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No estaba seguro de cómo había conseguido recorrer una distancia tan larga en mis condiciones; todo lo que sabía era que probablemente no llegaría mucho más lejos.

Ni siquiera un rayo de sol se había manifestado todavía detrás de los edificios cuando me topé con aquel sitio colosal y desolado, oculto en la penumbra aplastante del crepúsculo del amanecer. Dadas las altas horas de la madrugada, tampoco se podía oír ningún otro sonido aparte del de mis jadeos adoloridos y exhaustos; de modo que sólo la oscuridad, el olor a agua dulce y tierra húmeda del río que transcurría cerca y los susurros fríos del viento acompañaron todo mi difícil trayecto hacia lo que creía que sería la seguridad.

El lugar estaba sepultado entre los hierbajos altos de un terreno baldío, sucio y desierto, aledaño a uno de los puentes del rio que atravesaba la ciudad; aunque no estaba seguro de cual. No tuve que pensarlo demasiado antes de decidirme a entrar. Ese sitio sería mi salvación o bien mi tumba, y no podía ser demasiado exigente al respecto, pues mis extremidades ya habían cesado parcialmente de responderme y estaban teniendo serias dificultades para seguir el camino recto que yo les indicaba.

Dentro estaba completamente en penumbras, por lo que tuve que moverme a tientas por una de las paredes laterales hasta llegar a algún rincón en donde el frío acerbo del viento invernal ya no me alcanzara.

Me dejé caer con la espalda contra la misma pared por la que me había ayudado a avanzar. Mis piernas cedieron antes de que mi cabeza les hubiese dado la orden y me desplomé en el piso con más fuerza de la pretendida, con lo cual me resentí todos los músculos heridos, haciéndolos pulsar alrededor de los cortes abiertos que todavía sangraban profusamente.

Cerré los ojos con fuerza, buscando el consuelo de la oscuridad dentro de mis párpados cerrados intentando no pensar en el dolor excruciante, y dejé que todo mi cuerpo se destensara con una profunda y ardua exhalación.

No estaba seguro de que fuera mi peor momento, pero estaba definitivamente entre mis peores cinco. Sin embargo, había tenido fuerzas para llegar hasta allí. Incluso para buscar un buen sitio donde recostarme.

Decidí que no moriría. Tan simple con eso.

Aún tenía un largo camino que recorrer. Todavía no había cumplido con el propósito que me había llevado tan lejos —y de paso... a acabar en ese estado en primer lugar—, así que no podía morir.

Sólo dormiría todo lo que necesitara... y tras haber conseguido el descanso suficiente sería capaz de levantarme otra vez, como había hecho toda la vida.

Pero aquello no ocurrió.

***

Cuando abrí los ojos, una luz ambarina más propia del atardecer que del alba empezaba a filtrarse por la entrada.

Sentía todo el cuerpo agarrotado, pero ya no sangraba al menos, o no parecía que lo hiciera. Aun así, no fui capaz de levantarme. Sellé los párpados por otro instante. Uno quizás demasiado largo... pues sin pretenderlo me dormí nuevamente. Y esta vez soñé.

No supe cuánto tiempo estuve en ese tedioso limbo entre el sueño y la vigilia. A ratos volvía a abrir los ojos y veía ante mí el sitio desierto y en penumbras, tal y como lo recordaba antes de perder el conocimiento. Otras, el paisaje a mi alrededor se entremezclaba con las imágenes de mis sueños y el escenario cambiaba de formas imprecisas, o veía rostros.

El rostro más claro que vi fue precedido por una silueta a lo lejos, recortada contra una luz que venía de alguna parte y que no había visto al llegar.

La silueta era alta y delgada. Estaba inmóvil y parecía expectante. No podía ver su rostro, pero sentía sobre el mío su mirada fija; mas no podía distinguirla, y su ausencia me suscitaba escalofríos. Parpadeé varias veces, rogando porque aquel extraño delirio se disipase y me dejara en paz, permitiéndome despertar o bien dormir tranquilamente. Pero al abrirlos, la silueta estaba aún más cerca.

Re:H (HUNTERS)Where stories live. Discover now