Capítulo 4

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Se hizo un gran silencio. El agua que recogía la madera de lo que antes había sido un intento de casa, pasó a alimentar el pasto, y la madera quedó mal apelotonada justo al lado de las dos gemas. Y de ellas, ahora era Lapis la que no podía creer lo que estaba escuchando. Al igual que Peridot, era lo último que esperaba.

- ¿Qué?

- He dicho que – Peridot no sabía como había podido decir lo que había dicho, pero se dio cuenta que la única forma de salir de esa situación, era profundizando en ello. – te quiero. Lapis, yo me preocupo por ti y te he ayudado cuándo he podido, porque, te tengo un gran aprecio. Me pareces una gema increíble y ojalá yo fuera tan valiente como tú. Te mentiría si dijese que no pienso en ti varias veces al día.

"A mí me dan igual mis experimentos, me da igual la estatua de Steven, o lo que las gemas de Cristal piensen de nosotros. Pero yo he visto a las gemas de Cristal, a la fusión Garnet, a Steven y su amiga humana Connie. He visto como se tratan. Y había pensado en que tú y yo pudiéramos tener algo similar. Y si, tienes razón, fui egoísta. Debí pensar en ti. Ahora es probable que me odies para siempre – Peridot lo había soltado todo, y ahora era cuándo empezaba a quebrársele la voz. No había llorado en ningún momento de la conversación, hasta ahora. – y la verdad, no te culpo.

Peridot había soltado esas últimas palabras con la voz completamente rota, y para el final, estaba completamente de rodillas ante Lapis, llorando desconsoladamente otra vez por lo que había tenido que decirle. No sabía que iba a pasar. Pasaron los segundos, y nada ocurría, y Peridot pensaba que quizás eso que había dicho solo había empeorado la situación. Era de noche, hacía frío y no se oía nada excepto el sonido de los grillos. Pero en un momento indeterminado, Peridot empezó a escuchar el sonido de unos pasos que cada vez se hacían más cercanos, pero las lágrimas en sus ojos no la dejaban ver de quién era, aunque lo podía imaginar. La sorpresa para ella fue cuándo esos pasos se detuvieron, y de pronto, Peridot dejó de sentir el frío de la noche, a un extraño calor. Calor corporal. Una vez, y aún con los ojos llorosos, Peridot alzó la mirada, y pudo distinguir la figura de Lapis, quién tenía los párpados igual de húmedos, con una sonrisa en su cara, mientras la abrazaba.

- Oh, Peridot. – La voz de Lapis sonaba ahora mucho más cálida, pero se notaba igual de sensible. – No te odio. Perdona haberte gritado.

Peridot se dejó abrazar por Lapis, y sintió que no tenía que decir nada más. Y cuándo creyó que ya podía, le devolvió el abrazo. Ambas estaban llorando, ambas lo habían pasado mal, pero ahora ambas tenían una pequeña sonrisa en su rostro. Se habían perdonado la una a la otra, sin decir una sola palabra.

- Y perdona por no haberte dicho – Continuó Lapis. – lo mucho que te agradezco todo lo que has hecho por mí. ¿Crees que va a ser así el resto de nuestra vida?

- No lo creo, Lapis. – Peridot cogió algo de confianza. – Lo prometo.

Fundidas ambas en un abrazo de reconciliación, ambas ya se habían todo lo que había de decir. Y de mientras, Steven las observaba desde la distancia, con una sonrisa aún más grande y unos prismáticos. Todo había ido como el que quería que fuese. Y puede que incluso mejor.

Delante de sus ojos, la luz que Steven había visto formarse entre Lapis y Peridot en la playa, volvió a materializarse entre ellas dos. Sus gemas empezaron a brillar, y sus cuerpos volvieron a desvanecerse en un cúmulo de luz azul y verde. Pero esta vez, de forma progresiva y natural, sin una voz resaltando por encima de la otra, la luz resultante empezó a formar algo nuevo, algo que conforme el proceso de metamorfosis avanzaba, cada vez se parecía más a una figura humanoide, una figura humanoide muy grande. Un gran destello alumbró a un ya alucinado Steven, y el chico medio-humano pudo ver lo que llevaba tiempo esperando.

La fusión medía más de tres metros. Tenía un pelo alargado y liso, de color verde cian, y los ojos de color verde menta. Su traje era una mezcla del de Peridot y Lapis, y era reconocible el visor amarillo de la primera, y las alas de la segunda, de agua. La fusión tenía la misma sonrisa que las dos personas que la integraban en el momento de su aparición, pero tras percatarse de su experiencia, su rostro pasó a mostrar gran sorpresa, y tanto asombro, que cayó repentinamente al suelo. Mirando uno de sus cuatro brazos, ese ser aún sin nombre aún no llegaba a comprender del todo su existencia. Un preocupado Steven pensó que se iba a deshacer, pero no. Con la misma repentinidad, la fusión dio un salto de alegría, con una sonrisa de oreja a oreja aún más grande que la de antes, y con una nueva vitalidad. De otro salto, llegó directamente a donde Steven, e incapaz de contener su gozo, lo levantó con la mitad de sus manos:

- ¡Gracias Steven! – Por supuesto, la voz del ser era una mezcla de la de Lapis y Peridot.

- No. – Steven asintió, finalmente tranquilo y seguro de que todo había terminado bien. – Gracias a vosotras... a ti, Amazonite.
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Amazonite y Steven volvieron a casa, y por supuesto, volvieron a poner el dedo de la estatua en el lugar que le correspondía. Amazonite envolvió la roca en una burbuja hecha por el agua del océano, y le clavó una viga de acero para poder re-insertarla en el resto de la mano, mientras que Steven lo miraba todo desde abajo. Ya sin preocupaciones, el chico empezó a pensar en lo que raro que era que ninguna de las gemas de Cristal hubiese llegado aún. Y como el destino le leyera el pensamiento, Steven escuchó a su derecha los pasos de alguien que estaba corriendo hacia donde el estaba. Era Pearl.

- Steven, perdona. – Pearl estaba hasta cansada por lo todo que había corrido... - El restaurante hoy ha tenido muchos clientes y hemos tenido que cerrar tarde, espero que no hayas tenido mie...

Pearl no acabó su frase, por que empezó a prestar atención a esa fusión gigante que estaba delante de su casa, y como la fusión se disolvía en una enorme luz, y de como esa enorme luz surgían Lapis y Peridot, aún abrazadas y aún con una gran sonrisa en los labios. Al menos por un pequeño rato, por que después Lapis levantó a Peridot agarrándola por los brazos, y ambas empezaron a reírse y a hablar entre ellas, con palabras que ni Steven ni Pearl podían entender de lo lejos que estaban. Steven giró su cabeza para ver a Pearl, y la gema estaba con otra sonrisa pícara, de quién sabe lo que el otro está pensando.

- Steven, un día esas dos tendrán que hablar de ciertas cosas, siempre te lo digo.

- ¿Sabes, Pearl?

Creo que ya lo han hecho.

I Walk the LineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora