2012

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- Ponte una bufanda, Kei.

— Tú eres mi mundo.

- ¿Puedo?

- ¿Qué quieres Akaashi? Debo descansar.

- Somos los protagonistas del mundo.

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Segundo año de preparatoria, o mejor dicho para Akaashi Keiji, el infierno reencarnado.

No iba a negar ser un amante del estudio, más cuando se trataba de sus materias favoritas, pero no podía negar que una pequeña inquietud le traía que en la primer clase de literatura moderna la profesora en mal tercio porque algunos alumnos no pararán de gritar les había colocado un trabajo evaluador para la próxima semana, de un maldito libro de unas mil páginas.

Y como si fuera poco, su antigüo capitán no tuvo la mejor idea de condecorarlo tres semanas atras, en su despedida, como vice-capitán, alegando de su gran destreza jugando y coordinando al equipo, pero más que nada porque era el único capaz de controlar al excesivamente volátil nuevo capitán, quien no sólo lo era en la cancha, lo podía confirmar mientras a duras penas forzaba su vista para leer la página número 476 del libro un viernes por la noche.

— ¡Agaaashe por favor! - gritó Bokuto rodando por el suelo de su cuarto. — Estoy muy aburrido, salgamos a caminar.

— Bokuto-san, le he dicho que necesito terminar de estudiar, y por lo que me ha dicho Konoha-san usted también. - dijo señalando las hojas cargadas de ejercicios de matemática junto a él.

Bokuto bufó cruzando los brazos, se negaba rotundamente a volver a darle una chance a sus neuronas de comprender los logaritmos, y si Akaashi no fuese tan débil, le hubiese vuelto a repetir lo que debía hacer, pero lo era, y demasiado.

Pero como no serlo, en su afán de escapar de las tareas Bokuto se escapó una hora antes a darse una ducha, con la excusa de que seguía cansado del entrenamiento y ahí se encontraba, con el cabello caído en su rostro mezclando las hebras grises y negras en anchas ondulaciones, los ojos decaídos con un brillo de cansancio y un puchero ya característico que representaba que estaba disconforme con lo que se le pedía.

Había una sola manera de lograr que tocará las hojas sin alterar más a su mejor amigo, porque si, luego de un año de convivir cada segundo de sus vidas ya podían llamarse por ese título.

— Bokuto-san...

— ¡No lo haré Akaashi, aunque mi vida dependa de eso! - Masculló sobresaliendo más su labio, se fuerte Akaashi, se repitió en su cerebro.

— Si puedes realizar al menos el primer ejercicio para antes de las ocho, iremos a el pequeño restaurante frente al parque y te invitaré Okinawa soba, ¿Te parece?

No necesitó respuesta, porque rápidamente Bokuto se sentó a su lado y con lápiz en mano comenzó una lucha entre su calculadora científica y el buscador virtual que le daba explicaciones de como resolver el primer ejercicio.

Akaashi volvió a prender el reproductor musical y acercó su mirada a menos de diez centímetros de las aventuras de Don Quijote y Sancho Panza, tomando notas donde lo sentía necesario durante sus próximos cuarenta minutos de paz.

Le dolió cuando el ejercicio que había realizado con mucho esfuerzo, sudor y fallida gloria de Bokuto tenía errores en los signos, lo que terminaba llevándolo a un mal resultado, pero prefirió obviar la situación y cogió su abrigo del perchero, mañana le explicaría la regla básica de los mismos, tal vez por séptima vez en los últimos 12 meses, no podía romper la ilusión del mayor de comer fuera.

e g o í s m o | | b o k u a k aWo Geschichten leben. Entdecke jetzt