Epílogo

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-Abuela, abuela, despierta...

-¡Lizzy! ¡Mi nieta favorita! ¿Qué hora es?

-Las cinco y media, abuela, casi es hora de cenar.

-¡Dios mío! Cada día hago siestas más largas... ¿Dónde está tu abuelo?

-Abajo, preparando la entrevista con los del New York Times. Quieren hacer una retrospectiva de toda su obra y está esparciendo dibujos por todo el jardín.

-Bien. Acompáñame, tengo que hablar con él...

Rose se mira en el espejo. Han pasado muchos años, pero sigue conservando una melena preciosa. Blanca, pero preciosa. Nunca se la recoge cuando está en casa: "Tu abuela es una vieja presumida." Lizzy se ríe mientras la ayuda a ponerse en pie y salen juntas al porche.

Es un día espléndido de primavera y Rose no se preocupa en ponerse las zapatillas antes de pisar la hierba y cruzar el jardín. Al fondo, entre montones de telas y papeles, un anciano vestido con gorra y tirantes murmura maldiciones sin quitarse la pipa de la boca.

-Si odias tanto hacer esto, no deberías aceptar entrevistas, Jack.

-Rose, cariño, me estoy haciendo viejo... ¿Qué tal tu siesta?

-He tenido otra vez el mismo sueño, Jack, he vuelto otra vez al Titanic.

-¿Volvías a bajar al fondo del mar con esos cacharros que vimos en la tele?

-Sí.

-¿Y tirabas otra vez el diamante al mar?

-Sí.

-Esa es la parte que más me gusta.

Rose sonríe. Es todo tan extraño... Desde que Jack y ella vieron por la televisión que habían encontrado los restos del Titanic, cada 14 de abril, la misma fecha en la que se hundió, tiene el mismo sueño. Lizzy también aparece en él. La acompaña hasta el barco que está investigando los restos del naufragio y ella les cuenta a todos la historia que allí vivió.

Todo es exacto, real, pero en el sueño es como si Jack hubiera muerto de verdad en las aguas heladas del Atlántico... Al final, sin embargo, ella vuelve a ser joven y Jack está de nuevo en el Titanic, esperándola. Justo al pie del reloj, como si el tiempo no hubiera pasado.

La primera vez que le contó el sueño, Jack no se sorprendió, como tampoco se sorprende ahora cada vez que el sueño se repite. Siempre idéntico, siempre el 14 de abril...

-Rose, ¿no lo entiendes? Lo importante no es que yo viva o muera en el sueño. Lo importante es que nuestro amor empezó allí...

-Y durará eternamente.

-Sí, Rose, durará eternamente. Tú y yo lo sabemos. Tu sueño es sólo una viso de que jamás nos separaremos... Moriremos siendo dos viejecitos adorables, calentitos en nuestra cama.

-Eso ya me lo dijiste una vez, Jack, pero olvidaste añadir que tu también estarías a mi lado. ¿Crees que cuando eso ocurra volveremos al Titanic?

Jack se encoge de hombres y la abraza. Tienen más de cien años y una vida de amor a sus espaldas, pero es como si el tiempo no hubiera pasado para ellos. Cada vez que la mira, vuelve a enamorarse como se enamoró aquella tarde en la cubierta del buque: locamente y sin remedio. No importa el tiempo que les quede ni a dónde irán después.

Los dos saben, desde el precioso instante en que se conocieron, que el amor que los unió es más fuerte que la muerte.

Los dos saben, desde el precioso instante en que se conocieron, que el amor que los unió es más fuerte que la muerte

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