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Las personas piensan que según qué carreras así es el material de estudio. Se equivocan, pensó Dasha cargada con un montón de volúmenes sobre sexualidad e investigaciones que debía revisar para elaborar los exámenes finales. El material de trabajo siempre es extenso. Los más de 15 libros pesaban en sus brazos en un alto montón que apenas le permitía ver por donde iba. Murmurando los títulos estilo diatriba para recordarlos todos Dasha caminó temblando en sus tacones de siete centímetros por los pasillos del área de profesores de la universidad.
Un murmullo de disculpa ofreció a quien quiera que era la persona con la que casi choca. Debía terminar todo con la mayor rapidez posible si quería verdaderamente disfrutar de las ultimas vacaciones luego de los próximos parciales del semestre. Distraída en su lista de tareas estaba cuando siente que algo desagradable y pegajoso se incrusta a la suela de su zapato.
— Jodida mierda — masculla ella tratando de despegar su pie de lo que podría apostar era un chicle. Bizqueando por el costado del montón de libros ve que mientras mas levanta el pie mas se estira la desagradable cosa haciendo prácticamente imposible deshacerse de él.
Maldiciendo los órganos sexuales de todos los animales existentes asha comienza a hcer equilibrio sobre una de sus piernas mientras agita la otra tratando de deshacerse de la cosa pringosa en su zapato y aprieta fuertemente contra su pecho la montaña de libros par que no se caiga. Agradeciendo al dios de los orgasmos que el pasillo esté absolutamente desierto porque su actuación rídicula y completamente sin sentido sería un buen acto de entretenimiento cómico y ganador de las burlas (que con tanto ahínco se había dispuesto a franquear) de sus alumnos y colegas. A Dasha no había nada que le apeteciera menos que convertirse en el payaso de la universidad.
En medio de las sacudidas el pie que seguía apoyado en el suelo se torció dolorosamente haciendo que el frágil y fino tacón crujiese estruendosamente mientras se partía y el precario equilibrio que mantenía a Dasha de pie se perdía por completo. Dasha gritó mientras caía en lo que parecía la parodia de una famosa película cómica, a cámara lenta. La montaña de libros cayó de sus manos, desperdigándose por el suelo con un sonido mas similar a la explosión de una granada que a la simple caída de viejos volúmenes.
La caída robó el aire de los pulmones de Dasha que se quedó sin respiración. Afortunadamente, como acto reflejo Dasha había extendido los brazos para frener la caída por lo que a pesar de que se llevó los codos magullados y los brazos adoloridos evitó un posible golpe fuerte al cráneo. Dasha respiró un par de veces, agitada. Sin saber que hacer o pensar. Ahora se encontraba en el suelo dando una imagen deplorable con los codos y antebrazos llenos de raspones lo mas posible sanguinolentos, con el tobillo latiendo tan fuerte como si tuviera un hierro candente por hueso y sin la energía necesaria para levantar la cabeza de donde la había apoyado mirando fijamente el techo y rodeada de libros desperdigados por doquier. Verdaderamente daba una imagen de pena.
El dolor, punzante y agudo, nubló su mente. Metafóricamente Dasha podía haber afirmado ver estrellas. Su pierna latía del dolor y las pequeñas heridas en sus brazos ardían. Mientras ella se concentraba en el malestar de su cuerpo no notó el tiempo, solo la presencia frágil de su carne herida y los compases constantes de su corazón.
Una mano larga de dedos finos de pianista o dibujante con las uñas perfectamente recortadas de forma pulcra se detuvo frente a sus ojos en una clara invitación de ayuda. Dasha se sentía tan cansada que ni siquiera había escuchado los pasos de Christopher acercarse, hasta que ahora, al alzar la mirada lo veía con una clara expresión de preocupación y compasión en el rostro.
— ¿Una mala caída? — preguntó él luego de que ella aceptara su mano a regañadientes y la levantara con dificultad.
Dasha no quería su ayuda, pero a pesar de todo su pie dolía intensamente y apenas podía mantenerse de pie mucho menos decir que lograra llegar a su oficina y luego todo el camino hasta su coche y un hospital para que revisaran lo que evidentemente era una fea torcedura en el tobillo. Necesitaba a Christopher por mal que le pareciese porque para colmo había dejado su teléfono móvil abandonado con su bolso en su escritorio y no tenía a quien más pedirle ayuda. Era o él o esperar a que apareciera alguien mas y la terrible hora de almorzar se acercaba. Dasha se resignó con evidente molestia.
