capítulo 22

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La hermosa joven de cabellos azabache había pasado la noche en vela, el reloj de pared marcaba las 3 am y ella seguía sin poder dormir. Pensaba en su mala suerte, en lo que le había ocurrido con su peor enemigo y en que ahora se casaría con quien nunca pensó. Estaba a tiempo, la boda sería a las 3 pm, aún le quedaban 12 horas para cambiar de opinión.
-No, no podría hacerle eso a Inuyasha- caviló mirando al techo de su habitación. -Yo lo amo- confesó con firmeza como tratando de convencerse a sí misma. -Lo amo y por eso decidí casarme con él- suspiró preocupada. -¿Por qué estoy dudando?- se cuestionó con el ceño fruncido muy molesta consigo misma. -Él sí es un hombre de verdad, ha sabido respetarme, cuidarme y valorarme, Inuyasha me ha demostrado un amor incondicional y sincero, no debería estar dudando... Los nervios me tienen maaaal- se sentó a la orilla de la cama y tomó un sorbo de agua de la botella que estaba sobre la mesita de noche. -Bien Kagome, a dormir- se dijo a sí misma antes de volver a recostarse y hacerse un ovillo con la colcha.
La joven jamás se imaginó lo que estaba a punto de ocurrir.
La empresa de pirotecnia tenía programada una entrega en la hacienda el Ocote en ciudad Darío. Habían enviado un fuerte cargamento de fuegos artificiales, sin duda alguna, la venta del mes. El camión Kia transportaba un poco más de una tonelada de pirotecnia, iba conducido por un joven de unos 25 años, quien se hacía acompañar por otro muchacho quizá de la misma edad.
Al llegar al km 70 de la carretera panamericana norte, los jóvenes observaron a un par de oficiales en medio de la carretera; los oficiales le pedían detenerse y así lo hicieron aunque con cierta desconfianza.
-Buenos días. ¿podría bajar el cristal?- cuestionó el agente Smith acercándose a la ventana del conductor.
-Claro, muéstreme su placa- respondió el joven trigueño sin bajar el vidrio.
-Hmph- el platinado jaló la cadena que pendía de su cuello y sacó su placa para mostrarla a los jóvenes.
-Ahora, bajen del vehículo e identifiquense- ordenó el otro agente mostrando su placa de agente especial de la DEA.
Ambos jóvenes bajaron del camión y entregaron sus documentos a los oficiales de la DEA, no comprendían por qué los habían detenido, solo rogaban a Dios que el camión no llevara drogas en lugar de pólvora.
-Estamos en un operativo especial de la DEA y llevaremos este cargamento de fuegos artificiales personalmente- informó el ojidorado devolviéndole los documentos a los muchachos.
-¿Entendido?- inquirió violentamente el moreno. Le encantaba ver como la gente se asustaba al oír a un oficial levantar la voz.
-Si señor- respondieron ambos jóvenes al unísono.
-¿Que esperan para darnos sus uniformes?- gruñó el ojiazul haciendo tensar a los repartidores.
Ambos se desvistieron y entregaron pantalón, camisa, guantes y gorra a los oficiales.
-Si este operativo se cae porque ustedes van de bocones a la policía nacional, entonces, la Drug Enforcement administration, actuará en contra de esta empresa por proteger al crimen organizado- advirtió el platinado abriendo la puerta del conductor.
-No se preocupen, el dinero de esta mercancía será pagado por la institución- agregó el moreno un poco más relajado. El camión arrancó a toda velocidad y los jóvenes empleados se quedaron ahí sin saber qué hacer o decir.
Koga sabía perfectamente como llegar a la hacienda el Ocote, había ido de Darío al Ocote un centenar de veces, hacía tan solo un par de meses.
-Detente- le ordenó al ojidorado. -Estamos cerca del primer anillo de seguridad- afirmó el moreno. Sesshomaru estacionó el vehículo y ambos bajaron, se pusieron los uniformes de la empresa y dejaron sus uniformes policiales en una de las cajas del fondo.
-¿Por qué debemos disfrazarnos? ¡Es ridículo!- escupió el platinado haciendo un gesto de desagrado.
-Me extraña, oficial- se burló mientras se ponía la gorra. -Vamos a entrar sin ser detectados- agregó.
-Los hombres de la Miko nos van a reconocer- siseó mirando la ridícula gorra blanca con el logo de la empresa.
-No lo harán, contrató gente de aquí para su seguridad y ellos no nos conocen; son cambiados cada mes- explicó el moreno con una sonrisa de burla. Realmente ese uniforme no les quedaba nada bien.
-Andando- espetó el Gringo mientras subía nuevamente al camión.
Minutos más tarde, un grupo de hombres armados interrumpieron el camino de los agentes.
-¿Qué nota ahí? ¿Son los fuegos artificiales?- preguntó el joven paramilitar con un AK en sus manos.
-Si señor. ¿Quiere revisar?- respondió el ojidorado haciendo un esfuerzo sobrenatural para tratarle como a alguien muy importante.
-Sus identificaciones- demandó otro tipo que se acercaba con un AR 15.
-Aqui tiene señor- dijo el moreno al entregarle sus identificaciones. Realmente tuvo que morderse la lengua para evitar mandarlo al carajo.
-¿Con que José Álvarez y Mario Cruz?- cuestionó el fulano al ver las cédulas de ambos repartidores.
-Si, él es José y yo soy Mario- confirmó el ojidorado mirando fijamente al sujeto que no despegaba la vista de los documentos.
-Bien, bajen del camión- ordenó mientras abría la puerta del conductor y le entregaba ambas cédulas al platinado. -Vamos a revisarlos- informó haciendo un ademán para que ambos varones bajaran.
Sesshomaru y Koga bajaron del camión y fueron revisados por uno de los paramilitares mientras otros revisaban las cajas en el camión.
-Todo en orden- refirió uno de los delincuentes al bajar del camión. El tipo al mando asintió y dejó pasar a ambos varones mientras avisaba por radio que el vehículo iba para allá y que lo dejaran entrar ya que ya había sido revisado.
-¿En dónde metiste las armas?- demandó el ojiazul con el ceño fruncido. No quería ni pensar en que irían a meterse a la boca del lobo y sin llevar siquiera un cortaúñas.
-Las escuadras están con los uniformes en la caja del fondo, suerte que no la revisaron- respondió despreocupado.
-¡No mames, Gringo!- le gritó el narcotraficante. Odiaba que aquel policía fuera tan confiado.
Pasaron los cuatro anillos de seguridad sin problema alguno, el camión tenía la divisa de la empresa de fuegos artificiales y ellos ya habían sido requisados. Todo estaba bajo control, según los hombres del cártel.
Sesshomaru estacionó el vehículo bajo un frondoso árbol de laurel, ambos bajaron del camión y fueron recibidos por tres hombres.
-Lleven las cajas a la parte norte de la piscina, las dejan bajo techo, junto a la escultura de mármol - ordenó un tipo moreno que llevaba consigo un AK 47.
-Claro que si, señor- respondió el ojidorado mostrando falsa disposición.
-En dos horas es la boda, quiero que estén listos para cuando el padre los declare marido y mujer... A la hora del beso, le dan lumbre a esos cohetes, ¿Estamos?- requirió el paramilitar para comprobar que la orden había sido captada.
-Entendido, señor- respondió el moreno de ojos azules tomando la primera caja. -Llevaremos todo hacia adentro y ya mero, nos ponemos a ordenar todo- agregó sonriente. El tipo del AK se lo quedó viendo con desconfianza por su acento pero el ojidorado llamó la atención al llamar a su compañero.
-Olvidas tu cubrebocas- soltó a manera de regaño mirando al ojiazul. -Es para evitar que el polvillo de la pólvora llegue a nuestros pulmones... Medidas de la empresa- explicó dirigiéndose al paramilitar, este asintió y ambos "repartidores" se colocaron las mascarillas desechables antes de empezar a cargar las cajas hacia donde les habían indicado.
Media hora después, las cajas estaban en el área de piscina, la cual estaba finamente decorada con tulipanes, cortinas, una alfombra roja que se extendía desde la casa hasta el altar y los asientos repartidos al lado derecho e izquierdo de la alfombra. El agua cristalina de la enorme piscina era adornada con cientos de pétalos de rosa y a su alrededor, velas artificiales que seguramente alumbrarian el ambiente al caer la noche.
-Eso es repulsivo- expresó Koga con vivo asco. -Menos mal, ya estamos aquí- agregó mientras acomodaba la pirotecnia en las estructuras metálicas que habían llevado.
-¿En donde podrá estar Inuyasha?- cuestionó el platinado embonando un tubo más en la estructura.
-Deja el acelere, estos idiotas nos están viendo, cuando se vayan a cambiar, entraremos en la casa- dijo el moreno sin dejar de acomodar los explosivos.
-Ya se están tardando- gruñó el ojidorado con el ceño fruncido.
Media hora después, los paramilitares desaparecieron, dejando a los intrusos con los meseros y algunos invitados que empezaban a llegar.
-¡Ahora!- dijo el ojiazul. Caminó hacia la lujosa mansión seguido por el peliplata que de inmediato le hizo entrega de dos escuadras. -iremos a los baños- refirió apretando el paso.
Entraron a la casa sin ser vistos, todo mundo estaba ocupado y los jóvenes "repartidores" lograron llegar a los baños.
Koga se puso el uniforme de la DEA al igual que Sesshomaru, pusieron silenciadores a sus armas y luego se dirigieron a la habitación de los guaruras importantes... Kohaku, Shippo y otros tres gatilleros fueron dados de baja por los intrusos que les dispararon certeramente en la cabeza.
-Al fondo de este pasillo está la habitación de la Miko, ve, ve- dijo el moreno, el ojidorado asintió y corrió hacia el sitio indicado mientras Koga se iba en dirección contraria, seguramente a buscar al novio.
Koga no pudo atravesar el pasillo, cuando fue interceptado por el elegante platinado que luciendo un fino traje negro le salió al paso esbozando una sonrisa.
-Bienvenido, rabioso- saludó con arrogancia y superioridad.
-Al fin te vistes como la gente, maldito pulgoso- replicó el moreno con la escuadra en la mano.
-Es el día de mi boda- recalcó relajadamente. -No recuerdo haberte invitado, y menos haber informado que la temática eran los disfraces... Te ves ridículo, agente Obando- se burló mirando dicho apellido en la camisa de uniforme.
-Gracias, ya lo sabía- afirmó Koga. Alzó su mano para apuntar con su arma al peliplata, pero un fuerte golpe en la nuca lo hizo caer al piso.
-Ponle algo decente y llévalo a la ceremonia, quiero que vea en primera fila, como me caso con la mujer que él desea- ordenó Inuyasha con frío desdén. El guardaespaldas asintió y obedeció dicha orden a lo inmediato.
Por otra parte, Sesshomaru había llegado a la habitación de Kagome, la chica estaba sola y se miraba fijamente al espejo. Él había entrado sin ser detectado y se estaba ocultando detrás de la pared que dividía la habitación con el cuarto de baño.
-Un día soñé todo esto contigo... Gringo... Pero, todo fue un simple sueño... Te soñé vestido de novio, sonriendo feliz mientras esperabas impaciente por mí en el altar... Una familia, perros y... Un amor sin fin... ¡Qué pequeño es el mundo! ¡Qué cruel es el destino!... Resultaste ser mi peor enemigo, Sesshomaru Taisho... Yo no tengo nada en tu contra... Ya nuestras deudas están saldadas pero aún siento que hay algo pendiente... Y es que yo... Aún te amo- confesó mientras gruesas lágrimas bajaban por sus mejillas, arruinando a su paso, el maquillaje. -Te amo pero veo en Inuyasha lo que soñé ver en tí... Ese inmenso amor en su mirada que es tan similar a la que me brindabas cuando recién llegaste a mi finca... Te amo Gringo, te amo... Y tendré que vivir con otro mientras pienso en ti- admitió cubriendo su rostro con ambas manos. El ojidorado sentía que el corazón se le saldría del pecho, las palabras de aquella mujer habían tocado hasta la última fibra de su ser, y dolía. Dió un par de pasos hacia ella, ella no se dió cuenta de la presencia del platinado, seguía llorando su desgracia. La puerta sonó y en un veloz movimiento, el agente volvió a su escondite, la escuchó ponerse de pie y suspirar, entonces él entró al cuarto de baño y suavemente cerró la puerta mientras la joven secaba sus lágrimas con un pañuelo y mirándose al espejo.
-¡Voy!- Exclamó ante la insistencia de quien tocaba la puerta. Segundos después, la joven abrió la puerta y el novio entró junto con la maquillista. -¡Qué haces aquí! ¡Sabes que no debes verme antes de la boda!- se quejó la joven con el ceño fruncido.
Sesshomaru dedujo que se trataba de Inuyasha y revisó cuantas balas traía. Tensó la mandíbula al ver que solo una de las escuadras traía balas; tres para ser exactos... Sacó una bayoneta y suspiró, esto sería más complicado de lo que pensaba.

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