Capítulo 1

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Aquel lugar perdido entre montañas no era seguro para alguien sin cobijo. Su pequeño cuerpo se perdía entre la maleza, cuando un murmullo de voces y vasos de cristal le hizo frenarse de golpe. Desde hacía varios meses no había escuchado ruidos, y mucho menos, voces.

Sus grandes orejas puntiagudas y sus pequeños ojos achinados parecieron estar concentrados intentando saber qué era aquello que había detrás de los árboles. Por alguna extraña razón, se le erizaron los pelos de los brazos. Se puso tenso, y suspiró. Dio unos pasos hacia el árbol más alejado y volvió a pararse pensativo. Jamás había visto una casa parecida. Era de madera, con diversas ventanas abiertas de par en par, donde se veía gente gritando, riendo o simplemente mecidos por un profundo sueño. Encima de la puerta, hecha de una madera tan oscura que parecía podrida, estaba escrito LA TABERNA DE LA MONTAÑA. Vaciló, pero dado que llevaba días sin llevarse nada a la boca, decidió entrar pese al riesgo que eso le conllevaba. Se acercó hacia la casa medio en ruinas y abrió la puerta. Un chirrido profundo le hizo pensar que se trataba de una taberna vieja y poco cuidada. Nadie le prestó atención, cosa que le tranquilizó, y se dirigió al que parecía ser el tabernero, un tipo robusto y calvo, con expresión seria, que al verle le dijo:

- ¿Qué vas a tomar? - le dijo, sin quitarse el gran puro que se movió por debajo del espeso bigote blanco.

Aquella situación le recordaba a algo, pero no le dio más importancia.

- Ponme una jarra de cerveza muy fría.

Con un ademán, el tabernero le sirvió la jarra, con la impresión de que no la había lavado en semanas, pero con lo sediento que estaba se la bebió de un trago. Observó alrededor y descubrió un montón de criaturas extrañas, con un aspecto muy demacrado que reían y bailaban alrededor de muchísimas botellas que parecían ser de ron, debido al olor que emanaba toda la taberna. Se fijó especialmente en una esquina, donde había un viejo saboreando un gran vaso de vino turbio. Éste le observaba a él con mucha atención y le hizo señas para que se acercara. Dudó. El viejo parecía totalmente inofensivo, por lo que aceptó la invitación y se acercó tímidamente hacia la pequeña mesa de madera. Cuando estuvo a su lado, el extraño personaje hizo un juego de manos e hizo aparecer de la nada una jarra de cerveza que le ofreció.

- Salud - dijo con un tono muy jovial pese a la edad que parecía tener - siéntate. Y bebe.

Asombrado por lo que acababa de ver, no quiso hacer preguntas e hizo caso al viejo. Las palabras con las que se había dirigido a él le crearon una especial confianza, como de dos amigos que se encuentran después de muchos años.

- Gracias - le dijo, después de darle un gran trago a la cerveza - ¿Quién eres, y a que se debe tanta generosidad? - le espetó él, confuso.

El viejo sonrió de oreja a oreja, e hizo que se le viera el único diente que le relucía en toda la boca.

- ¿Cuál es tu nombre? - le dijo, ignorando por completo la pregunta que le acababan de hacer.

Hacía tanto tiempo que nadie le preguntaba eso que casi se había olvidado de su nombre.

- Mi nombre no importa - dijo firmemente, dándole otro gran trago a la jarra - llámame simplemente Makhai.

- Como quieras - contestó el viejo con total normalidad - Yo soy Touran, antiguo dueño de esta taberna, aunque me conocen como el Viejo Loco - dijo, mientras se le dibujaba en la cara una malévola sonrisa.

De repente, un sueño profundo empezó a apoderarse de él, y en un instante se quedó dormido.

Despertó en medio de un bosque frondoso, y tuvo la sensación de haber estado durmiendo durante días. Recordaba muy poco lo ocurrido en La Taberna de la Montaña, y empezaba a dudar si aquello solo había sido un sueño. Le extrañó enormemente el arco y el carcaj de flechas que había a su lado. Se fijó en la vestimenta, y estaba casi seguro que aquella no era la suya. Tenía la cabeza como si le hubieran dado un gran golpe con un martillo, aunque no tenía ni heridas ni cicatrices, y parecía estar en plena forma. No sabía que podía significar todo aquello, por lo que cogió un fardo que tenía delante y lo abrió. Entre otras cosas, encontró una vieja brújula, algunas monedas de cobre y un extraño mapa medio borrado. Se fijó en el mapa y no logró encontrarle significado alguno. Parecía ser un mapa del tesoro, pero en vez de una sola cruz, había cinco. Se extrañó. Lo volvió a guardar y cogió el fardo. Decidió buscar La Taberna de la Montaña y hablar de nuevo con aquél viejo loco. Cogió también el arco y se puso en marcha.

La Taberna de la MontañaWhere stories live. Discover now