Capítulo 4: La caza salvaje

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La habitación en la que se encontraba no era especialmente amplia para la cantidad de personas que encerraba. Ese fue uno de los pensamientos que se le cruzó por la mente cuando fue llevada por Peter, tras decirle que era tiempo de que hablaran de cómo escaparían de allí.

Se dio cuenta de que nadie parecía prestarles atención cuando se escabulleron de la sala principal donde estaban minutos atrás, ni siquiera las Quimeras, quienes parecían más concentradas en discutir entre ellos —probablemente por el hecho de que ahora faltaba uno de ellos—.

Había seguido a Peter por uno de los pasillos de piedra grisácea, dándose cuenta de que todos tenían el mismo aspecto. Se preguntó entonces cuánto tiempo había estado él allí encerrado como para conocerse esos sitios de memoria.

¿Cuánto tiempo había estado ella? Según Peter era nueva allí, porque él la hubiera reconocido al instante. Pero de ser así, ¿qué había pasado con ella antes? ¿De dónde había salido?

¿La estarían buscando, como Peter había dicho? ¿O habrían perdido la esperanza?

La intranquilidad que le producía su propio desconocimiento era aterradora, podías no saber a dónde ibas, y quizás tampoco saber de dónde venías. Pero si sabías al menos tu nombre, ¿eso era algo, no?

Pero cuando pensaba en ella misma, no le venía nada a la mente. No sabía su nombre, ni si tenía padres vivos, si tenía amigos o alguien a quien amara. Ni siquiera sabía cómo era, no habían espejos que le devolvieran la mirada, no había forma de verse como se veía el resto.

Hasta ahora su único conocimiento era lo que le había dicho Peter. Era una cazadora de lo sobrenatural, rodeada de criaturas sobrenaturales. ¿Por qué los cazaba? No lo sabía, ¿lo había dejado de hacer? Tampoco.

La cantidad de preguntas que se le ocurrían a cada minuto eran mayores y mayores, una lista interminable que no parecía encontrar fin alguno. En el momento en el que un pequeño aleteo volaba por su mente, con una familiar sensación, nuevas preguntas surgían.

Suspiró, cruzándose de brazos, mientras veía la reducida sala a la que había sido forzada a entrar. Bueno, "forzada", no era la palabra. Invitada, quizás, aunque dudaba mucho de que hubiera podido decir que no.

Se dio cuenta de que debió de ser en el pasado una especie de depósito de cosas, veía varias cajas con papeles apiladas en los costados, una lámpara vieja que titilaba de vez en cuando, y una pequeña mesa que tenía un mapa de un papel azulado deslizado.

Frente al mismo estaban las mismas personas que había visto hoy: Lori, Brett y Liam, los dos primeros reclinados en una esquina aparada del grupo. El último apoyado contra el mapa, mirando fijamente el mismo con su ceño fruncido.

Se preguntó cuántos años tenían, Peter era de lejos el mayor, el resto se dio cuenta, no eran más que adolecentes.

Había alguien más en la sala con ellos, ella se dio cuenta de que debía de ser la famosa Cora que Peter había mencionado. Era también una adolescente, aunque parecía ser más de la edad de Brett que de la de Liam y Lori.

Tenía la piel de un color trigeño y su cabello estaba recogido en una coleta. Un mechón de cabello claro —el único, ya que el resto era del color del chocolate—, caía sobre su rostro que parecía contener gotas de sudor.

Su mirada era severa, y su ceño parecía haberse quedado petrificado en un fruncimiento que parecía vaticinar un carácter feroz. La intimadaba un poco, si era honesta.

No las habían presentado, probablemente Peter hubiera ya comentado sobre su relación, por lo que la chica ni siquiera se detuvo un segundo en ella y pasó a hablar en voz baja con el resto sobre lo que había encontrado.

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⏰ Last updated: Sep 16, 2020 ⏰

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El Argent olvidado | Crónicas Argent #1Where stories live. Discover now