35: Abandono

3.6K 398 32
                                    

Todas sus palabras me dolieron, porque creí que ella se pondría feliz con la noticia, con la relación entre Mónica y yo, pero me he equivocado. Además de que el simple hecho de oír que se está refiriendo a ella de esa forma tan cruel y sin siquiera conocerla, me hizo perder el control por completo.

—¡Ya basta! — jamás me hubiera atrevido a alzarle la voz a mi madre, pero me sentí presionado y muy herido—. Mónica es una mujer sumamente especial. Es inteligente, trabajadora, honesta, noble; es una mujer maravillosa y perfecta; aunque digan que la perfección no existe, esa palabra para mí la describe a la perfección. Está fuera de lugar que quieras hacerme elegir entre las dos, porque para mí las dos son importantes y porque no hay necesidad de hacerlo. Mónica es la única mujer que quiero en mi vida y por eso me voy a casar con ella, ¡quieras aceptarlo o no!

—No... no puedo creer lo que estoy escuchando. Has perdido por completo la razón — retrocede, sujetando su hombro.

—No, no he perdido la razón, mamá. Estoy totalmente cuerdo y seguro de mis sentimientos hacia ella. La quiero como nunca he querido a alguien y no voy a renunciar a ella solo por lo que tú digas.

—No, no puedes — sus labios están pálidos y, por alguna razón, está retorciéndose de dolor y sujetando su hombro como si le doliera.

—¿Estás bien, mamá? — me acerco a ella y escucho su respiración agitada.

—Hay que llevarla al hospital ahora — Mónica entra a la cocina y se acerca a mi madre, pero ella trata de alejarla.

—No... no me toques — cae de rodillas presionando más fuerte su hombro y no encuentro más remedio que levantarla en mis brazos para llevarla al auto.

Me siento con ella en el asiento trasero, tratando de asistirle, mientras Mónica es quien maneja. Mi madre casi no puede respirar, su cuerpo tiembla y sus labios siguen pálidos.

—Mamá, ¿qué está pasando? ¿Qué sientes?

—Debe ser un ataque cardíaco — responde Mónica.

Tan pronto llegamos al hospital, a ella la llevan dentro y nos quedamos en la sala de espera. Mónica estaba llorando sin consuelo y yo ni se diga. Solamente saber que fue por mi culpa que ella se puso así, me hace sentir el peor hijo que existe. Noté que algo no estaba bien, a pesar de eso seguí atacándola.

Estuvimos bastante tiempo esperando en silencio. Mónica seguía cabizbaja, llorosa y temblorosa.

—Lo siento mucho, Steven. Yo no quería que las cosas se tornaran así por mi culpa.

—Tú no tienes la culpa, Mónica. La tuve yo por haberle gritado. Olvidé su situación de salud. En primer lugar, no debí haberla puesto en esta situación.

—Tienes razón. Yo tampoco debí permitir esto.

—¿Qué dices?

El doctor nos interrumpe, dándonos la noticia de que han logrado estabilizar a mi mamá y que podría entrar a verla. Por fortuna, llegamos a tiempo al hospital.

—Ve, te esperaré aquí — dice.

—Ya mismo regreso.

—Te quiero mucho — me da un beso en la mejilla.

—Y yo a ti. Ya todo está bien.

Entro a ver a mi madre y ella sigue pálida. Ni siquiera me atrevo a mirarla a la cara. Está consciente, pero no dice tampoco una sola palabra y, con las indicaciones que me dio el doctor antes de entrar, será mejor que tampoco la altere de nuevo o diga algo que le recuerde lo sucedido.

Perdido En Tus Curvas [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora