𝐂𝐨𝐟𝐟𝐞𝐞.

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Eran las seis en punto de la mañana, y la silenciosa habitación estalló con el fuerte sonido de una alarma . El estridente anuncio fue recibido con un gemido igualmente fuerte. Un brazo se lanzó al azar hacia la mesita de noche para apagar la alarma, que terminó con un choque sin ceremonias del dispositivo contra el suelo.

-Todavía no- gimió una ronca voz.

-Sin quejas, arriba- se quejó él otro.

La suave luz de la madrugada se filtraba a través de las transparentes cortinas de la ventana, tiñendo la habitación con un brillo dorado.
Una cama doble extralarga ocupaba un poco menos de la mitad del espacio en la habitación. El único otro mueble era el pequeño escritorio para una computadora portátil, una cómoda de cuatro cajones con varios cuadros en la parte superior y el pequeño sofá de dos plazas en la esquina. El dormitorio era tan pequeño que bordeaba la línea entre estrecho y acogedor, pero por el momento era su hogar.

-¿Por qué tenemos que levantarnos?- la primera voz se quejó, -Es muy temprano-.

-Tengo clase, cariño- contestó el más pequeño.

Con su cabello oscuro como la noche demasiado despeinado para su gusto, Cuauhtémoc se sento en la cama y balanceo sus piernas desnudas hacia el borde.

-No!- exclamó Aristóteles. Extendió una de sus manos por el calor de las sábanas, para tercamente engancharse en su cintura para acercarlo, -Quédate conmigo en la cama-.

-No puedo- bostezó la palabra mientras alejaba las manos de su novio.

-Pero bebé- se quejó sobre su almohada y envolvió las mantas con más fuerza a su alrededor.

Temo se frotó sus cansados ojos mientras cruzaba la habitación y entraba en el pequeño baño adjunto.
Su dormitorio era pequeño y ordenado, pero no estaba exactamente impecable. Su ropa de la noche anterior estaba tendida en el suelo, y la ropa limpia estaba doblada en el sofá de dos plazas, esperando a que la pusieran en los cajones. La cama parecía estar hecha solo cuando sus padres iban a visitarlo o los viernes por la mañana cuando estaba más animado por el inicio del fin de semana. Las sábanas de color púrpura oscuro parecían oscurecer demás el pequeño espacio de todos modos. El resto de la habitación estaba decorada con acentos blancos, en un intento de tener algún tipo de estilo (aunque en realidad nunca se preocupó mucho por el estilo). Las cortinas eran de un color clato para invitar a la luz de la mañana, obviamente lo hizo a propósito, porque la brillante luz del amanecer era probablemente una de las únicas cosas que realmente ayudaba a Temo a despertarse a tiempo para su clase de química en la mañana.

Cuauhtémoc abrió el grifo para salpicarse un poco de agua fría en la cara y se miró en el espejo por un segundo para examinar su apariencia. Sin afeitarse y sin peinar su cabello, oye , no se ve tan mal ahora de todos modos.

-Lo suficientemente presentable -, reflexionó en voz alta encogiéndose de hombros antes de darse la vuelta y salir del baño.

Puso los ojos en blanco al ver al chico debajo de las sábanas.

-¿Aristóteles? Levántate y pregúntame para el examen de química, si?- preguntó dulcemente caminando con pasos cortos a través de la habitación para arrojarse a su lado de la pequeña cama.

-Te pregunté toda la noche. Vamos, Temo, ¿diez minutos más? Está helando ahí afuera-. Aristóteles nunca levantó la cara de la almohada mientras hablaba y acurrucó aún más su cuerpo contra el de su novio, el cual solo suspiró y se levantó para moverse hacia su tocador.

-Cuauhtémoc...-

-Eres totalmente inútil.- renegó el castaño.

-Gracias, cariño- resoplo Aristóteles -Yo también te amo-.

𝐂𝐨𝐟𝐟𝐞𝐞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora