CAPÍTULO 5: REALIDAD, DULCE REALIDAD

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Por fin se acababa este día, que ha sido demasiado largo para mi gusto. Necesito descansar y si es a solas mejor.

Tras cenar con mis amigos, cada uno tomamos caminos separados. 

María se ha ido a disfrutar de su primera cita con Enzo "el recepcionista". Se sentía culpable por dejarme sola y ha intentado convencerme para que la acompañase. Pero ni por todo el oro del mundo haría de sujeta velas y menos esta noche. 

Solo me hizo falta mirarla una vez a los ojos, para que comprendiera que tenía uno de esos días donde solo necesitaba de mi propia compañía.

Deshacerme de Rodrigo y Clara fue mucho más sencillo. Si a toda la organización de su boda, le sumamos los síntomas propios del primer trimestre de embarazo, obtienes unos amigos con las mismas ganas que tú, o más, de encerrarse en su suite y no aparecer hasta que el sol esté en lo más alto del cielo.

Con suerte, he conseguido tiempo libre hasta mañana a la hora de comer. Mis planes hasta entonces se resumen en dormir y desconectar de todo, y si pueden ser las dos cosas a la vez, mucho mejor.

Pero antes tengo que finiquitar esa conversación que tengo pendiente y que llevo todo el día posponiendo. Debo llamar a mi madre. 

Calculo la diferencia horaria entre Jamaica y Madrid. Once de la noche aquí, cinco de la madrugada allí. Es la hora perfecta para hacer una videollamada, claro, si tenemos en cuenta que esta semana tiene el turno de noche.

Con suerte no habrá llegado a casa y no podrá obligarme a hablar con mi padre ni obligarse a ella misma a ponerse la careta de que todo va bien. Esa que siempre usa delante de él.

Me contesta enseguida y lleva todavía puesto el uniforme de enfermera del hospital, en el que lleva más de 20 años trabajando. Me alegro de haber acertado.

—¡Hola, mami! ¿Te pillo bien?

—¡¡Hola, mala hija!! Solo un mensaje de que has llegado bien y hasta estas horas no me llamas. ¿Me quieres matar de un infarto?

Me hace sonreír aun estando a miles de kilómetros. Tengo asumido que siempre me tratará como a su niña pequeña tenga la edad que tenga y, en el fondo, me gusta que lo siga haciendo.

—Tranquila, no arranques. No he podido llamarte antes, ha sido un día muy intenso —Y de nuevo Thomas se vuelve a colar en mi pensamiento—. El vuelo salió con retraso y nos rompió los esquemas. Entre que llegamos, nos instalamos y demás, se nos ha pasado el tiempo volando. Pero tendrías que ver este lugar, es precioso. Espera que te enseño la habitación, es gigantesca —le digo mientras hago un tour rápido por toda la suite para que vea que no exagero.

Después de un rato de charla banal sobre lo bonito que es todo, voy al grano, a lo que importa, al motivo real de mi llamada.

—¿Cómo está todo? ¿Te han dado ya la nómina? ¿Cuánto te han quitado este mes?

Veo como le cambia el gesto en su cara, e incluso antes de que me conteste, sé que no hay buenas noticias.

Desde que a mi padre le dio el ictus, todo ha ido de mal en peor. Aunque en realidad, todo empezó a ir mal después de que mi hermano nos dejara. A partir de ese momento, mi padre no ha tomado ni una buena decisión en su vida.

Su primer error fue dejar su trabajo de toda la vida. Quiso huir de los recuerdos y montó su propia empresa que daba pérdidas desde el principio. Y aquí su segundo gran error, guiarse por el orgullo dejando la lógica aparcada. Pues a pesar de los números rojos, siguió adelante con la empresa contrayendo cada vez más deudas. Y ahora con el incapacitado, es mi madre la que está asumiendo el pago de todos sus errores.

Pequeña, mírame  #1 CAPÍTULOS DE MUESTRAWhere stories live. Discover now