Capitulo 4

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Izuku miró nuevamente a su nuevo inquilino mientras metía la llave en la cerradura de la puerta de su hogar. Había conducido todo el camino echando furtivas miradas al hombre que iba en el asiento del copiloto, para su sorpresa, Katsuki se había mantenido totalmente callado desde que habían salido del aparcamiento, su cabeza había estado girada hacia la ventanilla con lo que solo podía suponer que había intentado ver algo a través de la tupida cortina de nieve que estaba cayendo.

El se había olvidado meter las cadenas en el coche pensando que todavía tendría tiempo para hacerlo a la mañana y había tenido que conducir todo el camino extremando las precauciones.

Su casa estaba a una media hora larga del pueblo, había sido la casa familiar de sus abuelos e incluso después de la muerte de sus padres cuando era niño, su abuela se había negado a abandonar la casa diciendo que no había lugar más saludable para criar a un niño.

Todavía la echaba de menos, sobre todo durante la navidad, ella había sido su pilar central,
una mujer extraordinaria con una fuerza y una pasión por la vida que había intentado inculcar a su nieto, hacía ya tres años que faltaba de su vida y todavía parecía que fuese ayer.
La cerradura cedió bajo su mano y empujó la puerta con un suspiro, nunca pensó que se alegraría tanto de estar en casa.

—Por fin — musitó entrando en el pequeño recibidor de la casa de dos plantas para dejar las llaves y la bufanda sobre una pequeña mesa a su izquierda. Izuku se volvió de nuevo hacia la puerta al ver que Katsuki permanecía de pie en el umbral mirando hacia arriba y a los lados—. ¿A qué estás esperando?

Katsuki intercambió una dudosa mirada con el, algo que sorprendió a Izuku.

—¿Qué ocurre? —preguntó frotándose las manos y entonces sonrió—. ¿Tengo que invitarte a entrar como a los vampiros?

El ángel caído vaciló durante unos breves instantes más y dio un paso adentro, entonces otro y otro hasta quedar al lado de el, la puerta se cerró a su espalda sin que la hubiese tocado siquiera.

Izuku se inclinó para mirar por uno de los costados del ángel y volvió a ponerse en pie, estirándose.

—Interesante ese truquito tuyo — aseguró antes de volverse, la puerta de entrada se abría casi de inmediato a una enorme habitación en la que se dividía la cocina, el salón comedor y un enorme y atrayente hogar de piedra.

Katsuki miró a su espalda antes de seguirlo. Lo había notado cuando se acercó al coche, pero era mucho más poderoso en la casa, sobre todo en el interior, su mirada recorrió lentamente cada recoveco intentando descubrir la firma de aquel trabajo pero se le escapaba continuamente. El pequeño humano, no estaba solo, la casa apestaba a la esencia de un ángel puro y a pesar de todo, podía asegurar que su pariente de alas blancas no había pasado mucho tiempo entre esas paredes.

Era cuando menos, perturbador.

— Como verás, no es muy grande — explicaba el chico arrastrando los pies hacia el mostrador en forma de barra americana que separaba la parte del salón, de la cocina—, en esta planta está la cocina, el salón y comedor y el único baño de la casa. El agua caliente sale de un tanque en la parte de atrás, así que, no la gastes toda, solo se rellena una vez al día y si hace mucho frío, oirás unos ruidos raros, eso son las cañerías.

Katsuki volvió la mirada hacia el, prestándole su atención.

—¿Quién más vive aquí? —le preguntó con voz suave, neutra.

Izuku entrecerró los ojos y los clavó en él.

— Quizás debiera añadir que no tengo jardín, así que no tendrás donde enterrar mis restos. —le aseguró con un leve encogimiento de hombros.

Cuando la Nieve se derrita [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora