MI MARIDO UN DESGRACIADO

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Despertándome temprano, con mi marido aún dormido, vuelto hacia su pared, muy de madrugada, más temprano del común de los días. Con un ánimo alborotado, más bien ánimo político.                                         

Todo comenzó con la visita a la casa de mi hermano Joaquín, despertando en mí un deseo de justicia, justicia más bien apasionada, al escuchar a su mujer, con tan repentina moralidad, al hablar con enceguecido odio, en contra de los gay, de la homosexualidad y de las malditas locas.                

_Los gay no entrarán en el reino de los cielos, son unos malditos abominables_.                                 

_Y tu tampoco_                              

Le respondí algo burlona. Con sus ojos más abiertos que los ojos de una lechuza, me preguntó de ¿Por qué, no?     

--¡Simplemente porque al cielo suben los puros de cuerpo y alma y son llamados los ciento cuarenta y cuatro mil, por lo que veo tu no encajas en ese grupo, celestial predilecto!_             

_¡Aunque así fuera, Dios aborrece a esos pervertidos y yo como cristiana, también debo aborrecerlos, lo dice la biblia!_

Comencé a sentirla ofuscada, le respondí que _Está sucediendo lo mismo, de la abolición a la esclavitud. La biblia hablaba de la esclavitud  como si fuera algo normal y cuando el presidente Lincoln, de los Estados Unidos, la abolió y otros países antes se produjo el caos, que le costó la muerte, la de él y tantos más, ellos son diferente y nada más, igual a los paralíticos, los ciegos, o los síndrome de down, todos ellos nacieron defectuosos, en total, cada uno busca sus placeres y su felicidad a su antojo modo_ Carlos sonrió.                             

_Más encima quieren criar hijos_     Continuando con su debate, le respondí que.                             

_Son seres igual a nosotros, solo porque se acuestan juntos, simplemente eso, serían excelentes padres y madres, criarían niños estables, emocional y físicamente, con mucho amor, diferente a los niños de padres alcohólicos, drogadictos, padres mal tratadores o a los niños que son abandonados, porque sus padres rehicieron su vida y son un estorbo para ellos_                         

La mirada que me clavo mi esposo, me dio a entender que ya era suficiente.

_Aun así todos los cristianos votaremos en contra de esa corrupción_ .                                  

En el trayecto hacia mi casa, comprendí que se estaba frente a un gran y poderoso adversario. Me encantaba la idea de la educación gratis, Respiré muy desanimada, recordando al padre ausente que había escogido para mis hijos, sin amor, sin tiempo para sus hijos, niños carentes de consejos, de juegos, de complicidad paterna. Luego entendí, que la terquedad adquirida por los cristianos, es la misma que me embargaba a mí, atada a esa terquedad que me mantenía sumida en un lago de odiosidad, de maldiciones, de soledad, de incertidumbre, por momentos encolerizada, por los amargos recuerdos, de esos treinta años de un matrimonio, que me estancó, me cambió, me comprometió, a una lucha constante, nadando contra la corriente, de esas aguas turbias, que no me dejaban ver a los míos, mis hijos, los que crecían carentes de un padre comprometido, de un padre consciente de las inquietudes, de las carencias normales, de todo adolescente. Cargando con las equivocadas responsabilidades. Responsabilidades que luego fueron cuestionadas y rechazadas por el propio padre. Fue ahí donde despertó en mí la cólera adormecida, haciéndole ver sus faltas, sus arraigados vicios, los que mantuvo sin percatarme, desde antes de casarnos, desestimando los dichos y advertencias de mí amado padre, me casé, sin tener claro de la calidad de amor que recibiría. Un amor excesivamente pobre, mezquino a mi juicio, comparándolo con el dulce, dedicado y tierno amor, que yo le entregaba cada minuto juntos, sin cuestionarle sus faltas, sus diferencias.                                              

Mi marido un desgraciadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora