Capítulo 1

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-Para la próxima clase quiero un ensayo de dos pies sobre las propiedades de las mandrágoras –logró decir el profesor antes de que los alumnos salieran desbandados del invernadero dos, deseosos de entregarse al tiempo libre que se le proporcionaba entre clase y clase.

-Sí, profesor –dijeron algunos alumnos.

   Neville Longbottom, profesor de Herbología, no estaba seguro de que todos lo hubieran escuchado, y ya se imaginaba que en la próxima clase tendría que colocar más de un llamado de atención por una tarea no entregada. Suspiró pensando que no sería la primera vez.

   Cuando estuvo solo se dispuso a guardar todas las cosas que habían estado usando durante la clase, en los diferentes armarios y estantes colocados a lo largo del invernadero, pasándole un paño limpio a cada instrumento que algún alumno había olvidado limpiar de tierra. Estaba en ese trabajo, colocando una de las cucharas en el estante cerca de la puerta, cuando un brillo proveniente del exterior llamó su atención haciéndole levantar la cabeza.

   Neville sonrió al verle a lo lejos, trabajando en el huerto de las calabazas detrás de la cabaña con ese entusiasmo que le caracterizaba y que llegó a amar durante mucho tiempo en secreto…

   “Patético”, se dijo a sí mismo. Tan patético que aún no podía superar su “enamoramiento infantil”, pese a que ya tenía sus buenos veinticuatro años y distaba mucho de ser un niño, él seguía allí con ese sentimiento revoloteando en su interior como miles de mariposas ansiosas cada vez que podía contemplar su figura en silencio. Pero ¿quién podía culparlo? Nadie… porque nadie estaba enterado de sus sentimientos, esa era la verdad. Nunca se lo había podido confiar a ninguno de sus amigos porque estaba casi seguro que no le entenderían. No entenderían qué le atraía de esas maneras extrañas, de su amor por las criaturas más originales (por no encontrarle otra palabra adecuada) y que le había llevado a estar al frente de la clase de Cuidados de Criaturas Mágicas, y hasta ese abrigo de topo que usaba desde que…

   Su corazón se detuvo cuando la persona a quien contemplaba levantó la cabeza de su trabajo y sus ojos se enfocaron directamente en él, como si supiera que le había estado mirando durante todo ese tiempo.

   Apenas alcanzó a devolverle el saludo que le hacía en la distancia, cuando sintió un fuerte tirón a la altura de la cadera que le hizo perder el equilibrio y lo arrastró unos cuantos centímetros hacia una trampa. La trampa que él mismo había puesto.

   Cuando comenzó el año escolar se había percatado de que muchas veces los alumnos se quedaban cuchicheando en la puerta del invernadero y no entraban a tiempo a clases, no importaba cuántas veces les había llamado la atención, ellos seguían haciéndolo. Por lo que consiguió una solución muy simple al problema. De América de Sur exportó una planta familiar del Lazo del Diablo, apodada “El Lasillo del Desprevenido”. Era una planta trepadora de aproximadamente unos tres metros de alto, con hojas alargadas y múltiples brotes semejantes a la vid, que uno podía rozar o acariciar sin que le sucediera absolutamente nada, pero cuando algo o alguien se quedaba cerca mucho tiempo “desprevenido”, los brotes se extendían con rapidez y lo cazaban envolviéndole rápidamente sin posibilidad de escape, hasta que uno lograra tranquilizarse y así poder desenredarse sin problemas. Había sido una excelente solución para sus alumnos desobedientes, pasar un par de minutos siendo abrazado por una planta sin más problemas ni malas consecuencias que un cansancio por inútiles intentos de querer escapar, y las risas de algún compañero… y el propio profesor.

   Pero ahora eso no le estaba resultando para nada divertido a Neville.

   Sabía que lo único que tenía que hacer era mantenerse quieto y con suma tranquilidad hasta que la planta se cansara de abrazarlo, pero no resultaba nada fácil estar tranquilo cuando la vergüenza de ser visto por la persona que le gustaba mientras era arrastrado por una planta que él mismo colocó allí, le hacía tener un pequeño tic muscular en el brazo que no le permitió quedarse quieto por completo.

ÁNGEL DE MÚSICA (Luna - Voldemort)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora