La ciudad gris

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El avión salía todavía en la tarde, así que tenía la mañana entera para terminar con el favor que le debía a Freddy, del cual se ocupó con la meticulosidad que lo caracterizó desde antes incluso de la guerra en Los Santos. Además, con eso despejaba su mente de lo que había ocurrido con Carolina.

Cuando escuchó las palabras de la joven que tenía en sus brazos en esos instantes, se había sentido sacado de su presente durante unos segundos que se hicieron interminables, al menos así lo sintió él, pero para la rubia la situación era totalmente distinta, y aunque no se lo dijo, pudo sentirlo. Ella parecía no darse cuenta de lo que había dicho, pero frunció el ceño cuando observó el gesto de desconcierto de Conway.

- ¿Estás bien?- le preguntó ella, esbozando una sonrisa. Él la bajó despacio y le asintió lentamente. La ducha seguía encendida.

Carolina le había dado un beso cálido en el hombro y había salido de la ducha sin decir nada, pero se le notaba tranquila. Al menos eso aliviaba el peso que ahora llevaba: ella lo amaba, le había dicho que lo amaba, y él quedó callado sin saber qué responder. Porque su mente, simple y sencillamente, se había quedado en blanco.

¿No la amaba? Su mente tan solo hacía un eco a la misma pregunta, esa que se había formulado durante el transcurso de la mañana. Le recordaba mucho a la época de las regresiones, las cuales habían disminuido considerablemente desde que estaba con Carolina, pero la desagradable sensación del enorme vacío en sus pensamientos había vuelto, y no podía culparla a ella por eso. Tampoco podía culparse él, pero eso no lo salvaba de sentir que algo no iba bien.

La última y única mujer a la que le había dicho esas palabras, había muerto hacía más de veinte años.

Se sentó en el borde de la cama, con la cara escondida en las manos, con la pregunta haciendo eco en su mente cuando su móvil sonó, librándolo al menos de unos instantes de la repetición en la que se encontraba desde lo ocurrido: se confirmaba el pedido que le había hecho Freddy, con un documento enviado a su correo electrónico. En menos de cinco minutos, lo reenvió a Freddy tan solo con la frase "está hecho". Puso su teléfono sobre la cama, a su lado, con la pantalla boca abajo y suspiró.

- Joder, van a ser los días más largos de mi vida...- murmuró, con el rostro aún escondido en las manos.

* * *

Luego del almuerzo, solo quedaban unos últimos detalles y todo estaba listo para ir al Aeropuerto. Habían comido en silencio, pero Carolina seguía muy tranquila, y hasta contenta. "Pues claro, gilipollas, está yendo a ver a su familia luego de cinco años", pensó mientras terminaba de meter sus cosas en el equipaje de mano. Tan distraído, que no oyó cuando tocaron la puerta del departamento y Carolina fue a abrir.

- ¿Qué pasa, Perla?- preguntó Horacio entrando, a modo de saludo. Carolina abrió los brazos y lo estrechó en ellos mientras lo invitaba a pasar. Conway salió de la habitación, poniendo su pequeño maletín encima de las dos maletas grandes que estaban ya en la sala: una morada de Carolina y una negra de él.

- ¿Qué haces aquí?- le preguntó él, de mal genio. Carolina sacudió la cabeza con una sonrisa mientras ponía los ojos en blanco.

- Nos va a llevar al Aeropuerto, tranquilo- le respondió ella, tocándole suavemente el brazo. Él arqueó una ceja, pero no dijo nada. Carolina le sonrió a su amigo de cresta-. ¿Nos ayudas?

- Claro- le respondió él con una sonrisa. Llevó la maleta de ruedas de Carolina, encima de la cual había puesto su equipaje de mano y el de Conway, mientras que ella llevaba una cartera negra pequeña de su marca favorita, con el Superintendente detrás de ellos. Antes de cerrar la puerta del departamento, este último echó un ojo al mismo con un profundo suspiro. Cerró la puerta, con una sensación de lo desconocido que no había sentido en mucho tiempo.

Ya nada es GrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora