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Era un día caluroso de domingo, los dos estábamos parados en la resolana. Las manos me sudaban. Mi corazón lanzaba sangre luego de muchas veces  años de haber estado detenido, era casi un extraño en mi cuerpo, pero él todo lo podía e incluso podía levantarme de la muerte con solo rozar el alma que se me escapaba.

Yo no lo veía hace muchos años, pero estábamos ahí y no me atrevía a decir ni una palabra, aunque quería preguntarle tanto. Siempre había dudado de que si algo lo impulsara, si estaba lo suficientemente vivo como para. incluso él,  tener sus demonios personales. Toda la vida había bailado con mis demonios, y el me había ayudado a seguirles el ritmo, pero esta vez parecía que el que necesitaba ayuda era aquel hombre de cabellos oscuros, pero yo ya no sabía como tratar demonios.

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