xii. The One Who Got Away

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act two. chapter twelve.
THE ONE WHO GOT AWAY

Cada día, a Maia le costaba más salir de su cama en la mañana. Sentía sus huesos pesados y a la vez débiles, su cabeza doliente, sus ojos asomándose con timidez detrás de unos párpados que luchaban por cerrarse. Sentía el dolor físico de algo destruyéndola de dentro hacia fuera. Algo que la atravesaba, le dolía y se asentaba en cada fibra de su cuerpo.

Era culpa lo que cargaba en su pecho, lo que se esparcía en su interior, quemándola como un ácido. Eran sus más profundos deseos, aquellos en los que no se atrevía ni a pensar, los que la lastimaban de verdad: ideas que se afloraban en su mente y allí morían. Cada día, se le hacía más difícil ignorar la vorágine de emociones se clavaba en sus agallas. El terror, la incertidumbre. No lograba identificar de donde salían aquellos sentimientos, no lograba vencer a la culpa que la atormentaba.

Trataba, con todas sus fuerzas, de vaciarse, de limpiarse, de pulirse. Pero como efecto contrario, se sentía cada día más sucia, más marchita, más débil. No podía ser como sus padres, no podía repetir sus mismos errores. No podía fallar. Pero estaba fallando. Demasiados secretos mal guardados, demasiados recuerdos viviendo en su cabeza, asechándola en sus sueños. La culpa. Nunca se perdonaría sus errores.

Nunca se perdonaría a si misma por la noche en la que Stefan se marchó de casa.

Verano 1993.

Maia, Draco y Stefan estaban parados, cada uno detrás de su respectiva silla, esperando que Lucius y Narcissa llegaran al comedor para poder iniciar con la comida.

El ambiente se sentía pesado. Las velas titilaban un poco en la lámpara de araña que pendía desde el techo. Sadie, la nueva elfina, estaba terminando de poner los cubiertos en la mesa. Hacía calor fuera, pero el frío se conservaba bien dentro de la Mansión. Demasiado bien.

Lucius y Narcissa estaban demorados. Era tan solo la primer noche en casa después de meses de colegio. No los veían desde Navidad. Sería impensable que cualquiera de los tres primos tardara tanto en llegar a la cena.

Los tres estaban callados. Maia por costumbre. Stefan y Draco mordiendo sus lenguas. Era extraño que hubieran estado un año completo peleando en Hogwarts para luego volver a comer en la misma mesa. Tan extraño que era imposible.

Draco vestía una camisa blanca y unos pantalones negros. Maia una túnica de suave y lujosa seda lila. Stefan, por otro lado, había elegido para aquella noche usar unos pantalones de jean azules, algo gastados, y un buzo de lana verde agua con una S tejida en el centro. Era claro que su elección de vestimenta había sido intencional. El contraste de su atuendo con el de sus primos era demasiado evidente. Era demasiado notoria la manera en la que quería diferenciarse de ellos.

Su evidente deseo de provocación cumplió su cometido y Draco no pudo mantenerse callado, rompiendo el silencio para decir lo que se notaba que estaba pensando hace varios minutos. "¿Qué se supone que tienes puesto?"

Stefan alzó las cejas, fingiendo sorpresa. Miró su atuendo hacia abajo, como si se hubiera olvidado de lo que vestía. "¿Este buzo tan lindo? Me lo hizo Molly, ¡oh, disculpa! La señora Weasley."

Maia solo suspiró mirando al techo. Sabía que se avecinaba una discusión y que no podía evitarla.

"Luces como un pobre." le dijo Draco.

A Maia le pareció que Stefan casi que sonrió antes de decir: "Pues ustedes dos lucen como dos imbéciles estirados." chasqueó la lengua, fingiendo pensar. "Pero... es lo que son ¿no?"

Moonlight / Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora