Prólogo.

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Canute respiró hondo.

—No tienes que ir solo —insistió Thorkell con una extraña sonrisa.

No es que estuviera preocupado por la seguridad del rey, sino que si aquel pequeño hombre perdía el control, él podría tener un duelo.

—Tampoco puedo ir contigo... esto es algo que debo hacer solo.

Thorkell no siguió insistiendo al ver la expresión del rubio más bajo, se cruzó de brazos y estuvo expectante.

Canuto volvió a respirar hondo y dio la orden para abrir la celda. Avanzó lentamente dentro, agudizando la vista para ver al pequeño cuerpo confinado en una esquina de la pequeña y oscura habitación.

—¿Tho... Thorfinn? —forzó su voz a salir.

No recibió respuesta, ni siquiera un movimiento. Los nervios lo invadieron, tragó saliva y su labio inferior tembló levemente.

—Yo... no voy a disculparme... —soltó, cerrando un ojo de manera automática ante la idea de ser golpeado, pero nuevamente; ni una sola respuesta, suspiró —yo sé que te quite todo, te quite la razón que tenías para vivir...

El pequeño bulto se removió y el corazón del rey latió frenéticamente.

—Pero ¿Vas a rendirte? O... ¿O vas a venir por mí? —suelta, con toda la determinación que sus nervios le permiten.

Thorkell que escuchaba todo atentamente desde fuera, abrió mucho los ojos y se acercó aún más a la celda. 

Canuto se arrodilló, allí sobre el frío y sucio suelo de la prisión.

—Yo Canuto, Rey de Inglaterra, asesiné a Askeladd y tú ¿No harás nada? Como rey te concedo la opción de seguirme... —pudo apreciar los profundos ojos cafés conectándose con sus suyos y prosiguió—puedes volverte mi sombra, ir a donde yo vaya, protegerme de todo y todos y cuando quieras podrás matarme.

—¡Canuto tú...!

—¡Silencio! —hizo un ademán brusco con su mano derecha y Thorkell se calló enseguida —pero Thorfinn Karlsefni, te pido que no me mates por ahora, ya que con estas manos con las que asesine a aquel hombre que era tu vida, planeo crear un paraíso terrenal, donde el amor abunde y este al alcance de todos... un mundo sin sangre.

Nuevamente silencio, pero ahora era diferente, Canuto tenía la certeza de que Thorfinn se estaba pensando sus palabras.

—Así podré expiar mi pecado, ante ti Thorfinn... —aquellas palabras eran la ironía más hilarante de su vida.

¿Un rey que había asesinado a una sola persona, pedía reinvindicación ante los ojos de un mercenario? Increíble.

Pero Canuto sentía que era lo correcto.

—Te concedo el poder de matarme cuando quieras, cuando creas que he faltado a mi palabra y sea injusto; tú, Thorfinn, serás mi juez.

Silencio.

El bulto se removió un poco más y se alzó ante la vista del rey, estando de pie frente a él.

Canuto levantó la vista, impensable que un rey tenga que mirar por encima de su cabeza, los ojos avellana parecían arder en llamas y devorarlo, Canuto se sintió pequeño. 

Y por un momento pensó en su inminente muerte.

—Yo, Thorfinn, hijo de Thors... acepto. —extendió su mano derecha, mirando fijamente al rey— con mis propias manos te protegeré y cuando llegue el momento, encontrarás tu muerte por las mismas.

Su mirada ardía y le quemaba, no era el momento, pero Canuto se sintió extasiado por aquella voluntad y decisión del guerrero.

Se puso en pie y le dio la espalda, entonces notó como Thorkell se encontraba en posición de lucha, le restó importancia; seguro de que Thorfinn ya no le haría daño, por ahora.

—Tendrás una posición privilegiada, en mi espalda, protegiéndome o enterrando un cuchillo, como prefieras.

Y sin más que decir abandonó la sucia celda, siendo seguido por el pequeño hombre y dejando a Thorkell con la boca abierta.

Los días siguientes fueron turbulentos, pues la decisión del rey no parecía gustarle a su corte

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Los días siguientes fueron turbulentos, pues la decisión del rey no parecía gustarle a su corte.

Había cometido el mayor crimen y era merecedor de la pena capital, esa era la opinión popular, la decisión de Canuto ni siquiera era respalda por Thorkell.

Pero no le importaba.

Se sentía más seguro con Thorfinn que con cualquiera y no permitiría que nadie asesinara a aquel hombre hasta cumplir con su promesa.

Usando el poder de su corona, Canuto pudo seguir adelante con su decisión y así Thorfinn se volvió su sombra.

Ahora era habitual ver al rey con su guardaespalda real.

𝕰𝖗𝖌𝖎 [Thornute]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora