quemador ya está abierto al igual que el puesto de Sae. Tomo algunas monedas y salgo de mi casa topandome solamente con el crudo frío de invierno. Con resignación vuelvo a entrar en mi casa y busco ropa más abrigadora que incluyan bufanda y guantes, una vez lista salgo de nuevo en búsqueda de noticias de mi amigo pelirrojo. 

Camino por las calles del distrito y noto que todo está demasiado tranquilo debido a la nevada de anoche, por alguna razón eso me reconforta pues se que si hoy no encuentro a Darius terminare llorando sin importar donde esté. Alejo ese pensamiento de mi mente y sigo mi camino. 

Cuando llegó al quemador veo un poco de gente y unos cuantos agentes pero no hay ni rastro del pelirrojo cosa que me causa un dolor en el pecho, con desánimo me acerco al puesto de Sae quien me mira con pena. 

— Buenos días Sae, dame un cuenco por favor — saludo con apenas un hilo de voz que deja ver mi tristeza. 

— Tranquila  niña — contesta la mujer solo para darme un cuenco de sopa y agregar algunas palabras en voz  muy baja —Es un secreto pero ayer vi una camioneta de agentes de la paz llegar, tal vez ahi este tu pelirrojo. 

Las palabras de Sae me alegran y me es imposible tener un poco de esperanza, con energía renovada ante esas simples palabras empiezo a desayunar mientras platico con la mujer sobre el festival de la recolección. Ella me cuenta que todos en el distrito se han llenado la tripa y que todos hablaron de cómo la última vez que eso pasó fue cuando yo gane los juegos. Esas palabras me alegran se que he hecho lo mejor por mi distrito. 

—Dame otro cuenco Sae, tus palabras me han dado hambre —rió cuando ya me he acabado mi sopa.

Las palabras de la mujer me han alegrado el día y me han dejado ver que no he comido bien en los últimos días así que con mi esperanza renovado he podido ver cuánta hambre tengo. Empiezo a comer mi sopa cuando siento que alguien posa sus manos en mi cadera. 

—Me gustaría decir que si sigues comiendo engordaras pero creo que en tu caso unos kilos extra no te sentarían mal —dice una voz de hombre a mis espaldas. 

El corazón se me encoge al escuchar esa voz tan conocida para mi, con miedo a que no sea real y que ya esté alucinando como tantas veces he hecho, me volteo despacio. Y cuando ya estoy de cara al dueño de la voz no puedo evitar que la alegría se extienda por mi cuerpo, pero rápidamente es reemplazada por tristeza. 

Darius está frente a mí, con su cabello rojo alborotado y su sonrisa característica que en cualquier otro momento habría alegrado mi día pero que hoy es imposible que pase. Pues por su mandíbula cruza la marca de una quemadura ya cicatrizada y un moretón está presente en su mejilla y baja hasta la altura del labio.

Mentores y TributosWhere stories live. Discover now