7. Usurpar un amor

20.2K 1.8K 534
                                    

El demonio aún podía recordar esa sensación agradable que eclipsó en su interior a causa de los sentimientos tan profundos del muchacho. Ansía más, deseaba mucho más.

Quería probar cada una de esas emociones en carne propia y no le importaba tomarse ciertas molestias si con ello podía sentirse vivo por un instante. Lo valía, sentía que podría valer cada esfuerzo y molestia, por esa razón, su propio cuerpo parecía transformarse en una réplica exacta del joven fallecido.

Su cabello negro pronto adquirió un color más suave, se dobló y formó rizos castaños. Su rostro de facciones marcadas se afinó con una expresión gentil y tonta, estúpida también. Le pareció que su cuerpo se había vuelto menos corpulento y su piel más pálida.

Soltó un suspiro, hastiado. Se preguntó en la mente el porqué de sus acciones o la necesidad de moverse si tenía la certeza de hallar inconformidad al final de sus planes. ¿Por qué tomarse la molestia cuando poseía la convicción de acabar encontrando lo mismo? Más apatía, desconsuelo, decepción y dolor.

¿Por qué seguía luchando? ¿Por qué mantenía la esperanza encendida? Rio, incrédulo.

¿Un demonio pensando en esperanza? ¿Un demonio con esperanza? ¡Absurdo!

Pero, tenía la simple curiosidad de saber qué podría pasar si adoptaba la apariencia un humano, que en vida se rodeó de seres queridos; él quería entender un poco el accionar humano y sus sentimentalismos, los cuales él mismo clasificaba como absurdo y sin sentido. Quizá si adoptaba la forma de su más reciente víctima, podría sentirse un poco más vivo y así agitar la monotonía de su existencia. Quizá usurpando una vida podía conseguir un poco de lo que el joven vivió.

Respiró hondo y clavó la vista al exterior.

Los árboles se mecían de un lado a otro mientras un conjunto de pájaros abandonó el bosque, despavoridos, probablemente presagiando el peligro y percibiendo las malas intenciones del demonio. Y en el momento menos esperado, aquel ambiente quedó sustituido por otro completamente diferente.

El demonio ya no se encontraba en la casa oculta en el bosque; ahora se hallaba en el interior de una habitación ordenada, blanca y limpia. Debido al olor a antisépticos que se filtró en su nariz y escoció en su garganta, de inmediato pudo distinguir el lugar.

Había una muchacha recostada en una camilla, con el cabello enmarañado y el aspecto tan pálido y los labios resecos. Aunque su apariencia era ligeramente diferente a como lucía esa noche del accidente, el demonio pudo reconocer en la mujer dormida la misma tranquilidad en su expresión. Él sintió una extraña inquietud en su pecho. Cuando la muchacha abrió los ojos poco a poco, el demonio sospechó que debió haber sido descuidado al dejarse percibir con facilidad.

Habría querido verla dormir un poco más. Velar por ella unos minutos.

—Adam —musitó ella despacio tan pronto lo vio—, Adam —repitió, y el demonio solo podía esperar que esa voz rasposa que estaba escuchando le removiera algún tipo de sentimiento o emoción, cualquier cosa menos el vacío que lo estaba consumiendo—, creí... creí que habías muerto —agregó.

El demonio primero se decepcionó, luego se sintió indignado; masculló algo ininteligible y observó a la escena con malos ojos. No sentía nada. ¡Seguía sin sentir absolutamente nada!

Finalmente, se sintió muy molesto. Irritado. Decepcionado. Había fracasado. Apenas había empezado y ya comenzaba a aburrirse. Él era impaciente. Parecía como si escuchar la voz de esa mujer hubiese activado el interruptor de su enojo, como si hubiese detonado la molestia y el tedio acumulado en su interior.

Era sorprendente como el objeto de su curiosidad se convertía rápidamente en su mártir. La muchacha le parecía insoportable.

Quizá, después de todo, no podía comprender a los humanos. ¡Vaya ingenuo que había sido!

Cuando los demonios lloranWhere stories live. Discover now