LOS PIES EN LA TIERRA

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Uraraka está flotando.

Inspira profundamente, se encoge sobre sí misma, y está flotando en la bañera tibia.

Siente cómo el cabello que normalmente roza sus hombros se alza, ingrávido, y se suspende del agua igual que se suspende el tiempo, el mundo, todo lo que hay detrás de la puerta, mientras ella se baña.

Porque cuando cierra los ojos Uraraka puede creer que todo lo demás no existe. El problema es que ella, tan ligera, tan pequeña en esa bañera, a veces se pregunta si llegará el día en el que, como una gota de agua en una nube demasiado solitaria, se evapore poco a poco hasta quedar reducida a nada.

O en el que, como la burbuja de jabón que ha escapado de la botella y se ha elevado en el aire hasta rozar la lámpara, se canse del mundo y explote.

Deja que la suciedad se vaya, que la espuma del jabón se deshaga, y cuando vuelve a sacar la cabeza del agua ya no quedan burbujas en la superficie lisa donde ve sus piernas refractadas.

Significa que ya es hora.

Con un suspiro se levanta y estira la mano hacia la toalla porque tiene que empezar otra jornada.


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Intenta esconder su rostro detrás de su melena castaña porque, tras la tercera cabezada, el cansancio vence y Uraraka está flotando.

Soñando en plena aula.

Tendría que haber dormido un poco más la noche anterior pero cuando cierra los ojos sobre su cama Uraraka siente que flota, flota en la oscuridad hasta que de repente cae a toda velocidad y se despierta sobresaltada. Entonces cierra los ojos y todo empieza de nuevo.

Y ahora la voz del profesor retumba como un eco a su alrededor y no sabe muy bien de dónde proviene o lo que dice porque cuando una flota, todo llega un poco distorsionado. Sin embargo, tiene bastante claro que no le interesa.

Al igual que no le interesa ninguna de las otras materias que tiene ese día. Ni esa semana.

Pero claro, sus padres le dijeron que estudiar derecho era la mejor manera de no tener que preocuparse por nada en la vida. Porque cuando estudias derecho te haces abogada y ganas dinero y todo es un suave ascenso hacia el éxito donde nada tira de ti hacia abajo. Los padres de Uraraka crecieron sin nada, así que sólo puede darles la razón. Pero lo que no dice es que ella habría preferido hacer otra cosa, y si nada tira de ella hacia abajo probablemente acabe estrellándose contra el techo.

O, en esta ocasión, la mesa. Una forma poco discreta de anunciarle a la clase entera que se había dormido.

Ignora el murmullo de risas que la rodea, pero se gira cuando un susurro entrecortado se dirige a ella. Con un tono tímido, Deku le pregunta si está bien.

Sí, seguramente lo esté. Salvo por las ganas de irse de ahí.

En cualquier caso, Deku le devuelve la sonrisa y se apresura en girarse hacia la pizarra para seguir escribiendo con avidez. En cierto modo, el peliverde es envidiable. Deku es una de esas personas que creen que con la justicia en la mano se puede resolver todo - la pobreza, la guerra, la mezquindad de algunos políticos malvados - y Uraraka se pregunta si también podrá arreglar las náuseas que siente por no haber desayunado.

Este mes le han subido el alquiler y no es cuestión de ir malgastando.

Sus padres creen que ella y Deku harían buena pareja. Porque os conocéis desde siempre y es que qué monos sois y es un chico responsable y ¿has visto cómo te mira? En definitiva una buena pareja. Y Deku también lo piensa, o al menos eso parece porque al ver que sigue inmóvil en su silla se gira hacia ella, y con voz temblorosa le vuelve a preguntar si todo va bien, y cuando Uraraka pone una mano tranquilizadora en su hombro para asegurarle que no hay ningún problema, Deku abre mucho los ojos y se funde en sonrojos nerviosos.

Los pies en la tierra | Toga x Uraraka one-shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora