Único

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Se acomodó la bata ligeramente sucia con restos de químicos nocivos y soltó un suspiro suave que denotaba el cansancio que lo estaba embargando desde hace unas semanas. 

Toda el día había estado de un lado para otro trabajando arduamente en varios experimentos o artículos, sin pequeños descansos de por medio, que le resultaran interesantes a su jefe o que creía que conseguirían bastantes ingresos a la compañía.

La primavera ya estaba avisando su fatídica llegada y eso le era molesto al científico. Después de todo, esa época del año era en la que más demanda había por diversos artículos y por lo tanto, era esa época la que más trabajo conllevaba.

Significaba, si encarnamos en una sola palabra las penurias que tenía que pasar; sufrimiento.

Se quitó los lentes y se frotó los ojos por debajo de la bolsa, intentando inútilmente de no caer dormido en ese mismo instante.

Sus ojos estaban cargando con unas bolsas terribles y con unas ojeras desalentadoras y deprimentes, siendo las consecuencias de dormir míseras y efímeras horas. Además de eso,  tenía constantes dolores casi insoportables de cabeza cuando algún experimento no tenía el resultado esperado. Y por otro lado, también estaba obligado a lidiar con una presión terrible por parte de su jefe para que los termine con una rapidez francamente inhumana.

Incluso se sentía más avergonzado de lo común de su apariencia desastrosa.

Últimamente todo era una mierda, siendo objetivo y realista. Más de lo que ya lo era.

Se apoyó sobre su escritorio y bufó con fuerza. Estaba irritado, agotado, sudado, hambriento y con un aspecto lamentable, pero tenía que seguir trabajando si no quería cardenales y rasguños decorando su piel, siendo estos una pequeña advertencia por parte de su superior ya recibidas anteriormente con bastante dolor. 

No le gustaría, de ninguna manera, conseguir nuevas "advertencias". 

Tomó un lápiz con una desgastada punta, y trazó bocetos flojos de un plano con cautela, cuidando de no cometer muchas equivocaciones, puesto que sería muy contraproducente y más siendo ya casi las 2 de la mañana.

Bostezo varias veces en el proceso, pero se sobrepuso a su sueño y siguió con su labor, o por lo menos antes de ser interrumpido por un ruido casi sordo e imperceptible provenir de la puerta de entrada a su laboratorio.

Parpadeo dos veces, para luego fruncir un poco el puente de su nariz, algo confundido y extrañado. Es decir, ¿quién carajos, en su sano juicio, estaría despierto a esas horas a parte de él?

Realmente primero pensó que era tan solo su imaginación jugándole una mala pasada o tal vez el resultado de la somnolencia que invadía su organismo, así que no le tomo demasiada importancia.

Lamentablemente, otro sonido más contundente hizo temblar la puerta y también a él por el susto, puesto que el ruido le resultó muy repentino.

—Dios, yo sólo quiero un momento de tranquilidad para continuar haciendo esta maldita cosa, pero ni eso puedo obtener.— formuló en un balbuceo que parecía el reclamo de un niño pequeño.— Me quiero meter un balazo en la nuca para terminar con este sufrimiento.

Dejó el lápiz y los planos a un lado de mala gana, y se dirigió hasta la puerta con los hombros encorvados y los pies arrastrándose, resignándose a abrir la puerta y ver la causa del alboroto.

A penas giró la perilla de la puerta y la abrió con fuerza y brusquedad, sus ojos se dirigieron a la pequeña caja de cartón envuelta por papel de regalo barato y un lacito rojo, que había volado hasta la pared por la brutalidad con la que había abierto la puerta, para luego caer dramáticamente en el gélido suelo casi rozando la punta de sus zapatos. 

Pastelillo [PaperHat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora