Capítulo 17.-

754 49 0
                                    


Sinchon, Corea del Sur.

Me encuentro inclinada sobre mi mesa de corte, pasando unas tijeras de rodillo sobre las líneas del patrón, cortando los pedazos justos para empezar a coser. Mi espalda se encuentra tensa, aunque requiero toda mi fuerza para no que se vea así. Atrás de mi hay un irritante hombre mirándome.

Lee WonHo.

Retrocedo, enderezándome. Giro y lo encuentro sentando en el sillón, con las piernas cruzadas, todo sonriente y efusivo. ¿Qué hace aquí? ¿No planea irse?

Tomo un respiro antes de seguir cortando. Mínimo ahora se encuentra en silencio. Los primeros días se me abalanzaba encima de mí, alagando cada rincón y cajón del lugar. En teoría se supone que estaría trabajando conmigo, pero estos últimos días se ha limitado en sentarse y mirarme. No me decido qué me es más agotador. No entiendo por qué quiere estar presente.

Se pone de pie. Alzo la mirada para verlo pasearse enfrente de mí, por los pasillos de mi estudio. Se le da bien contonearse. Me irrita la desbordante familiaridad con la que se pasea adelante mío. Aprieto mi lengua sobre mi paladar y dejo mis herramientas sobre la mesa. Cruzándome de brazos me siento en la silla giratoria de mi escritorio adoptando mi posición de poder y dueña de este lugar.

-¿Qué hace aquí señor Lee?- pregunto con tranquilidad-. El camarógrafo se fue a medio día. Ya me ha obligado a sonreírle lo suficiente, ¿no lo cree?- me quejo al recordar el hombre que cansado cumplía las exigencias ridículas de WonHo. Como pedirnos tomar fotografías sentados arriba de la mesa, cruzando los brazos, descruzándolos, fingiendo que charlábamos, fingiendo que trabajábamos juntos y cuando intentó la siguiente fotografía fuera mientras nos abrazamos tuve suficiente para correr al pobre fotógrafo de mi edificio.
WonHo frunce el ceño, y veo que se pone algo tenso, oculta su repentino malestar con una sonrisa.
-Solo paso el rato- contesta.
-¿Pasar el rato?- sonrío con una expresión tan falsa como la suya.
-Bueno...- dice el acomodándose la corbata púrpura-. Es lo que hacen los amigos.
-No somos amigos, señor Lee- respondo cortante y cansada.- Pensé que eso había quedado muy claro.
-Vamos, _________. Nos llevamos bien- Al ver mi expresión escéptica dio un paso hacia atrás-. ¿Qué tengo que hacer para que me consideres tu amigo?
-Nada.
Alza una ceja confundido.
-¿Entonces?
-Tienes que ser amigos de mis amigos.
-¿Eso no es algo absurdo?
-En lo absoluto.
-¿Y qué tiene que hacer uno para saltarse esa regla?
Hago una mueca de disgusto.
-Nada.
Veo que se esfuerza para no descomponer el gesto. Me evade la mirada y se gira. Juguetea con mis muestrarios de tela.
-¿Pudo entregarle a WooBin el chocolate?- aprieto mi agarre en el descansa brazos, encajando mis uñas en el vinipiel. WonHo gira-. Ya han pasado cinco días, ¿no se han visto?
Debo contenerme para no verme molesta por su acertada impresión. No había visto a WooBin, pero ¿y a él qué le importa?
-Mi vida personal no la comparto con cualquiera.
A WonHo se le ilumina la cara.
-Vaya que estás molesta con él.
-No estoy molesta con mi prometido, señor Lee.
-La dejaron esperando el día de San Valentín y no se ha presentado. A cualquier mujer le molestaría eso.
-No soy cualquier mujer.
-Vamos, linda princesa. Tienes ese gesto bonito en tu rostro, te conozco- sonrió acercándose, claramente blofeando. Sabía que mi rostro era liso e impoluto.
-No me conoce, señor Lee- replico alto y claro-. Casi nadie me conoce-. Me pongo de pie y camino a la puerta viendo como WonHo se remueve incómodo en su traje de tres piezas. Imagino que no le hablan de esto modo a menudo, pero no me avergüenzo de haber sonado hostil-. Hemos terminado- replico mientras abro la puerta-. Que tenga lindo día. MiShi- giro a ver a mi secretaria-. Acompañe al señor Lee a la puerta.
-_________.... Si te hice sentir mal.
-No quiero repetirme señor Lee. Y le pido que no me hable de manera tan informal. Que tenga lindo día.
-Señor Lee...- le llama MinShi apresurándolo.
WonHo pasa frente a mí.
-Nos vemos mañana _______- dice mientras se va. Estoy que hecho humo, y me pregunto si él es un hombre normal.
-Adiós- sentencio y apenas pone un pie afuera cierro con seguro. Camino a mi escritorio y pulso un botón de un costado, oscureciendo el muro de cristal. Por fin puedo respirar con tranquilidad.

Uno en un millón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora