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- ¡Venga, moviéndose todo el puto mundo!- gritaba Paula al resto de bomberos de la estación.

Habían recibido una llamada de alerta, de un incendio a pocas manzanas de allí. Y ella, en el poco tiempo que llevaba en Nueva York se había labrado su lugar como comisario de bomberos, y mientras sus hombres se deslizaban por la cucaña, ella ya estaba sentada en el camión esperándolos. Al girarse vio su reflejo, y se recogió su melena pelirroja en una coleta alta para protegerla del fuego, para acto seguido colocarse el casco reglamentario. Miró sus ojos turquesas reflejados y procedió a relajarse. Se mordió los labios con nerviosismo mientras miraba por la ventana con impaciencia.

- ¿Esperais a que el fuego se apague solo o qué?- le gritó a los que aún faltaban por subir al camión.

Un moreno ataviado con el uniforme reglamentario apuró el paso cargando con dos largas mangueras.

- Estamos cargando el material, Paula.

Paula lo observó brevemente frunciendo el ceño. Daniel había sido su socio a lo largo de ese año y entre ellos se había forjado una buena relación laboral basada en el sarcasmo y en su buena sincronización a la hora de realizar los operativos.

- El material ya está cargado, zopenco, ¡Subid de una vez!

Los bomberos dejan lo que tenían en las manos al comprender que su superior estaba en lo cierto y subieron al camión de inmediato. Daniel ocupaba el lugar del conductor seguido de Brown y Patterson, mientras que Paula permanecía al otro extremo con la sien apoyada en el cristal de la ventana.

Cuando por fin abandonaron la estación, en dirección al lugar del incidente, los compañeros se entretuvieron charlando despreocupadamente de los detalles del incendio, mientras Paula permanecía inmersa en sus pensamientos. Al mirar los rascacielos no pudo evitar comparar aquellas construcciones con su pequeño granero en Texas, y no pudo evitar extrañar a su vaca Luca y a su gallo Goofy, así como a sus amigas y a sus padres.

Al pensar en sus padres, sus ojos se ensombrecieron con resentimiento, al recordar como la incapacidad de verla como una adulta, casi había chafado sus planes de irse a la gran ciudad.

Chasqueó la lengua irritada, al recordar como su madre le repetía que no estaba lista para irse a vivir sola, y de cómo probablemente volvería en un mes sin dinero y sin autoestima.

«Pues te jodes, a día de hoy no tengo ninguna de las dos y no volví a Texas, chupate esa mamá».

Paula se sobresaltó al percatarse del frenazo al aparcar. La escena era un caos, civiles asustados, y varios agentes tratando de poner orden.

- Un día más en Nueva York- dijo Brown, tratando de amenizar a la situación.

- Si, es raro que aún no haya aparecido nadie en mallas, nuevo récord- bromeó Daniel.

Paula rodó los ojos.

- ¿Podéis dejar de decir tonterías y sacar el material para apagar esto e irnos a nuestras putas casas?

Daniel asintió resignado y se dirigió con suma rapidez a retirar los trajes ignífugos y los cascos mientras que Brown le daba un codazo a su compañero, Patterson, para que cogiera el resto del material del camión.
Ambos, tanto Daniel como Patterson llegaron casi al instante, perlados en sudor y permitiéndose unos minutos para descansar mientras Paula recababa información de uno de los agentes.

Se trataba del edificio cochambroso y casi desalojado de los suburbios de Nueva York: paredes de ladrillo terracota, escaleras de incendios oxidadas por el paso de los años, no más de cuatro plantas... Típico edificio de Lower East Side. El incendio se había originado en un apartamento de la segunda planta debido a un escape de gas, el cual se había extendido por todo el bloque provocando una explosión que había afectado mínimamente a la estructura de la edificación.

Amor A La Americanaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن