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—Y... ¿desde cuándo se conocen?

Sonic y el aparente llamado Knuckles caminaban a un paso neutro hacia adelante. El equidna siempre que veía un robot en su dirección lo aplastaba para proteger a el erizo, quien todavía estaba cansado por la intensa pelea que el mismo tomó con probablemente más de doscientos robots. Al principio Knuckles quiso apresurarse e ir más rápido, como si algo o alguien le preocupara, pero el corredor lo regañó diciendo que lo estaba dejando atrás, el mayor se resignó, pero obviamente se puso molesto.

—Oh, es una larga historia de hecho.

—Pues cuéntala.

—¿Nunca te habló de eso?—frunció el ceño, mirando con intriga al menor, este sólo bajó la mirada a la vez que negaba con la cabeza melancólico.

—Hace unos días apenas la volví a ver después de siete años.—empezó a reír como un tipo de defensa para no comenzar a llorar, cosa que intentaba hacer siempre.—Apenas hablamos y me volví a alejar de ella, me siento como un idiota ahora.

Por aquellos recuerdos vinculados con el presente y su actual culpa que lo seguía persiguiendo, Sonic estaba decaído con esos pensamientos dichos. Seguían caminando, pero ahora no era capaz de ni siquiera mirar al frente como el héroe que era. Knuckles seguía concentrado en los robots que se encontraba en ocasiones, pero claro que no podía ignorar el estado emocional del hijo de Longclaw, nunca se lo perdonaría, ni ella ni él mismo.

¿Acaso debía abrazarlo? ¿Era demasiada confianza para apenas haberse conocido en persona? ¿Tal vez tenía que decirle una frase inspiradora como en las películas? ¿Una palmada? ¿Algo?

—¿Qué?...—musitó bajo, casi en un balbuceo inentendible, cuando levantó la mirada se dio cuenta del porqué el tacto en su cabeza.

Knuckles lo estaba acariciando, o lo más parecido a eso.

—Lo siento, debí preguntarte.—inmediatamente desvió la mirada cuando vio la expresión sorprendida del menor, pensando que nuevamente se equivocó como solía hacerlo muchas veces.

Continuó su caminar al frente refunfuñando consigo mismo, hasta que el cobalto le siguió el paso para estar otra vez a un lado de él.

El equidna no lo sabía, pero al haber acariciado al erizo este automáticamente tuvo una sensación familiar que lo hacía recordar a su niñez, para ser más específicos cuando fingía estar dormido porque sabía que a sus padres les gustaba consentirlo y acariciar su cabeza. Algo tonto, probablemente demasiado infantil, pero lo hizo sentir cercano al mayor, por lo que no pudo evitar quedársele mirando como si fuera un bicho enorme que lo cuidaba, exótico, raro, fuerte.

Apenas y sabía su nombre y ya tenía muchos adjetivos de él.

—Deja de mirarme así, das miedo.

El mayor puso una cara de asco ante el brillo de las esmeraldas del erizo, quien se mantenía fijo en todo lo que hacía el otro, con atención.

—¡Pero eres muy asombroso! ¡Y fuerte y... espera, ¿cuántos años tienes?

—Diecisiete.

—¡Y muy talentoso para tu edad!—exclamó, admirado. A este punto había olvidado lo cansado que estaba.

—Mira, no necesito de tus tontos halagos para que subas mi autoestima.—molesto, frunció el ceño dejando de mirar al cobalto, para después decir en un tono bajo avergonzado:—Pero gracias, igual.

Al decir eso, Sonic ya no podía sonreír más, estaba satisfecho con que simplemente el otro recibiera algo de su amistad, incluso si él no la quisiera. Por lo visto era alguien difícil de abrirse, ¿tal vez le falte amor en su vida? probablemente, pero no se iba a rendir tan fácil hasta que lo vea feliz.

Speed me up IWhere stories live. Discover now