S e g u n d a s R e a l i d a d e s

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—¡Valentina, despierta!

La castaña escuchó a lo lejos esa voz.

Lentamente, sacudieron su hombro. La castaña aún no abría los ojos. Estaba inquieta, sudorosa y con lo que parecían ser lágrimas deslizándose por sus mejillas. Cosa que, automáticamente, alarmó a la mujer que yacía a su lado con un rostro pálido y preocupado.

—¡No lo hagas, por favor!—gritó Valentina—. Todavía estás a tiempo. Todavía podemos, Juls...

—Valentina—la volvió a llamar. Esta vez, con más preocupación que antes, decidió arrojarle un vaso con agua que estaba a su lado. Sabía que la odiaría al despertar pero ya la estaba asustando sobre manera. 

La castaña al sentir lo frío del agua, gritó:

—¡Maldita sea!—abrió los ojos con rapidez.

Eva, quien estaba a su lado viéndola con una diminuta sonrisa, estalló en risas.

—¡Eva!—le gritó Valentina—. ¡Voy a matarte!

Ante la amenaza, y ver cómo Valentina tomaba en sus manos un almohadón, Eva sacudió la cabeza y salió huyendo de la habitación. Valentina severamente molesta la siguió en pasos muy apresurados.

—Esto no se va a quedar así—balbuceaba mientras bajaba las escaleras con rapidez—. ¡¿Dónde estás Eva?! ¡Ven a darme la cara, estúpida cobarde!—volvió a gritar. 

—¿Qué pasa, Val?—alguien preguntó.

La castaña se detuvo en seco.

Esa voz.

Giró sobre sus talones lentamente para encontrarse con una mirada marrón muy curiosa. Luego, la vio alzar la comisura de sus labios para darle una sonrisa genuina y amplia.

—¿Qué haces aquí?—preguntó sin pensar—. Quiero decir... creí que nos veríamos más tarde.

—¿Más tarde?—preguntaron de vuelta—. ¿Por qué traes la pijama puesta aún?

Valentina se vio instantáneamente y se sintió estúpida.

—¿Qué hora es?

—Las once y media—respondió.

La castaña abrió los ojos.

—¿Lo dices en serio?

—Por eso he venido. Pensé que había surgido algo de último momento y como no avisaste me preocupé y decidí venir—aclaró acercándose a ella—. ¿Está mal que haya venido?

—Sabes que no—dijo—. Me he quedado dormida.

Juliana le sonrió comprendiendo sus palabras.

—¿Por qué traes la ropa mojada?

Y lo recordó.

Valentina enfureció de nuevo.

—Eva me arrojó agua mientras dormía. ¡Mientras dormía!—chilló—. Juls...—la llamó.

—¿Si?

—Sujétame, voy a matarla.

Juliana abrió los ojos, y al ver a Valentina querer alejarse la tomó en sus brazos con fuerza.

—¡Suéltame, Juliana! ¡Voy a matarla!—gritó mientras Juliana la sostenía en sus brazos y la alzaba para pegarla más a su cuerpo. No pudo evitar reír. Cada vez que pisaba la casa de los Carvajal siempre había algo nuevo.

La semana pasada había sido otro caos. Valentina se había quedado encerrada en el baño y justo ese día los Carvajal decidieron salir y no regresar hasta por la noche. Fue otro día donde inevitablemente, plantó a la morena sin poder avisarle puesto que su teléfono móvil había quedado dentro de la habitación. Aunque para Valentina fue una experiencia traumática, para los otros Carvajal fue gracioso. Inclusive para la morena.

Di l e  Q u e  N o | JuliantinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora