Once

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Joaquín observó con precisión el modo en el que el alfa se desajustaba la corbata frente al espejo que contenía aquel enorme cuarto de baño. Enorme, pulcro y más que bien iluminado. Al entrar, Joaquín había quedado deslumbrado, porque era el doble de grande del que tenía en la habitación que le habían designado a él.

Era realmente espacioso. Además de poseer un cuarto de ducha, tenía, aparentemente, su propio jacuzzi en un rincón, si es que era uno, o tal vez sólo era una tina demasiado grande. Joaquín no lo sabía. La misma estaba siendo acompañada de algunas velas encendidas en unos de sus extremos. Y lo primero que hizo Joaquín fue preguntarse en qué momento habían preparado todo eso, porque el agua, al parecer, ya estaba lista.

Un ligero vapor llenaba el ambiente, empañando apenas un poco el cristal de aquel rectangular y ancho espejo sobre el lavado. El omega continuaba observándolo, atento ante cada minúsculo movimiento que ejercía el de ojos marrones al quitarse la camisa. Pensó que seguiría despojándose del resto de su ropa, pero, en cambio, se volteó hacia él y se acercó pacíficamente hasta quedar frente a frente.

Por alguna razón, el corazón de Joaquín  se aceleró cuando las manos del alfa comenzaron a desvestirlo. No entendía a que se debía su repentino nerviosismo. No era la primera vez que le quitaba la ropa, no era la primera vez que sus ojos y sus manos recorrerían su cuerpo. Y entonces, obtuvo la respuesta. ¿Sí? Estaba siendo la primera vez que lo desnudaba en ausencia de su celo, el cual por fortuna se había marchado hacia unas cuantas horas atrás.

Todo era tan diferente sin su celo. Ahora no lo deseaba con tal desesperación. No moría de ansias por ser dueño de su nudo por un instante. Ni siquiera de sentía seducido por la idea de que algo sexual ocurriera. Es más, ni siquiera tenía ganas de que eso pasará. Ya había tenido bastante por ese día. Lo único que quería era un momento de paz. Y Joaquín lo sabía. Sabia que sin su celo ahora le sería mucho más fácil resistirse a aquel alfa. Le gustara o no, él no iba a ser su sumiso.

Aunque quizá, pensándolo de otra forma, se lo debía. Es decir, no solo se había molestado en defenderlo de aquel otro alfa en la cena, sino que también lo había rescatado de caer dos pisos abajo. Tampoco olvidaba sus halagos cuando el autoestima se le había desmoronado. Se había portado muy bien con él aquella noche, y tal vez debía demostrarle su agradecimiento respondiéndole de igual modo: portándose bien.

—Gracias —soltó Joaquín de la nada, mirándolo directo a los ojos.

El alfa se limitó a esbozar una leve sonrisa.

—Entra —dijo este, indicándole con un gesto de la cabeza el sitio en el que se ubicaba el jacuzzi, o lo que fuese.

Joaquín tardó en reaccionar, y darse cuenta que ya estaba completamente desnudo. Sus mejillas se encendieron con ligereza aunque no tenía sentido sentirse apenado. No tardó en hacerle caso, ingresando con cuidado al mismísimo paraíso. El agua climatizada se sentía tan bien que su cuerpo adquirió con rapidez la relajación que su ser tanto  anhelaba.

Un cúmulo de espuma se adueñaba de la superficie, y el omega no podía sentirse más a gusto allí, rodeado de esta. Jamás se imaginó que estaría en una situación así ni de chiste, por lo que era como un sueño cumplido. Bueno, en realidad, hospedarse en aquella mansión ya lo era, salvo por las absurdas condiciones impuestas por aquel alfa de nombre bordeado de misterio.

Pero, a pesar de todo, Joaquín no lograba relajarse por completo. En su mente aún transitaban cientos de asuntos que seguían atormentándolo. Necesitaba fumar. Necesitaba su libertad. ¿Que haría cuando el alfa pretendiera someterlo a sus jodidos fetiches? Su celo ya no estaba para descontrolarlo, y él no era quien para dejarse dominar.

Sublime Dominación┆Emiliaco [adaptación]Where stories live. Discover now