1. Ballet de una noche

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Jotaro Kujo suspiró pesadamente, ignorando las muchas voces que se aglomeraban en aquel largo pasillo adornado por interminables decoraciones, cada una más lujosa que la anterior, casi haciéndole un juego perfecto a la alfombra más elegante que pudo ver en su vida. Deslizó la tarjeta suavemente por el lector, deleitándose con el sonido que le avisaba que la puerta de su habitación se había abierto para él.

Ingresó sin pensarlo dos veces, sin detenerse por nadie ni nada que sucediera en ese piso de hotel, por más interesante que le pareciera al resto de quienes se hospedaban allí. Cerró los ojos, inhalando el aire del lugar, cerrando de golpe la puerta detrás suyo con la ayuda de su stand. Sus manos temblaron incontrolablemente, serpenteando por la pared, buscando el interruptor para poder ponerle fin a aquella oscuridad que parecía hacerlo alucinar con la presencia de alguien más allí dentro.

Aunque una alucinación no era algo demasiado extraño en un momento como ese, con haber visto gatillado todo su dolor durante la pelea en la zapatería sentía que cualquier cosa le haría revivir los horrores del pasado de forma tan grotesca que le hacía sentir tanto miedo y asco de solo pensarlo. Apretó su espalda contra la puerta, deslizándose hasta caer al piso, abrazándose a sí mismo patéticamente, jadeando en un intento por controlar su repentina hiperventilación.

En ese instante... todo le recordaba a él...

...Las heridas de Koichi...

...El aroma a muerte...

...La necesidad de vengarse...

...Todo...

Una humedad tan patética como sus sentimientos se hizo presente en su mirada, notando que debía esforzarse más por tragarse todo eso, esconderlo dentro de su corazón hasta bloquearlo por completo. Ahora mismo necesitaba descansar, sí, nada más. Cerrar los ojos y olvidarse de todo por un par de horas.

No podía quebrarse de esa forma por algo del pasado, no podía permitirse mostrar debilidad en una situación como esa. No cuando su prioridad era atrapar al asesino serial Yoshikage Kira y a su peligroso stand con el que acechaba Morioh desde hace ya varios años.

En la mañana debía presentarse en la casa de Kira para registrarla. Tenían que encontrar una pista que diera con su posible nuevo paradero cuanto antes. Con algo mínimo para identificarlo le bastaba.

No tenía tiempo para distraerse...

Tomó aire, forzándose a centrarse en el presente, en el calor de la habitación, en la necesidad de encender el aire acondicionado, en que debía prender la luz, cerrar las cortinas, deshacerse de la alucinante figura que parecía acercarse cada vez más a su cuerpo. Debía comer, por más fuerte que fuera su inapetencia. Quizás beber un par de tragos para hacer su descanso más fácil y no pensar en cosas innecesarias.

Star platinum encendió la luz, ayudándolo a levantarse, secándole las lágrimas con uno de los pañuelos que ocultaba en su chaqueta. Intentó respirar más calmadamente, preguntándose por qué insistía en pretender fortaleza incluso en medio de la soledad de su habitación de hotel. Tal vez era porque podían atacarlo en cualquier momento, a lo mejor, el viejo lo llamaría para pedirle ayuda con Shizuka o simplemente Josuke podría llamarlo para preguntarle alguna tontería.

Suspiró su última señal de dolor, abriendo los ojos lentamente...

—¿Te sientes bien?

La voz de Kakyoin fluyó con calma por la habitación.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—El suficiente.

Miró el piso, cubriendo su rostro con la visera de su gorra, lidiando de esa forma con la abrumadora vergüenza que le producía haber sido descubierto en medio de un momento de debilidad. De todas las personas, él era a quien menos quería que lo viera así. Era la razón de sus problemas, era su dolor, su culpa, su ira y a la vez aquel amor imposible que nunca podría alcanzar.

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⏰ Última actualización: Oct 02, 2020 ⏰

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