CAPITULO 3

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¿Y si nos casamos?

CAPITULO 3

Las ocho de la mañana, el despertador suena para indicarme que es hora de levantarme. —¡Un nuevo día! ¿Que saldrá hoy?— exclamo ante la pesadez que siente mi cuerpo, aún así, después de tomar esa pequeña pausa cumplo con mi deber y tomo una tibia ducha, posteriormente me arreglo, algo sencillo, me coloco encima un ligero vestido de flores, unos zapatos blancos con un tacón muy discreto, me hago dos coletas cubiertas con esos curiosos pompones que tanto me gusta llevar, tomo mi bolso y salgo rumbo a mi destino, la prueba de vestido de Molly.

Al llegar con la modista, mi amiga ya se encontraba ahí, alegre y emocionada. Al entrar al lugar simplemente Molly no sabía que escoger, había tantos estilos, diseños, tamaños y modelos que el hecho de escoger solo un vestido entre tanta maravilla era casi imposible.

—Serena ¿Cuál te gusta más?— me preguntaba ella tratando de escuchar mi opinión mientras me mostraba los dos modelos que más le habían agradado.

En su mano izquierda, sujetaba un vestido blanco, de esos que cuando te los pones te quedan ceñidos al cuerpo, con aplicaciones por todos lados y un escote pronunciado, sin duda no era algo que fuera con el estilo ni la personalidad de ella. En su mano derecha se observaba algo totalmente diferente, un enorme y precioso vestido con un enorme faldón, era al estilo de las princesas de los cuentos de hadas, tenía un corsé ajustable que se aseguraba con una cintilla en el costado izquierdo, la parte superior de este, continuaba hasta llegar al cuello con una fina y delicada tela de encaje y que llegaba hasta las mangas. No tenía ningún tipo de aplicación, la tela en blanco tornasol de la parte inferior hacia que resaltará por si mismo, sin duda Molly se vería hermosa envuelta en esa prenda.

—El de la derecha— me limité a decir sin ningún tipo de emoción.

—¡Que fría eres serena!— me respondió Molly ante mi seca contestación haciéndome sentir un poco mal, pero es que a mí eso de las bodas no era algo que me emocionara mucho.

—Lo siento Molly, discúlpame, no era mi intención, pero de verdad, creo que el de la derecha va mejor contigo ¿Por qué no te lo pruebas?— intenté ponerle un poco de alegría al asunto, pues realmente parecía que yo estaba en un velorio.

Ante mi propuesta, Molly muy emocionada corrió a los probadores, y con ayuda de la dependienta del lugar se colocó la prenda. Para mí sorpresa, cuando Molly salió para mostrarme, quedé impactada —Molly ¡Te ves hermosa!.

En realidad se veía fabulosa, parecía una verdadera princesa, y eso, sin contar que aún no llevaba el peinado y el maquillaje adecuados. —Sin duda serás la novia más bonita— nuevamente la halagué, pues el juego de colores que reflejaba la luz sobre la tela del vestido hacia resaltar sus ojos verdes y su castaño cabello.

—Ahora si veo ese brillo de emoción en tu mirada— nuevamente ella me bombardearía con sus comentarios sarcásticos —Para cuando te cases yo quiero estar en la elección de tu vestido. Te verás guapísima Serena. Solo espero que ya no tardes mucho— y se cubrió la boca con ambas manos mientras daba una pequeña risilla.

Molly decidió elegir el vestido que le recomendé y cada una se dirigió de regreso a su casa para prepararse para el gran evento, después de todo solo faltaban tres días para que Molly uniera su vida con el hombre que amaba.

Caminé en dirección a mi casa, quizá con un poco de velocidad estaría ahí en unos treinta minutos, por ahora mi situación no me permitía gastar en taxis ni transportes privados, así que continúe mi camino con la mente llena de pensamientos —¿Por qué todos se empeñan en recordarme lo de la boda? ¿Que hay de malo con ser soltera? Si no hay alguien en mi vida es por qué no hay un hombre que esté a mi altura ni que me llene en todos los aspectos— sin darme cuenta, me encontraba pensando en voz alta, hasta que de pronto, mi concentración se vió interrumpida por una voz que ya era familiar.

—Y seguirás estando sola si sigues abofeteando a todos los hombres que se te acercan— hablaba ese joven que hace unos días había conocido mientras caminaba a mi lado y que muy arrogantemente se acomodaba unas gafas oscuras.

—¿Otra vez tu? ¿De donde saliste?

—Yo no salí de ningún lado, la calle es pública y puedo circular por dónde yo quiera.

—Pues camina por otro lado, yo voy por aquí y quiero estar sola.

—¿Y por qué la que se va de este lugar no eres tú?— en ese momento ambos nos detuvimos para comenzar una discusión.

—Deberías comportarte como un caballero y dejarme en paz.

—¿Dejarte en paz? Yo no te estoy haciendo nada, solo digo lo que pienso.

—Pues no lo digas, me molesta, eres tan antipático.

—Y ¿Que hay de ti? Mírate, tan bonita y tan enojona. Seguramente estás peleada con la vida y quieres desquitarte con todo el mundo por lo que te pasa.

—¿Y a ti que te importa si estoy peleada con la vida o no? Es muy fácil para ti hablar por qué se ve que nada te preocupa, pero yo sí pienso en el futuro y me preocupa el mañana.

—Hay, no sabes nada bombón, tengo infinidad de problemas, pero el preocuparme de más no los resolverá— sin duda su pensamiento era sabio, me encantaría poder ser así, pero desafortunadamente soy todo lo contrario.

La discusión continuó unos segundos más hasta que una pareja de ancianos que iban tomados del brazo lanzó unas palabras que nos dejaron congelados a ambos —¡Hacen tan linda pareja! Seguramente durarán muchos años juntos— inmediatamente un silencio ocupó nuestras bocas y un tono rojizo se asomó en nuestras mejillas.

—No... Yo... Él... Nosotros no...— intentaba formular alguna excusa, pero dado mi nerviosismo ni siquiera pude articular una frase concreta.

—¿Que nosotros que? ¿Años a lado de ella? Ni pensarlo— una vez más ese sujeto hacia uno de sus molestos comentarios, pero una vez más la sabiduría de los ancianos se hizo presente para dejarlo pensando.

—Eso mismo decíamos nosotros, y míranos, cincuenta y cinco años juntos— hablaba la mujer.

—Y los que nos faltan— finalizaba el hombre. Acto seguido ambos siguieron su camino no sin antes dejar unas últimas palabras —Cuídense y que sean muy felices. En ese momento ambos dirigimos nuestras miradas hacia el suelo y olvidamos nuestra tonta discusión.
—¿Y hacia donde te diriges bombón?— me cuestionaba el chico aún sin desviar su mirada del suelo.

—A mi casa— le respondí aún avergonzada, por alguna razón la punta de mi pie hacia pequeños círculos sobre el pavimento, de alguna manera ese muchacho me ponía nerviosa.

—Bueno, pues te acompaño.

—¿Que estás diciendo?— por fin pude levantar mi vista y observarlo de frente

—Dije que te acompaño. La ciudad es muy insegura, y más para una chica tan linda como tú. Si vas sola puedes ser blanco fácil de algún delincuente, así que yo seré tu guardaespaldas— al decir esas palabras se limitó a guiñarme uno de su ojos, cosa que me dejó aún más extrañada.

—Pues si lo haces por dinero olvídalo, no tengo con qué pagar por tu servicio.

—No digas tonterías bombón, sinserarme no tengo nada mejor que hacer, además, de vez en cuando es bueno conocer nuevas personas.

Quizá tenía razón, hace mucho que no sostenía una conversación con alguien que no fuera de mi familia o algún cliente, de hecho, si lo pensaba bien, mi único intercambio de palabras y por lo tanto mi única vida social era un triángulo: mi familia, mi trabajo y yo, así que asentí con la cabeza y comenzamos nuevamente el trayecto.

—No me has dicho tu nombre— me habló el chico.

—¿Cómo voy a decírtelo si ni siquiera me lo has preguntado? Para ti solo soy bombón ¿No?— ahí estaba yo nuevamente alterandome sin razón.

—¿Crees que podamos platicar sin discutir?— me dijo el chico con un cierto tono de fastidio, creo que él tenía razón en algo, yo tenía un pésimo carácter.

—Serena— le respondí.

—¿Que?— me dijo extrañado.

—Serena Tsukino, ese es mi nombre.

—Seiya, Seiya kou ¡Mucho gusto!— me dijo al mismo tiempo en que me extendía su mano en señal de cordialidad.

¿Y si nos casamos?Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang