Descansa mi Amor

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Todavía recuerdo con claridad aquel día en que llegaste al mundo... Unos hermosos ojos azules me miraron con curiosidad y atención, mientras poco a poco tu llanto cesaba y Camus descansaba de aquella faena que había sido el parto pues, al ser primerizo, había sido un gran trabajo.

Una vez dieron de alta a mi esposo, nos fuimos a nuestro hogar, una preciosa casa a las afueras de la ciudad, específicamente en el campo, queríamos enseñarte acerca de la humildad y el arduo esfuerzo que se necesitaba para conseguir las cosas; aun así, nada en este mundo te faltaría mientras tu papi y yo estuviéramos vivos y así sería hasta el día en que murieramos y tu pudieras valerte por tí mismo... Nuestro pequeño Hyoga... Lástima que aquellos pensamientos se disiparon aquel día...

Recuerdos...

Ya habías cumplido tus seis añitos y te habías convertido en un adorable y juguetón niño, tus ojos azules brillaban a cada que llegaba de mi trabajo y cada que jugabas con Camus, aquel bello pelirrojo que te dio la vida y al que todos los días agradezco el que me haya convertido en padre.

Tu "madre" fue el que se dio cuenta de tu condición, muy preocupado, una noche llegué de trabajar y se me acercó, contándome lo que había vivido contigo, mi niño.

-A Hyoga se le empezó a hacer difícil respirar... Solo me señalaba su pecho y que le dolía mucho...

Ante aquello, igualmente me alarmé, si tu hijo sufre de una aflicción en el pecho y te dice que no puede respirar, el deber como padre es atenderlo lo antes posible. Al siguiente día, fuimos al hospital y el médico lo examinó atentamente, escuchó su corazón e hizo exámenes relacionados con este. Aquel momento, hubiera deseado no escuchar lo que me dijeron.

-Su hijo tiene Cardiomiopatía Hipertrófica, es una enfermedad del corazón en la cual una parte de este crece anormalmente y se dificulta el bombeo de sangre, provocando así las faltas de aire, lastimosamente causa la muerte- me dijo el doctor con seriedad, mirandome en todo momento a los ojos, nos habíamos alejado de la camilla en donde te encontrabas, nos mirabas con tus brillantes ojitos azules, confundido ante esta situación.

-Y que po...

-No hay cura señor, lo lamento mucho...- me cortó antes de que pudiera preguntar que podríamos hacer -Hay tratamiento pero solo retrasaría lo posiblemente inminente...

Aquello destrozó mi mundo entero, se vino abajo de la forma más cruel posible, con lágrimas en los ojos te miré, ahí estabas tú, con tu adorable sonrisa y aquella mirada llena de amor que me regalabas a mi y a tu otro padre, salí por un momento de la sala..

-Papi, ¿Estás bien?

Escuché tu voz en el fondo y cerré la puerta de aquel lugar para después, desplomarme en el suelo, apoyando mi espalda en la puerta, las lágrimas empezaron a correr sin piedad por mis mejillas y poco a poco sentía mi corazón romperse en pequeños fragmentos, a los segundos salió Camus que al verme, igualmente se desplomó de rodillas a mi lado, abrazandome y llorando en mi pecho, sintiendo también su alma romperse, aquel regalo que nos había dado la vida se estaba apagando poco a poco entre un horrible sufrimiento, una vez falsamente recuperados, entramos con una sonrisa a la sala y fuimos contigo, abrazandote y diciéndote que todo estaría bien, aún así, estaríamos acudiendo para que el doctor te diera unas cuantas "medicinas" para que te recuperaras totalmente.

Así pasaron las semanas y todos y cada uno de los días que pasaban, intentábamos pasarlo contigo, yo había pedido que mis vacaciones se me adelantaran y no importaba si me descontaban el sueldo, el estar contigo era lo único que importaba. Corrías de aquí para allá jugando con Camus a las escondidas, a las atrapadas, entre muchas cosas más y después, regresabas conmigo para darme un fuerte abrazo, yo solo me quedaría ahí acariciando tu cabello y tu rostro.

Creíamos que todo iba mejorando, sin embargo, aquel fatídico día, esa burbujita de esperanza se reventó tanto para mí como para Camus, nos encontrábamos en el patio de nuestro hogar, sentados en el cesped admirando el hermoso cielo que había aquel día y de la nada, sentí tu cabecita caer y apoyarse sobre mi hombro, así como todo tu cuerpo, giré mi mirada y te ví... "Dormido", sonreí al igual que Camus y te movimos un poco para que despertaras pues te había preparado un pastel especialmente para tí... Una, dos, tres veces te llamamos y no respondiste... Poco a poco un sentimiento de desesperación y terror recorrió nuestro cuerpo y sin perder el tiempo salimos corriendo al hospital... Aún así, ya era demasiado tarde, la enfermedad te había arrebatado de nuestras vidas y con ella, te llevaste nuestros corazones y nuestras ganas de vivir, cuando el médico nos informó sobre tu desceso, Camus rompió en llanto y cayó de rodillas en la cama, sujetando tu mano y rogando entre gritos de dolor que no te fueras, que te quedaras con nosotros. Al igual que él, caí de rodillas entre llanto silencioso, mi cuerpo temblaba y sentía que me habían arrancado un gran trozo de mi alma, una parte de mi vida se había ido, aquella luz que hace seis años había llegado para llenarnos la vida de alegría se había extinto para siempre.

Fin de los recuerdos...

Ahora, me encuentro con Camus en el panteón, dejandote muchísimos juguetes que seguro te hubieran encantado y muchas de las flores que tanto te gustaban admirar en tus mejores momentos, nuestras vidas se habían opacado y nuestras sonrisas se habían congelado en el tiempo, volviendose expresiones de miseria y profunda tristeza. Aún así, yo todo el tiempo le daba gracias al todopoderoso que me había permitido ser tu padre... Si, te habían entregado y confiado a mí y a tu padre pero el es sabio y te quería muchísimo mi niño... Por eso te quizo llevar con él...

-Descansa mi amor... Descansa mi bien...- Sujeté la mano de Camus, el cual, nuevamente había comenzado a llorar, arrodillandose delante de aquella pequeñita tumba que te pertenecía.

-Descansa campeón...- pronunció tu madre entre su amargo y silencioso llanto, acariciando con la yema de sus dedos aquella lápida que tenía tu hermoso nombre "Hyoga Katsaros Leblanc" y la fecha en que Diosito te tendió su mano para que fueras con él.

-Descansa bebé...- pronuncié para después, retirarme junto con tu padre, ambos sujetando nuestras manos, compartiendo un dolor eterno que nos acompañaría hasta la muerte...

Descansa mi AmorWhere stories live. Discover now