Parte única

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—Cuéntame un cuento— 

—Bueno— Sonrió— ¿Algún tipo de historia en particular? 

—Cuéntame una historia de amor— Estaban en la cama y era noviembre, la lluvia goteaba por una rendija del desagüe del techo y caía sobre los viejos periódicos amontonados en el balcón más allá de la ventana y el viento soplaba furioso y hacía vibrar los cristales, la casa se estremecía y el mundo afuera estaba húmedo y frío, mostrando el primer golpe helado del invierno.

—Bueno— Carraspeó y se acomodó junto a Aoi — Había una vez un niño que quería con toda su alma tener un perro.—

—¿Un niño y un perro? ¿Tiene que ser un niño? Las historias siempre son sobre niños y perros. ¿No puede ser una niña?—

—Sí, puede ser una niña; las verdaderas historias de amor son siempre intercambiables. Había una vez una niña que quería con toda su alma tener un perro. La verdad es que le hubiera gustado tener cualquier mascota, un pececito, un gato, un pájaro. Pero cualquiera de esos animales se quedaba corto frente a lo mucho que quería tener un perro.— Kou mostró los dientes, esbozando una amplia sonrisa.

—¿Esta va a ser una de esas historias sentimentales? ¿Se va a morir el perro? Porque si se va a morir yo no quiero saberlo.— La pelivioleta infló los mofletes, haciendo que Kou sonriera, pero a la vez tratase de no perder la cordura.

—Mira, ¿quieres o no quieres que te cuente una historia? Decídete. Y tienes que jurarme aquí y ahora que vas a aceptar la historia tal y como venga.— 

—Está bien, está bien. La acepto, pero todo tiene un límite— 

—Bueno, aquí va. Había una vez una niña... etcétera perro. De verdad quería tener un perro. Pero nunca llegó a tenerlo. Fin.— 

—Eso no se puede llamar una historia de amor ¿no?

—Claro que sí. Es una historia de amor no correspondido. 

—Pero, ¿por qué ella quería tanto tener un perro?— Aoi se levantó de la cama un poco— ¿Por qué no llegó nunca a tener uno? ¿Cuáles fueron las consecuencias de que nunca sucediera eso en su vida? ¿Se murió sin haber tenido un perro? ¿Qué pasó?

—No puedo responder a todas esas preguntas, pero sí te puedo decir que durante todo el día la niña veía a las mascotas con sus dueños caminando por las ruinosas calles del pueblo industrial en el que vivía. Veía a los viejitos paseando con sus ancianos perros mofletudos o veía a los pequeños terriers amarillentos caminando a saltos detrás de sus amos y deteniéndose a olisquear en las esquinas de los jardines, en las cercas y los muros. Veía a los perros de harapientos vagabundos que usaban pañuelos en el cuello en vez de collares y que se portaban tan bien que no parecían necesitar nunca una correa, veía hombres bien vestidos con labradores color chocolate con las bocas abiertas llenas de espuma y los ojos saltones, y veía a los niños en el parque lanzando palos masticados a bull terriers que aullaban de placer y saltaban tan alto como sus dueños. Parecía que todo el resto del mundo tenía perros menos ella. 

—¿Por qué no consiguió uno? ¿Qué se lo impedía? 

—Exacto,— Dijo—Yo también me pregunto eso. Creo que era adicta a no tener perro. Se acostumbró a instalarse frente a las tiendas de mascotas y los consultorios de veterinarios. Cuando venía de regreso, pasaba frente a las casas ocultas en la penumbra del atardecer, con las ventanas iluminadas y las cortinas todavía abiertas, y veía a los perros echados a los pies de las parejas, o a los perros cuyos ladridos no era posible escuchar porque estaban encerrados tras vidrios reforzados, veía perros sentados en sofás, en butacas, con sus cabezas sobre las piernas de cariñosas amantes, veía perros echados boca arriba en las alfombras con las orejas y las patas colgando. Cuando llegaba a casa se iba a dormir y soñaba que era la protagonista de una película que vio una vez, que era amiga de un lobo en otro continente y que viajaba por el terreno áspero siguiendo los pasos del lobo que olfateaba el camino montañoso y atravesaba ríos llanos y rápidos, con la mano apretada sobre la piel húmeda del lomo. Fin. 

Cuéntame un cuento | KouAoiTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang