01 || Hogar

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4 meses antes

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4 meses antes.

—Perdona.

La señora a mi lado, con pinta de haber huido de una casa dónde la menospreciaban, me golpeaba el hombro para despertarme. Entreabrí los ojos para verla de nuevo con ese traje coral y recogido perfecto, señalando con el dedo la ventana en la que yacía segundos antes con mi abrigo cómo almohada.

Una pequeña corriente enfriaba justamente mis labios y mi cuello, regalándome ese olor a pino mojado que caracterizaba al norte de Nevada. Cuando la cerré, aún somnolienta, me giré para ver la dulce sonrisa de la mujer y seguí admirando la acumulación de coníferas — todas ellas robustas, frondosas y envueltas en una ligera neblina — a aquel lado del arcén. Pasé un par de kilómetros así, fijándome en el frío que parecía albergar el ambiente solo con aquellas gigantescas plantas, hasta que el autobús pasó con cuidado un roído — y para mí legendario — cartel que decía: «Destiny Grove, desde 1951». Las letras cursivas y el dibujo en el metal desgastado me sacaron una sonrisa.

Busqué entre mis bolsillos hasta encontrar mi teléfono. Al desbloquearlo, vi que un número desconocido me había mandado un mensaje, y cuando lo abrí solo era un foto en blanco. Le pregunté al desconocido si se había equivocado, pero me dejó en leído, cosa que me extrañó. Lo dejé pasar y mientras borraba un par de fotografías, el conductor frenó con brusquedad en medio del carril, haciendo que me moviese cómo un muñeco sobre mi asiento.

—Pasajeros con destino a Destiny Grove, Nevada, ¡bajen del bus!

—Creo que tú también te quedas aquí. — me informó la mujer bajando mi mochila, le di las gracias y salimos en fila del autobús.

El grupito que quedábamos dentro se dispersó con rapidez, la misma con la que el hombre se despidió de nosotros y desapareció cambiando de sentido. Lo primero en lo que me fijé fue en que en aquella pequeña parada acristalada dónde nos había dejado, se acumulaban un par de montones de nieve en las esquinas, que tapaban unas pocas malas hierbas. En los pinos que la resguardaban, observé cómo algunas de las ramas cedían levemente al peso de una escarcha que pronto desaparecería. Confirmé que el clima en el oeste era diferente al del este, sobre todo al notar cómo la niebla se pegaba a mi cazadora y la humedecía. Caminé en dirección contraria al pueblo y, 300 metros después, me encontré con el descampado que descansaba en la curva de la entrada auxiliar al pueblo.

La cabaña todavía conservaba ese aspecto rústico, además de la enredadera que decoraba la fachada, la cual era más grande que la última vez que la había visto. La chimenea escupía humo blanco que se dispersaba a la nada, y el porche tenía ahora un par de bancos de madera alrededor de la inmensa mesa anclada a él. Verla así despertó en mí sensaciones agradables, trayendo de vuelta momentos antiguos que rebajaron mis nervios.

Aun así, entre tanto recuerdo y esperanza, una punzada de temor me atravesó el pecho. ¿Cómo podía haber camino tan fácil a la solución? Quizá Jake tenía razón, y había buscado un sitio dónde huir y mentir a todos otra vez. Mis padres lo sabían, yo lo sabía, no había caminos cómodos a los finales felices, y aquel pueblo me regalaba un inicio demasiado perfecto. ¿Cómo iba a ser todo tan sencillo?

Miré a las calles de las afueras, adornadas por la nieve, a las personas abrigadas y las sonrisas que desprendían bajo su ropa de abrigo. El sol reluciente, el bosque cuidado, me imaginé incluso la imagen de mi familia esperando impaciente mi llegada. Algo en mí interior me dijo «huye» antes de empezar siquiera a vivir allí, cómo si aquel lugar tan idílico pudiese albergar otra de mis destructivas etapas.

—Rush.

***

Noah volvió a abrazarme, de esa forma tan cariñosa que hacía que apretases y, aun doliéndole a la otra persona, no te separase de ella. Me embriagó la primera impresión de su cuerpo desde hacía 6 años, con el tufo despeinado cayéndole a los lados, y la estatura idónea para enredar sus brazos en mi cuello sin complicación. De ese niño bajito y regordete con el que solía jugar de pequeña ya solo quedaban las pecas, los ojos azul intenso, y ese colmillo superior subido que enseñaba al sonreír.

Justo cómo en ese momento. Que midiera 5 centímetros más que yo y fuese un espagueti andante no importó nada cuando vi sus perlas algo descuidadas ahí, a poco de mí. Habíamos estado en contacto desde mi última visita, llamándonos cuando podíamos y mandándonos mensajes a cada rato, pero nunca había llegado a ser suficiente. La impresión de verlo en la realidad, escuchando su voz y su risa al tirarme en vivo y en estéreo, me llenó de una alegría inmensa.

—Estás enorme. — fue lo primero que le dije después de ese escueto «hola» que había soltado al oír mi nombre.

—Y tú demasiado pequeña. — agregó con felicidad estampada en la cara, cediéndome sus manos cómo apoyo para levantarme — Pero estás, y eso es lo importante.

Le había hecho mucha ilusión que decidiera mudarme al pueblo, más a que mí incluso. Todos mis confidentes en la vida habían sido fugaces y catastróficos, sin embargo, parecía que ese plus por relación sanguínea hiciese que mi primo no pudiese llegar a decepcionarme. Quizá no nos lo contábamos todo, pero si había un problema, estábamos ahí el uno para el otro; abrazándonos, aunque fuese a miles de kilómetros.

Tener a tu mejor amigo tan lejos dolía, aunque nos habíamos acostumbrado. Quizá era eso lo que hacía que la emoción corriese por mis venas también, una comparación en la que cualquier cosa a mi alcance era menos atractiva que estar ahí con él, pudiendo hablar de mil cosas las 24 horas del día. Supuse que estábamos igual, ya que salía energía por cada poro de su piel. En su mirada brillaba esa satisfacción que surgía cuando un deseo se hacía realidad.

Oí un chirrido detrás de Noah, lo que me hizo levantar la cabeza para acabar viéndolo. Mi tío Charlie, vestido con unos vaqueros desgastados y una vieja camisa de cuadros, me saludaba con la mano desde la distancia.

Corrí hacia él con todas mis fuerzas. El olor a césped empapado me llenó los pulmones a la par que llegaba hasta quedar ahí, entre sus brazos.

—Aquí estás, mi pequeña.

Lo apreté con la fuerza que me dio el anhelo. Me impregnó su característico olor, una mezcla de perfume barato y suavizante marino, y no pude evitar que se me saltasen las lágrimas.

Todas mis dudas desaparecieron al instante. Aquel era mi sitio, y no era que lo supiera, sino que lo necesitaba. Recordé cómo aquellos abrazos y aquella humilde casa eran el único hogar que había tenido, y por eso me quedé.

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Hola! He decidido subir este primer capítulo porque ya lo tenía terminado y editado, quizá todavía le quedan algunas faltas, pero no quiero volver a mirarlo porque siempre le encuentro fallos :( Gracias por leer y si te ha gustado, plis, comenta y vota, me encanta saber que hay apoyo.

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Destiny Grove: pueblo de misteriosWhere stories live. Discover now