Déjate llevar.

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Cuando me despedí de él por chat me quedé por unos minutos tumbada en la cama.
Me dijo "déjate llevar" y yo sabía que a veces carecía de esa cualidad tan... libre.
Preguntándome a dónde nos llevaría hoy la vida y observando las lucecitas amarillas del techo me levanté y me dirigí al espejo. Me desnudé y me miré. Vi el collar colgando de mi cuello color esmeralda contrastando sobre mi piel bronceada. Desde que lo encontré no me lo quitaba jamás. Aún no lo terminaba de entender pero la vida era mejor desde que llegó.
Me dirigí al baño y me duché. Me permití el pequeño lujo de disfrutar unos minutos del tiempo parado y me dejé flotar en la nada. Al principio me agobiaba descansar. Pero ahora me daba tal paz mental que sabía que eso solo podía ser bueno.

Más tarde escogí unas medias de rejilla, unos botines negros y unos shorts del mismo color. Arriba me puse un top sin mangas de terciopelo burdeos. Pinté sobre mis ojos una raya fina pero larga de color roja. Dejé que fluyera el pincelito y dibujé varios puntos sutiles entorno a los ojos. Elegantes y a la par distintos de lo común. Pinté mis labios de rojo. Y esperé hasta que llegara.
Un cuarto de hora después, mi pelo ya estaba seco y con olor a rosas. Oí el móvil. Ya estaba aquí.
Bajé y le abrí. Como siempre, sonreía. Parecía cansado, lo cual era lógico tras tantas horas de trabajo. Ni si quiera me abrazó. Tan tímido como siempre.
Por fuera se le veía fuerte, alto y confiado. Por dentro, solo tenías que observar un poco pacientemente para conocer tal alma inocente y pura.

Dimos un paseo. Acabamos en un parque media hora después. Durante el camino contamos alguna anécdota y bromeamos. Pero en el parque solo andábamos oyendo el rock que sonaba del altavoz de mi móvil. "I was made for lovin' you" estaba sonando. Encontramos un edificio descuidado y entramos. Dentro había una fuente que funcionaba a la perfección. Nos sentamos en el borde y callados, oíamos el agua correr y mirábamos al cielo gracias a la ausencia de techo del lugar.

- ¿La osa mayor? - Dijo señalando tres estrellas que estaban juntas.

Me reí. - No. ¿No recuerdas la forma en la que se alineaban?

Me miró con su sonrisa inocente. Cogí su mano e imité el dibujo de aquella constelación en su piel. Luego me acerqué a él e intenté que la viera, aunque solo se distinguían tres de las estrellas de aquel conjunto, pues había demasiada luz. Mientras él me miraba algo perdido, me llevé la mano al collar. Lo encerré en mi puño, cerré los ojos e imaginé una noche sin luz de ninguna civilización que pude ver al abrir los ojos.

- Mira, no son difíciles de ver. - Volví a señalar el cielo y sus ojos perplejos observaron. Le brillaban mucho y parecía absorto.

Me tumbé en el suelo y también las vi. Notaba su mirada clavada en mí y me dejé observar. Minutos después le dije:
- ¿Qué miras tanto?
- ¿Qué? Si acabo de mirar. - Mintió.

Entre nosotros siempre había una lejanía física. Era curioso porque nuestras almas parecían acercarse con rapidez cada vez que pasábamos tiempo juntos.
"Déjate llevar". Recordé lo que me dijo este chico tan tímido. Imaginé la fuerza interior que deseaba tener para poder hacer con él todo lo que quería sin miedo. Me llevé la mano al pecho y busqué mi colgante.

Segundos después, me levanté y me dirigí a él despacio. Lo miré a los ojos y él a mí.

- ¿Qué miras tanto...? - Dijo burlándose.
- ¿Confías en mí? - Lo frené mirando a otro lado.
- ¿Qué?
- Ya me has oído.
- Sí, claro. - Rió.

Lo miré de nuevo. - Cierra los ojos.

Tras dudar unos segundos lo hizo.

Me acerqué aún más a él. Cogí su mano y lo levanté de la fuente. Hundí mis manos en el agua y las llevé a sus hombros. Los rocé muy suavemente con las yemas de mis dedos y arrastré esta hacia abajo por su brazo hasta llegar a las manos. Cogí una de estas y sin soltarla me puse delante suya. Llevé esa mano a mí cuello y dejé que me acariciara. Cogí su cara despacio. Acaricié su pelo. Abrió los ojos y me miró asombrado. Sus ojos se clavaron en mis labios y me acerqué hasta que estos se rozaron. Nos besamos mientras nos acariciábamos con dulzura. Hacía tiempo que soñaba con besar esos labios gruesos. Mordí el inferior y oí un leve rugido que escapó de su boca. Sonreí.

Dos horas después dormía apoyado en mi pecho. Era una pena que no fuera a recordar nada de esto. Pocas personas aguantan despiertas, por lo que pocas consiguen recordar lo que el colgante les hace sentir.

La vida de MargotOù les histoires vivent. Découvrez maintenant