— ¿Y tu qué eres? ¿Mi sombra? — respondió ella mordaz. Christopher sonrió divertido al ver como el malhumor de Dasha era contrarrestado por la necesidad de apoyo para mantenerse en pie y arrecostaba su hermoso cuerpo al suyo. Aprovechando la situación con agilidad le quitó los zapatos posibles causantes de la tragedia. Ella estuvo a punto de protestar pero prefirió mantener la boca cerrada.
Al sur del cuerpo de él las cosas se empezaron a poner “derechas” y es que no podía evitar cada vez que la veía las ganas de poseerla. Ni siquiera cuando se sentía tan preocupado por su salud. Cuando Christopher la vio allí, tirada en el suelo, apenas moviéndose, algo dentro de sí se apretó, lleno de angustia y temor. Tuvo ganas de correr hacia ella; abrazarla contra su pecho y despertarla a besos, pero cuando vio sus ojos abiertos y su respiración estable, el ritmo desbocado de su corazón se ralentizó y respiró mejor y mas tranquilo. Aun así, verla toda herida y adolorida le daban ganas de meterla profundamente en aquel espacio inocente y puro de su corazón que solo le pertenecía a los sentimientos que tenía por ella y guardarla hasta que se mejorara.
Pasándole el brazo sobre los delicados hombros de ella para conseguir que se apoyara en su cuerpo, Christophr bromeó:
— Me atrapaste. — sujetándola fuertemente le susurró al oído de forma sensual. — Ese es mi súper poder. Aparte de darte orgasmos alucinantes. Shhhh no se lo digas a nadie. Es secreto. — dijo abriendo los ojos grandemente con horror para darle importancia y cerrándose la boca con lo que debía ser un zipper imaginario.
A pesar de su enfado, Dasha curvó sus labios levemente en una pequeña sonrisa y se negó a decir palabra. Satisfecho de su logro Christopher continuó sonriendo hasta llevarla a su oficina. Christopher era paciente y cuidadoso mientras la guiaba lentamente por los pasillos aguantando todo el peso de su cuerpo contra él. El silencio en el que ambos se fundieron fue tranquilo y despreocupado.
Hasta que llegaron a la oficina de Dasha y se disponían a entrar para buscar la llave del coche y el rostro atractivo y sumamente horrorizado de Everett Johnson los interceptó.
— Dasha, ¿qué te ha sucedido? — exclamó el profesor tomándola por la cintura y alejándola del fuerte y delicado agarre que Christopher mantenía sobre ella. El alumno hizo una mueca de desprecio.
Dasha, notando prontamente el aire hostil de su alumno para con Everett decidió intervenir antes de que este la agarrara por la fuerza y entre ambos empezaran a tironearla como si fuera una marioneta. Lanzándole a Christopher una mirada de “Yo-me-encargo-de-todo.-No-debes-meterte.” dijo con calma para tranquilizar al alarmado profesor Johnson-viejo amante.
— Estoy bien Everett. Sólo fue un mal paso, creo que me lastimé el tobillo. Si no fuera por el señor Perkins aun seguiría tumbada en el suelo maldiciendo a todos los zapatos de tacón. — sonrió con lo que parecía fría amabilidad.
— Entonces debemos darles gracias al señor Perkins por su ayuda. — analizó Everett profundamente con la mirada a Christopher. Como calibrándolo. El estudiante le devolvió la mirada con temple. Finalmente Everett dejó de analizarlo y rodeó con los brazos a Dasha. — Ahora lo mejor será que te lleve al hospital y te revisen ese pie.
Sin mirar atrás, Everett comenzó a dirigir a Dasha a la salida sin dedicarle siquiera una mirada al ahora estupefacto Christopher que ahora apretaba con furia los puños de las manos a punto de salir y arrancar a Dasha de los brazos de ese cabrón que la alejaban de él.
— Pero... — trató de replicar Dasha mirando por el rabillo del ojo la reacción de su alumno.
— Pero nada. Lo esencial ahora es curarte. Lo demás vendrá después. — dijo Everertt quitándole importancia al asunto, interrumpiéndola.
Sorprendida Dasha miró el rostro de Christopher pidiéndole calma. Él mientras tanto vio como su corazón se alejaba con el imbécil por el cual nunca podría ganársela a ella.

La emocionante existencia de una adicta al sexoWhere stories live. Discover now