Capítulo 23.

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Habré estado más de diez minutos sentada en el borde de mi cama mirando un punto fijo.

Nada más que eso, solo respirando.

¿Que carajos hice?

Pasé mis manos por mi cabello en un claro signo de frustración y solté un sonoro suspiro. 

Se preguntarán; ¿que pasó después de que hayas terminado de hacer...eso?

- M-me tengo que ir.- dije con la respiración agitada intentando regularla.

- Está bien.- su susurro cerca de mis labios hacia casi imposible la acción de calmar todo mi sistema.

¿Por qué aún sigo queriendo más? Esto está muy mal, mierda.

Suavemente empujé su cuerpo para que se quitara de encima mío y me incorporé en el sofá arreglando mi ropa.

Él por su parte se levantó del sofá y se acomodó un poco la ropa y ¡Mierda! ¿Por qué tiene que ser tan hermosamente caliente?

Enojada con mis propios pensamientos me levanté rápidamente y casi me caigo si no hubiese sido por él que me sostuvo de la cintura.

- ¿Te sientes bien?

- Si. No me toques.- quité sus manos de mi cuerpo e intenté caminar hacia la puerta ignorando el temblor que sentía en mis piernas.- Hasta luego, señor Irwin.

Fue lo último que dije antes de salir de su casa y correr -o intentar correr- a mí casa.

Me levanté de la cama y me dispuse a calmarme. Me dispuse a tener un día para mi misma.

Lo primero que hice fue desvestirme y llenar la bañera para poder darme un baño con burbujas y algunas velas aromáticas que mi madre compra por Internet. 

Me estaba mirando al espejo mientras el agua llenaba por completo la bañera y...hijo de puta.

Mi cuello estaba lleno de mordidas que, por el momento, se veían rojas.

Pasé mis dedos por ellas y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.

¿Donde se supone que está la culpa que debería sentir? ¿Por que en vez de eso tengo ganas de volver a su casa y terminar lo que empezamos?

Hice una mueca y me puse a prender las velas porque el agua ya casi estaba. También decidí poner un poco de música a través del parlante pequeño que tenía.

A todo esto, ¿donde está mi sagrada madre?

Agarré el celular y busqué su contacto. Un tono, dos tonos, tres tonos, ¿por que no contesta? ah pero si yo no respondo rápido manda al FBI a buscarme.

- Adah, mi amor, ¿que pasa?- su respuesta con voz dulce me decía que estaba con alguien y por eso no me insultó.

-Ma, ¿donde estas?

-Te dije que me iba a juntar toda la tarde y a cenar con unas compañeras de trabajo- suspiró luego de decir esa oración.

-Ups, lo olvidé. Bueno, yo ya estoy en casa y me voy a dar un baño. Te robé unas velas aromáticas.

-Bueno, hija. Tené cuidado que estas sola.

-Si mami. Bye bye- corté la llamada luego de su saludo y puse un poco de música desde el celular. Unos lentos de los 80' me iban a ayudar a relajarme.

Apagué el agua para que no se siga llenando la bañera y me metí. El agua estaba hermosa, no entiendo como los otakus se pierden de semejante placer.

Apoyé la cabeza en el borde de la bañera y cerré los ojos. Las imágenes llegaban por si solas a mi cabeza. Labios, manos, dedos, lengua y gemidos era todo lo que podía ver y oír en mi mente. 

Abrí los ojos de golpe y solté un suspiro cargado de frustración. Sal de mi maldita cabeza, Ashton.

Ashton.

Estaba tirado en mi cama con un brazo tapando mis ojos y una jodida erección que dolía como los mil infiernos. 

Yo fui el que le dijo que hoy iba a ser su placer únicamente, pero me arrepentí.

Necesito que me ayude, pero solamente necesito su ayuda.

Puse una mano encima de mi erección y masajee un poco encima de la ropa. Vamos a tener que hacer algo por la humanidad.

Me levanté de la cama y me dispuse a darme una ducha y darme, literalmente, una mano con la situación que tenía con mi pene.

Me metí al baño y me desvestí en tiempo record para meterme en la ducha y prenderla. 

Cuando el agua tocó mi cuerpo apoyé una mano en la pared y la otra la dirigí a mi miembro apretando desde la base y subiendo lentamente por la longitud hasta llegar al falo donde hice masajes circulares con mi dedo pulgar. Me mordí el labio inferior porque me negaba a soltar gemidos cuando estaba haciendo esta estupidez que dejé en mi adolescencia y que ahora la hacía por una niña.

Empecé a mover mi mano de arriba hacia abajo en movimientos lentos al principio que luego se volvieron más rápidos y desesperados. Tenía que acabar -literalmente- con esto ya.

A mi mente llegaron sus gemidos y joder, sentí que se ponía más tiesa en vez de que bajara. 

Apreté los dientes y seguí moviendo mi mano con velocidad mientras soltaba suspiros de puro placer. Uno, dos, tres, cuatro bombeos más fueron suficientes para acabar en mi mano y en la ducha.

Golpee la pared con fuerza e intenté regular mis respiración. Sentía como las fosas nasales se dilataban por la rabia que sentía.

El problema no fue lo que hice, sino lo que dije. Mejor dicho, el nombre que solté al final.

-Adah...


Mi Vecino| a.iWhere stories live. Discover now