¿Feliz día?

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Amaneció, 27 de noviembre, miércoles. Dylan no estaba en el sofá de la habitación, sólo unas sábanas sin acomodar, prontamente se levantó, realmente se sentía mal, resaca. Bajó a la sala, no había nadie, subió nuevamente y en la puerta frente a la habitación, el baño, había una nota: ¡Toma una ducha, el día te espera!
Claro era Dylan, sin más, lo hizo, el agua caliente empañó el espejo; encorvada envolviendo su cabello en una toalla, elevó la mirada al espejo, este decía: "aún debes esperar"
Morgan no reaccionó, pensó Dylan, pero claro su amigo no estaba ahí, sólo retrocedió lento, analizando el mensaje, hasta chocar con el estante y creándose un pequeño rasguño en la espalda, salió lo más rápido que le permitieron sus piernas impotentes. Al llegar a la habitación algo agitada, buscó algo en el closet, todo por supuesto pertenecía a Dylan, bajó la mirada, había una caja con un empapelado de lunares de colores, lo coge y abre, un obsequio: ropa. Ya vestida con un suéter de color blanco, jeans negros y botines negros, se mira en el espejo de la habitación, algo desubicada se cepilla el cabello. Ya habría perdido una hora de clase pero estaba bien, que más daba, bajando a la cocina, coge una pera y sobre la barra había una pequeña caja de madera con un moño de color blanco; la abre, es un lindo brazalete de color hueso, rosa y gris con adornos: un pincel, un corazón y un libro. Lo apreció detenidamente y lo usó, saliendo de casa se dirigió al teatro del instituto, Ana debería estar ensayando con el resto, sabía que algo le esperaba y no era bueno.

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Dylan, sentado frente a la batalla que era su examen de álgebra, no podía contar, pensar, nada totalmente. -En cinco minutos cogeré el examen- advirtió el profesor, algo somnoliento parecido a Dylan en el hecho de que padecían insomnio.
Aún le faltaba una cuarta parte del examen, no pudo hablar, pensar, expresar nada sólo se nubló su vista mientras intentaba mover los labios cuando caía.
Dylan no era el único con estrés o ansiedad pero ya estaba yendo algo lejos, el ser estudiante vaya que era compulsivo, todos casi por completo tenían alguna droga en sus bolsillos y mochilas.
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- Ya ha despertado, puede entrar- le avisa la enfermera del instituto a Morgan.
Lo mira, recostado mirando el techo con las manos entrelazadas sobre su barriga. -¿Puedo entrar?- pregunta, sentándose en la esquina de la cama.

- Por lo visto si notaste tu obsequio- sonríe mientras se sienta al verla con el lindo suéter.

- Así es, fue muy lindo detalle, lo aprecio- sonríe, acercándose a él tocando su mano. Reaccionan y esta le pregunta - Pero, ¿qué ocurrió? ¿Cómo es que te desmayaste?

- Ya sabes el estrés..

- Sólo eso, claro.. - lo dice con aire de ironía

- ¿Qué haremos para celebrar tu cumpleaños pequeña?- sonríe aun más

- No hay mucho que hacer, está bien así, es sólo un día más..

-¿Un día más? Claro que no, tu hiciste bastante en mi cumpleaños y..

- Y no creo que puedas salir, aunque lo único que me agradaría sería caminar por ahí, después de eso, descansarás y yo regresaré con mi madre- aseguró

- De acuerdo, debes de ir a clases, ya perdiste la primer hora, estaré bien, nos veremos en un rato- vuelve a recostarse

- Bien, lo sé estarás bien, descansa... - sale de la habitación lentamente, asimilando que ocurrió ahí dentro.

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- ¿Cómo te sientes?- pregunta Morgan, mientras caminan hacia la cafetería

- Mejor, no he dormido, así que yo sólo comeré tarta- ríe

- Lo sé, deberé quitarte las anfetaminas
Dylan se detiene al ver la casona enorme a la mitad de la calle, blanca, descuidada y ventanas sucias.
- Recuerdo que tu madre venía aquí a cuidar a..

- Al anciano si claro, yo también, pero realmente odiaba estar aquí dentro

- ¿Por qué?

- Pues el anciano me aterraba y aun más su pariente, no se lo que era pero mencioné que supongo se liaba con mi madre.. Por desgracia- baja la mirada

- Si.. Bueno ambos no tuvimos una infancia muy alegre- pensativo- Me pregunto como será ahora, siempre jugaba contigo en el patio trasero- sonrió recordándolo - Quiero entrar, ¿ quisieras?

- Bah.. Vamos, pero, las puertas dudo que estén abiertas

- Habrá que intentar- sonríe animándola
Ya dentro, por medio de una ventana algo rota, observaron el interior de la casa, sucia, alguna rata o insecto muerto, madera, polvo, repugnante. Entrando más allá, Morgan sintió que el lugar le era más que familiar, se enteró de golpe que era tal y como en los sueños, mejor dicho pesadillas que comenzó a tener hasta hace unos días; encontró el pasillo de fotografías, excepto que no había fotografías, sólo el tapiz rasgado y al final la puerta, esa puerta negra, ¿qué había detrás?

- Morgan debemos irnos, apesta aquí dentro y es algo aterrador si lo piensas- sale por la ventana rota.
Un ruido en el piso de arriba la saca de sus pensamientos obligándola a salir al igual que Dylan.
Morgan caminaba pensativa, mientras Dylan hablaba y hablaba, no le molestaba pero no podía pensar en nada más que en lo que descubrió.

- Yo sólo un café negro por favor- le pide al mesero

- ¿Te encuentras bien Morgan?

- Sí sí - dubitativa - estoy bien- esboza una leve sonrisa

-¿Morgan?- pregunta un joven. Le pareció reconocer esa voz, nuevamente era él, Daniel.

- ¡Daniel! - dice asombrada

- ¡Volvemos a coincidir aquí!- le saluda en la mejilla

- Sí.. Am, el es Dylan, mi mejor amigo- sonríe - Y Dylan el es Daniel, quien me hablaba sobre las becas - lo miraba con cautela.

- Estupendo, mucho gusto- le tiende la mano, firme y no tan vivaz.

- Bien, ¿yo no interrumpo algo?
Dylan tose, con mueca molesta, apretando la mandíbula, - Pues festejamos su cumpleaños, si nos disculpas...

- Aguarda, ¿cumples años hoy? - sonríe - ¡que alegría!- le da un abrazo

- Así es - dice sorprendida por el abrazo

- No imcomodaré más, me entusiasme, lo lamento, pero hay algo que quería decirte y no pude aquel día, me emociona, reconforta, alegra tanto que chicas cómo tu tengan valor por el arte y el hecho que lo hagas es maravilloso, no sucede a menudo, así que tenía que poder abrazarte- sonríe - paso a retirarme, un gusto Dylan; Morgan cuidate- se despide.

- Vaya- tose nuevamente - hemos perdido tiempo gracias al cretino, he perdido apetito, ¡cuanto entusiasmo!- se levanta

- No comprendo ¿qué hay de malo en ello?- dice confundida

- Nada, sólo bebe tu café- vuelve a sentarse - te llevaré a casa luego.

Así fue, no tan amena la charla, Dylan la deja frente a su casa, no se sentía nada bien ni mental o físicamente. La abraza - Feliz cumpleaños- le susurra - linda noche pequeña.
Ambos se retiran, sin decir más, sólo se cuestionaban en sus cabezas ¿qué ocurre?

Hospital de almas perdidas..Donde viven las historias. Descúbrelo ahora