C-10 ¿¡Quién protege al protector de hombres!?

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 Cuando abrí los ojos me encontré en la habitación de un hospital, acostado sobre una camilla y con una bolsa de suero al lado mío

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Cuando abrí los ojos me encontré en la habitación de un hospital, acostado sobre una camilla y con una bolsa de suero al lado mío. Parpadeé varias veces para acostumbrarme a luz blanca del techo porque era cegadora, tan cegadora como la electricidad con las que peleaban los... ¿Cómo los llamaría? ¿Guerreros del zodiaco? El nombre me parecía correcto.

Los guerreros del zodiaco destruyeron mi casa, pensé y uno de ellos mató a la chica que escondí en el baúl del granero ¿Cómo le explicaría eso a la policía?

Papá estaba fuera de mi habitación, lo vi hablando en voz baja con el policía del pueblo como si no quisiera que los oídos desparramados por los corredores escucharan la verdad. Seguramente trataba de convencer al alguacil de que no había sido atacado por un extraño y que todas mis heridas solo eran producto de algún arranque de histeria desenfrenado que me dio cuando él me dejó solo en casa. Miré mis brazos vendados y sentí los puntos que me habían dado para cerrar la carne, eran muchos, jamás me había lastimado tanto en mi vida... ¡Es genial, me quedarán cicatrices! Pensé aún adormecido, pero inmediatamente recordé cómo me las había hecho y se me hizo un nudo en el estómago.

—Papá —lo llamé, pero mi voz salió más débil de lo planeado y me puse traté de ponerme de pie.

Mi casa se había vuelto loca, los aparatos cobraron vida antes de que el suelo se sacudiera y el suelo temblaba antes de que apareciera el agujero negro en el cielo. Todo era un patrón extraño que significaba que venían los caballeros a liárselas en mi patio. Todo el caos que había presenciado se sentía irreal en el hospital donde lo único que perturbaba la paz que compañía el aire era el constante zumbido de las luces.

—Papá —gemí acercándome a la puerta.

El policía fue el primero en notarme, me señaló para no interrumpir a mi padre que estaba de espaldas a mí. Volteó preocupado y me dijo que volviera a la cama, yo negué con mi cabeza, tenía que avisarle a la policía del asesinato y a mi padre de que ya no teníamos lugar al que volver.

—Hubo un asesinato —dije recuperando mis fuerzas—. Encontré el cuerpo en el patio, debajo del roble. Tiene que ir a buscarlo e investigar...

—Alexander, tranquilo —interrumpió mi papá cerrándome el camino para que volviera a la camilla como hacía con los caballos cuando estaban alterados y debía encerrarlos en el corral.

El policía y mi padre compartieron una mirada cómplice que decía "Se lo dije" chasqué mi lengua, ninguno me creía. Habían estado hablando de mí y no necesariamente bien.

—No —negué poniendo mis brazos como barrera—. No me trates como si estuviera loco.  

—Es todo parte de tu imaginación —insistió.

—Tienes que creerme, mira cómo quedaron mis brazos —protesté alterándome—. Ni siquiera dejas que te explique.

Me negaba a creer que fue todo producto de mi imaginación. Alguien tuvo que haber presenciado lo mismo que yo, visto la tormenta o sentido el temblor del suelo. Tal vez, sus vecinos.

El amor de mi padreWhere stories live. Discover now