• 22 / 06 / 2017 •

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Después de aquella última vez solía pensar que le gustaba confundirme.
Y aunque quizás eso era lo que hacía desde el comienzo, me aferraba a la nula idea de que no era así.
Siempre terminaba encontrando la forma para justificarle sus actos y el porqué de ellos.

Mi hermana comenzaba a fastidiarse por eso. La enfurecía verme tan mal por «un cabrón que ni sabe lo que quiere». Era curioso y gracioso escucharla decir todo eso cuando, después de todo, ellos eran amigos.
El punto de todo esto es que, a pesar de las constantes advertencias que me hicieron, jamás fui capaz de notar sus verdaderas intenciones conmigo. O al menos no lo tuve claro hasta aquel día.

Seguramente, si él lee esto en algún momento, sabrá rápidamente que me refiero a la vez que, estando un poco borrachos, jugamos a «verdad o reto» en casa de Andy.
Aquella vez en la que gracias a aquel estúpido juego me retaron a entrar junto a él a una habitación, nosotros dos, solos.
Esa vez en la que él quiso dar un paso más a nuestra "relación amistosa". Esa vez en la yo, siendo un manojo de nervios a causa de su cercanía, me dejé llevar por todo ese caos de emociones que se había anclado en mi interior.

Fue justamente cuando murmuró aquellas palabras que me di cuenta de lo cruel que podía llegar a ser, de lo poco que podría importarle yo o mis sentimientos con tal de cumplir lo que quería.

«Aprovecha este momento», susurró a tan sólo centímetros de mis labios que su aliento me provocó un cosquilleo por todo el cuerpo, «Aprovecha el hecho de que esté borracho hasta el culo, aprovecha la valentía que el alcohol te regala en este preciso momento y bésame».

Sus labios se acercaron tan peligrosamente a mi rostro. La cobardía me pudo y retrocedí un paso, sintiéndome dudar. Vi el dolor de mi rechazo cuando me miró y me odié porque no pude negarme más tiempo, mis rodillas perdieron su fuerza y pude haber terminado en el suelo de no haber sido por sus manos que me sostuvieron firmemente por la cintura. Sus ojos me quemaban, justo en ese momento irradiaban el calor del mismo sol.

«Por favor», su suplica caló mi piel y, tan delicadamente como se escuchó el timbre de su voz, tomó mi corazón y lo sostuvo entre sus manos.

Sus labios se acercaron y se detuvieron lo justo como para que yo tuviera tiempo de apartarme.

No lo hice.

Se quedó un momento sin hacer ningún movimiento, sentía sus labios tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.

Allí, en la semioscuridad de la habitación, quise haber tenido la valentía suficiente para dar el paso, ahora, sin embargo, me arrepiento de no haberle puesto fin en ese momento.
Quizás así nada hubiera sido tan complicado al final, quizás así no hubiera sido necesario llegar a ningún extremo.

Nuestros labios se encontraron en algún momento. Si les soy sincera, ni siquiera recuerdo bien en qué momento exacto se dio. Sólo pude sentir una calidez embriagarme completa. Me sentí como si estuviera flotando en una burbuja, como si mi mundo se hubiera puesto patas arriba. Sentí sus labios presionando los míos con delicadeza, casi como si tuviera miedo de que me apartara. Las palmas de sus manos me acunaron el rostro, haciendo que encajáramos perfectamente el uno en el otro.
Su beso era lento, suave y sabía a emociones reprimidas. Sus labios eran delicados y se sentían bien sobre los míos.
Mis oídos dejaron de detectar el sonido a su al rededor cuando, con timidez, llevé una de mis manos a su nuca, recuerdo que sentir su corto cabello picándome la punta de los dedos envió una corriente eléctrica que me recorrió el cuerpo completo, el corazón me latió frenéticamente cuando él se estremeció a mi tacto.

Había salido a citas con chicos antes de él.
Había tenido besos antes, pero ni siquiera el primero se comparaba con éste.

«Arrollador» era quizás la palabra que mejor lo describía.

Porque aquel beso logró hacerme olvidar todas y cada una de las inseguridades que me llenaban la cabeza.

Logró tanto en tan sólo un instante, con tan sólo una acción.

Y me odié el resto de mis días por permitir aquello. Por darle ese poder. Porque para mí fue el recuerdo más preciado que guardé en mi memoria, el recuerdo que reviví tantas madrugadas, ansiando volver a vivirlo. Y, sin embargo, para él no significó nada más que un simple reto.

RJ.

El Día Que Te Dejé De Amar © [completa]Where stories live. Discover now