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Accedí a la habitación, la luz del sol traspasaba los grandes ventanales y se proyectaba en las paredes blancas, llenas de manchas salpicadas y huellas de pequeñas manos invadidas de forma desordenada por todo el lugar. Aun asi la pintura le daba vida a la habitación en comparación de todo el edificio blanco.

Las risas de los niños eran tan cálidas y dulces en mis oídos, algunos abrazaron mis piernas al momento de verme impidiéndome llegar a mi asiento, pero llenándolos de besos y cosquillas se separaban de mí, dirigiéndose a sus lugares.

-Bien, hora de sentarse- grite mientras aplaudía en señal de que era la hora del cuento. Ellos lo sabían. Cada semana iba de visita esperando pasar tiempo con ellos, a pesar de mi apretada agenda y que mi profesión literalmente trataba de la vida o la muerte de las personas. Ver a los pequeños correr de un lado a otro me recordaba a viejos tiempos y además de que amaba a los niños.

-¡Muy bien!- sonreí- ¿Qué cuento quieren que sea el dia de hoy? Esa pregunta desato muchos gritos y un poco de desorden, haciendo que aplaudiera para controlarlos un poco.

-Porfavor doctor Kim- se acercó uno de las niñas, quien tenía la cabeza afeitada y vestía una bata blanca que le llegaba tasta la pantorrilla.-Puede ser el libro del chico que no tenía recuerdos o era memoria, oh... rayos no lo recuerdo- hizo una pequeña mueca.

-¡Es el que perdió la memoria, tonta!- grito un niño.

-¡Sí!- grito una pequeña pecosa, acercándose a mí y colocando sus manos sobre mis rodillas- Es una historia tan romantica y triste.

-¡Si! – gritaron al mismo tiempo los demás.

-¡Okay! ¡De acuerdo!- los mire a todos, mientras se acomodaban sobre la gran alfombra de arcoíris que forraba el suelo –Entonces será el cuento del..."El chico de las memorias"

El chico de las memoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora