Capitulo 6 "Clase Con El Enano Rosa"

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Estabamos en el desayuno cuando mi padrino empezo a repartir los horarios hasta que paro con nosotros.
-No hace falta decir que tengan cuidado con la nueva Profesora de DCAO- dijo viendonos serio.
-Hablas del enano rosa?- dije viendolo sonriendo y mi padrino rodo los ojos.
-Comportate con ella- dijo por ultimo y entregando nuestros horarios.

Las clases pasaron rapido hasta que llego la hora de Pociones, la cual me encantaba y a diferencia de Harry era genial en esta materia.

La pocion no era complicada,solo se tenian que seguir las instrucciones al pie de la letra
Había que echar los ingredientes en el caldero en el orden y las cantidades precisas; había que remover la mezcla exactamente el número correcto de veces, primero en el sentido de las agujas del reloj y luego en el
contrario; y había que bajar el fuego, sobre el que la pócima hervía lentamente, hasta que alcanzara los grados adecuados durante un número determinado de minutos antes
de añadir el último ingrediente.
—Ahora un débil vapor plateado debería empezar a salir de vuestra poción —advirtió mi padrino cuando faltaban diez minutos para que concluyera el plazo.
Mi padrino empezo a pasar por los calderos,cuando paso por el de los Slitheryn no dijo nada, eso queria decir que estaba bien.
Al llegar junto al caldero de Harry, sin embargo, mi padrino se detuvo y miró su contenido con una espantosa sonrisa burlona en los labios.
—¿Qué se supone que es esto, Potter?
Los estudiantes de Slytherin que estaban sentados en las primeras filas del aula levantaron la cabeza, expectantes y junto a ellos yo; les encantaba oír cómo mi padrino se burlaba de Harry y a mi tambien.
—El Filtro de Paz —contestó el chico, muy tenso.
—Dime, Potter —repuso Snape con calma—, ¿sabes leer?
Draco no pudo contener la risa.
—Sí, sé leer —respondió Harry sujetando con fuerza su varita.
—Léeme la tercera línea de las instrucciones, Potter.
El muchacho miró la pizarra con los ojos entornados, pues no resultaba fácil descifrar las instrucciones a través de la niebla de vapor multicolor que en ese
instante llenaba la mazmorra.
—«Añadir polvo de ópalo, remover tres veces en sentido contrario a las agujas del reloj, dejar hervir a fuego lento durante siete minutos y luego añadir dos gotas de
jarabe de eléboro.»
Entonces se le cayó el alma a los pies. No había añadido el jarabe de eléboro y había pasado a la cuarta línea de las instrucciones tras dejar hervir la poción a fuego lento durante siete minutos.
—¿Has hecho todo lo que se especifica en la tercera línea, Potter?
—No —contestó él en voz baja.
—¿Perdón?
—No —repitió Harry elevando la voz—. Me he olvidado del eléboro.
—Ya lo sé, Potter, y eso significa que este brebaje no sirve para nada. ¡Evanesco!—La pócima de Harry desapareció y él se quedó plantado como un idiota junto a un
caldero vacío—. Los que hayáis conseguido leer las instrucciones, llenad una botella con una muestra de vuestra poción, etiquetadla claramente con vuestro nombre y
dejadla en mi mesa para que yo la examine —indicó luego mi padre—. Deberes: treinta centímetros de pergamino sobre las propiedades del ópalo y sus usos en la fabricación
de pociones, para entregar el jueves.
 
Dijo mi padrino dando por terminada la clase la cual recijimos nuestras cosas y salimos hacia la siguiente DCAO.

Cuando entramos la Profesora
Umbridge ya estaba sentada en su sitio. Llevaba la suave y esponjosa chaqueta de
punto de color rosa que había lucido la noche anterior, y el lazo de terciopelo negro
en la cabeza.
Los alumnos guardaron silencio en cuanto entraron en el aula; la profesora
Umbridge todavía era un elemento desconocido y nadie sabía lo estricta que podía ser
a la hora de imponer disciplina.
—¡Buenas tardes a todos! —saludó a los alumnos cuando por fin éstos se
sentaron. Unos cuantos respondieron con un tímido «Buenas tardes»—. ¡Ay, ay, ay!
—exclamó—. ¿Así saludáis a vuestra profesora? Me gustaría oíros decir: «Buenas
tardes, profesora Umbridge.» Volvamos a empezar, por favor. ¡Buenas tardes a todos!
—Buenas tardes, profesora Umbridge —gritó la clase.
-Esta cree que somos niños de 5 años- le dije con cara de asco a Draco el cual solo sonrio
—Eso está mucho mejor —los felicitó con dulzura—. ¿A que no ha sido tan
difícil? Guardad las varitas y sacad las plumas, por favor.
Unos cuantos alumnos intercambiaron miradas lúgubres; hasta entonces la orden
de guardar las varitas nunca había sido el preámbulo de una clase que hubieran
considerado interesante. Yo meti la varita en la mochila y saque la pluma, la tinta
y el pergamino. La profesora Umbridge abrió su bolso, sacó su varita, que era
inusitadamente corta, y dio unos golpecitos en la pizarra con ella; de inmediato,
aparecieron las siguientes palabras:
Defensa Contra las Artes Oscuras:
regreso a los principios básicos
—Muy bien, hasta ahora vuestro estudio de esta asignatura ha sido muy irregular
y fragmentado, ¿verdad? —afirmó la profesora Umbridge volviéndose hacia la clase
con las manos entrelazadas frente al cuerpo—. Por desgracia, el constante cambio de
profesores, muchos de los cuales no seguían, al parecer, ningún programa de estudio
aprobado por el Ministerio, ha hecho que estéis muy por debajo del nivel que nos
gustaría que alcanzarais en el año del TIMO. Sin embargo, os complacerá saber que
ahora vamos a rectificar esos errores. Este año seguiremos un curso sobre magia
defensiva cuidadosamente estructurado, basado en la teoría y aprobado por el
Ministerio. Copiad esto, por favor.
Volvió a golpear la pizarra y el primer mensaje desapareció y fue sustituido por
los «Objetivos del curso».
1. Comprender los principios en que se basa la magia defensiva.
2. Aprender a reconocer las situaciones en las que se puede emplear
legalmente la magia defensiva.
3. Analizar en qué contextos es oportuno el uso de la magia defensiva.
Durante un par de minutos en el aula sólo se oyó el rasgueo de las plumas sobre el
pergamino. Cuando los alumnos copiaron los tres objetivos del curso de la profesora
Umbridge, ésta preguntó:
—¿Tenéis todos un ejemplar de Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard?
—Un sordo murmullo de asentimiento recorrió la clase—. Creo que tendremos que
volver a intentarlo —dijo la profesora Umbridge—. Cuando os haga una pregunta,
me gustaría que contestarais «Sí, profesora Umbridge», o «No, profesora Umbridge».
Veamos: ¿tenéis todos un ejemplar de Teoría de defensa mágica, de Wilbert
Slinkhard?
—Sí, profesora Umbridge —contestaron los alumnos al unísono.
-Vayase al bosque- dije en voz baja y Draco rio,pero lo tapo con una tos.
—Estupendo. Quiero que abráis el libro por la página cinco y leáis el capítulo
uno, que se titula «Conceptos elementales para principiantes». En silencio, por favor.
La profesora Umbridge se apartó de la pizarra y se sentó en la silla, detrás de su
mesa, observándolos atentamente con aquellos ojos de sapo con bolsas.
Abri el libro y a la paguina 3 me aburri y busque la mano de Draco para unirla, la cual encontre rapidamente y nos agarramos de la mano.
Volte a la derecha y vi que Herms ni siquiera había abierto su ejemplar de Teoría de defensa mágica y estaba
mirando fijamente a la profesora Umbridge con una mano levantada.
Pero pasados unos minutos más, y yo deje de ser la única que observaba a
Greanger. El capítulo que les habían ordenado leer era tan tedioso que muchos
alumnos optaban por contemplar el mudo intento de Greanger de captar la atención
de la profesora Umbridge, en lugar de seguir adelante con la lectura de los
«Conceptos elementales para principiantes».
Cuando más de la mitad de la clase miraba a Greanger en vez de leer el libro, la profesora Umbridge decidió que ya no podía continuar ignorando aquella situación.
—¿Quería hacer alguna pregunta sobre el capítulo, querida? —le dijo a Greanger como si acabara de reparar en ella.
—No, no es sobre el capítulo.
—Ahora estamos leyendo —repuso la profesora Umbridge mostrando sus
pequeños y puntiagudos dientes—. Si tiene usted alguna duda podemos solucionarla
al final de la clase.
—Tengo una duda sobre los objetivos del curso —aclaró Greanger
La profesora arqueó las cejas.
—¿Cómo se llama, por favor?
—Hermione Greanger.
—Mire, señorita Greanger, creo que los objetivos del curso están muy claros si los
lee atentamente —dijo la profesora Umbridge con decisión y un deje de dulzura.
—Pues yo creo que no —soltó Greanger sin miramientos—. Ahí no dice nada
sobre la práctica de los hechizos defensivos.
Se produjo un breve silencio durante el cual muchos miembros de la clase giraron
la cabeza y se quedaron mirando con el entrecejo fruncido los objetivos del curso, que seguían escritos en la pizarra.
—¿La práctica de los hechizos defensivos? —repitió la profesora Umbridge con
una risita—. Verá, señorita Greanger, no me imagino que en mi aula pueda surgir
ninguna situación que requiera la práctica de un hechizo defensivo por parte de los
alumnos. Supongo que no espera usted ser atacada durante la clase, ¿verdad?
—¡¿Entonces no vamos a usar la magia?! —exclamó Ronald en voz alta.
—Por favor, levante la mano si quiere hacer algún comentario durante mi clase,
señor…
—Weasley —dijo Ronald, y levantó una mano.
La profesora Umbridge, con una amplia sonrisa en los labios, le dio la espalda.
Harry y Greanger levantaron también las manos inmediatamente. La profesora
Umbridge miró un momento a Harry con sus ojos saltones antes de dirigirse de nuevo
a Hermione.
—¿Sí, señorita Greanger? ¿Quiere preguntar algo más?
—Sí —contestó ella—. Es evidente que el único propósito de la asignatura de
Defensa Contra las Artes Oscuras es practicar los hechizos defensivos, ¿no es así?
—¿Acaso es usted una experta docente preparada en el Ministerio, señorita Greanger? —le preguntó la profesora Umbridge con aquella voz falsamente dulce.
—No, pero…
—Pues entonces me temo que no está cualificada para decidir cuál es el «único propósito» de la asignatura que imparto. Magos mucho mayores y más inteligentes que usted han diseñado nuestro nuevo programa de estudio. Aprenderán los hechizos
defensivos de forma segura y libre de riesgos…
—¿De qué va a servirnos eso? —inquirió Harry en voz alta—. Si nos atacan, no va a ser de forma…
—¡La mano, señor Potter! —canturreó la profesora Umbridge.
Harry levantó un puño. Una vez más, la profesora Umbridge le dio rápidamente la
espalda, pero otros alumnos también habían levantado la mano.
—¿Su nombre, por favor? —le preguntó la bruja a Dean.
—Dean Thomas.
—¿Y bien, señor Thomas?
—Bueno, creo que Harry tiene razón. Si nos atacan, no vamos a estar libres de riesgos.
—Repito —dijo la profesora Umbridge, que miraba a Dean sonriendo de una
forma muy irritante—: ¿espera usted ser atacado durante mis clases?
—No, pero…
La profesora Umbridge no le dejó acabar:
—No es mi intención criticar el modo en que se han hecho hasta ahora las cosas en este colegio —explicó con una sonrisa poco convincente, estirando aún más su ancha boca—, pero en esta clase han estado ustedes dirigidos por algunos magos muy
irresponsables, sumamente irresponsables; por no mencionar —soltó una desagradable risita— a algunos híbridos peligrosos en extremo…
—Si se refiere al profesor Lupin —saltó Dean, enojado—, era el mejor que jamás…
—¡La mano, señor Thomas! Como iba diciendo, los han iniciado en hechizos
demasiado complejos e inapropiados para su edad, y letales en potencia. Los han asustado y les han hecho creer que podrían ser víctimas de ataques de las fuerzas oscuras en cualquier momento…
—Eso no es cierto —la interrumpió Herms—. Sólo nos…
—¡No ha levantado la mano, señorita Greanger!
Herms la levantó y la profesora Umbridge le dio la espalda.
—Tengo entendido que mi predecesor no sólo realizó maldiciones ilegales
delante de ustedes, sino que incluso las realizó con ustedes.
—Bueno, resultó que era un maniaco, ¿no? —terció Dean acaloradamente—. Yaun así, aprendimos muchísimo con él.
Algunos Slitheryn incluyendome nos movimos en nuestro asiento.
—¡No ha levantado la mano, señor Thomas! —gorjeó la profesora Umbridge—.
Bueno, el Ministerio opina que un conocimiento teórico será más que suficiente para
que aprueben el examen; y al fin y al cabo para eso es para lo que vienen ustedes al
colegio. ¿Su nombre? —añadió mirando a Parvati, que acababa de levantar la mano.
—Parvati Patil. Pero ¿no hay una parte práctica en el TIMO de Defensa Contra las
Artes Oscuras? ¿No se supone que tenemos que demostrar que sabemos hacer las
contramaldiciones y esas cosas?
—Si habéis estudiado bien la teoría, no hay ninguna razón para que no podáis
realizar los hechizos en el examen, en una situación controlada —explicó la profesora
Umbridge quitándole importancia al asunto.
—¿Sin haberlos practicado de antemano? —preguntó Parvati con incredulidad—.
¿Significa eso que no vamos a hacer los hechizos hasta el día del examen?
—Repito, si habéis estudiado bien la teoría…
—¿Y de qué nos va a servir la teoría en la vida real? —intervino de pronto Harry, que había vuelto a levantar el puño.
La profesora Umbridge lo miró y dijo:
—Esto es el colegio, señor Potter, no la vida real.
—¿Acaso no se supone que estamos preparándonos para lo que nos espera fuera del colegio?
—No hay nada esperando fuera del colegio, señor Potter.
—¿Ah, no? —insistió Harry.
—¿Quién iba a querer atacar a unos niños como ustedes? —preguntó la profesora
Umbridge con un exageradísimo tono meloso.
—Humm, a ver… —respondió Harry fingiendo reflexionar—. ¿Quizá… lord
Voldemort?
Esto habia llegado al limite y Harry se iba a meter en problemas asi que levante la mano y la por Umbrige me dio la palabra
-Si querida...- me pregunto
-Carolina Potter. Entones usted no va a enseñarnos los hechizos para los TIMOS- dije viendolo y causando una sonrisa de la Profesora
-Gracias Señorita Potter, su abuela era una excelente bruja y no dudo que usted lo sea,Lucius Malfoy me a hablado bien de usted,espero que no me decepcione- dijo con su odiosa voz,en ese momento vi a Draco asombrada,¿Como conocia esta mujer a mi abuela?
—Diez puntos menos para Gryffindor, señor Potter —dijo, y los alumnos se
quedaron callados e inmóviles observando tanto a la profesora Umbridge como a Harry—. Y ahora, permítanme aclarar algunas cosas. —La profesora Umbridge se puso en pie y se inclinó hacia ellos con las manos de dedos regordetes abiertas y apoyadas en la mesa—. Les han contado que cierto mago tenebroso ha resucitado…
—¡No estaba muerto —la corrigió un Harry furioso—, pero sí,ha regresado!
—Señor-Potter-ya-ha-hecho-perder-diez-puntos-a-su-casa-no-lo-estropee-más —recitó la profesora de un tirón y sin mirar a Harry—. Como iba diciendo, les han informado de que cierto mago tenebroso vuelve a estar suelto. Pues bien, eso es mentira.
—¡No es mentira! —la contradijo Harry—. ¡Yo lo vi con mis propios ojos!¡Luché contra él!
—¡Castigado, señor Potter! —exclamó entonces la profesora Umbridge,
triunfante—. Mañana por la tarde. A las cinco. En mi despacho. Repito, eso es mentira. El Ministerio de Magia garantiza que no están ustedes bajo la amenaza de ningún mago tenebroso. Si alguno todavía está preocupado, puede ir a verme fuera de
las horas de clase. Si alguien está asustándolos con mentiras sobre magos tenebrosos
resucitados, me gustaría que me lo contara. Estoy aquí para ayudar. Soy su amiga. Y ahora, ¿serán tan amables de continuar con la lectura? Página cinco, «Conceptos elementales para principiantes».
Y tras pronunciar esas palabras la profesora Umbridge se sentó. Harry, en cambio,
se levantó. Todos lo miraban expectantes, y Seamus parecía sentirse entre aterrado y
fascinado.
—¡No, Harry! —le advirtió Herms con un susurro que alcance a escuchar mientras le tiraba de la manga; pero su amigo dio un tirón del brazo para soltarse.
—Entonces, según usted, Cedric Diggory se cayó muerto porque sí, ¿verdad? — dijo Harry con voz temblorosa.
Todo el mundo contuvo la respiración.
Ávidos de noticias, miraron a Harry y luego a la profesora Umbridge, que había arqueado las cejas y observaba al muchacho muy atenta, sin rastro de una sonrisa forzada en los labios.
—La muerte de Cedric Diggory fue un trágico accidente —afirmó con tono
cortante.
—Fue un asesinato —le discutió Harry, que entonces se dio cuenta de que estaba temblando. No había hablado con casi nadie de aquel tema, y menos aún con treinta
compañeros de clase que escuchaban ansiosos—. Lo mató Voldemort, y usted lo sabe.
El rostro de la profesora Umbridge no denotaba expresión alguna. Durante un momento Harry creyó que iba a gritarle, pero ella, con la más suave y dulce voz infantil, dijo:
—Venga aquí, señor Potter.
Harry apartó su silla de una patada, dio unas cuantas zancadas, pasando al lado de Ron y Herms, y se acerco a la mesa de la profesora. Era consciente de que el resto de la clase seguía conteniendo la respiración, pero estaba tan furioso que no le
importaba lo que pudiera ocurrir.
La profesora Umbridge sacó de su bolso un pequeño rollo de pergamino rosa, lo extendió sobre la mesa, mojó la pluma en un tintero y empezó a escribir encorvada
sobre él para que Harry no viera lo que ponía. Nadie decía nada.
Aproximadamente después de un minuto, la profesora enrolló el pergamino, que,
al recibir un golpe de su varita mágica, quedó sellado a la perfección para que Harry
no pudiera abrirlo.
—Lleve esto a la profesora McGonagall, haga el favor —le ordenó la profesora
Umbridge tendiéndole la nota.
Harry la cogió sin decir nada, salió del aula sin mirar siquiera a Ron,Herms o a mi y cerró de un portazo.
La clase continuo en silencio hasta que termino y todos salimos casi corriendo
-Vaya espectaculo- dijo Draco
-Es un terco,no sabe quedarse callado- dije viendo al frente estaba asustada por el castigo de mi hermano




Esta largo mañana publicare mas y espero terminar rapido para asi seguir con las siguientes historias que les tengo preparadas.
No olviden su estrellita y seguirme
HC

Dame Tu Mano {Draco Malfoy}Where stories live. Discover now