Risas, playa... y algo más

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Lily estaba expectante aquel viernes, metiendo ropa en su maleta como si fuera el fin del mundo. Yo tenía que volver a sacarla, doblarla o enrollarla y ordenarla nuevamente.

—No sé cómo lo haces —dijo Lily—. Creí que era una habilidad que solo tienen las madres.

—Lily, ni siquiera tengo novio, para ser madre me falta una eternidad.

—¿Y Matt?                   

Dejé caer la blusa que estaba doblando y la recogí con la cara ardiendo.

—No sé de qué hablas.

—Cristina, no me engañas. A ustedes dos solo les falta besarse y son una pareja. He dicho.

—Ni lo digas —algo se estremeció en mi interior y traté de decir cualquier cosa para alejar de su mente aquel pensamiento—. No tengo tiempo.

Lily me sacó la lengua.

—Es la excusa más patética que he escuchado en mi vida. Al menos admite que te gusta.

El señor Timblen se hizo un ovillo junto a ella y Lily le rascó detrás de las orejas. Mi mirada se perdió en las paredes. Matt se había mostrado un poco distante el miércoles, después de lo que pasó con Selene, pero recuperó. Sin embargo, había algo diferente en él, podía sentirlo. Algo en la forma en que me hablaba y me miraba en los últimos días me ponía nerviosa. Se lo mencioné a Lily una vez pero ella se limitó a encogerse de hombros.  «Te mira de la misma forma en la que siempre te ha mirado» respondió, aún concentrada en un problema de Matemáticas que no sabía cómo explicarle a Iván, que acababa de ir por otro sándwich.

—Tengo miedo Lily.

Ella asintió en silencio y siguió mimando al señor Timblen.

—Entiendo a qué te refieres, aunque sea algo que no puedas explicar claramente —dijo con la voz ausente—. Pero te gusta mucho ¿verdad?

Me lo había preguntado a mí misma hace unos días, después de que se peleara con Selene. Toda la noche estuve despierta, dando vueltas en la cama, reflexionando.

—Sí —confesé finalmente.

—Pero no es solo eso —continuó ella sin sorprenderse por mi declaración—, no es igual. Recuerdo perfectamente cuando estuviste con Aleix: lo mirabas a veces, reías tontamente, todo era tan normal. A veces eras un poco fría… aunque, claro, así eres tú. Pero no lo haces con Matt… si aplico los límites normales, nadie lo diría, pero lo intuyo. De alguna forma sé que estás enamorada de él, ¿tiene sentido?

—Ninguno, pero tu intuición es maravillosa.

Lily suspiró y alzó en vilo al señor Timblen. Lo puso sobre su regazo y le acarició el suave pelaje. Nos quedamos en silencio por varios minutos. Yo solo esperaba que ella dijera algo y me evitara pensar en Matt.

—Creo que no eres tú —dijo ella finalmente—: es Matt. Te lo dije el primer día, no es normal. No es normal incluso admitiendo que puede ser diferente. ¿Son imaginaciones mías?

—De las dos.

—¿Qué dice usted, Señor Timblen? —dijo ella alzando al gato para mirarlo a los ojos—. ¿Serán felices por siempre?

—Como si alguna vez se fuera a fijar en mí.

—¿Qué dices? —soltó Lily abrazando a su gato con fuerza—. ¡No te has fijado en cómo te mira cuando hablas! Es como si nada pudiera ser más interesante, como si de repente hubiera salido de la nada un reflector, el mundo se hubiera borrado y solo existieras tú —suspiró teatralmente—. Ya sé que vas a decir que estoy exagerando pero juro que es verdad —hizo una pausa para respirar y luego continuó más calmada pero con la misma fuerza en la mirada—. Por Dios, ya lo verás, tarde o temprano voy a estar alistando un vestido para tu boda.

La guerra del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora