31 de octubre

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Pequeño AU donde Harry

es rescatado de la casa de sus

tíos por Severus poco antes de

cumplir siete años de edad.

No ships.

Disfruten.

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Noche del 31 de octubre de 1987.

Harry es un niño normal de siete años, o al menos así parece a simple vista.

Harry es un niño de siete años, sí, pero para algunos podría ser... de todo menos normal.

Después de todo, Harry es un mago.

Cuando lo ves, es difícil pensar que esto pudiera ser cierto. Es un niño pequeño y delgado, quizá más de lo que sería saludable para su edad. Sus cabellos negros siempre desordenados podrían parecer consecuencia de estar frente a un niño revoltoso... aunque eso no es tan acertado. Pero de lejos, lo que nadie puede ignorar de Harry son sus hermosos y brillantes ojos verdes, siempre llenos de vida, aunque no siempre de emoción, ocultos tras unas gafas que hasta hacía poco siempre estaban pegadas con cinta para mantenerlas unidas.

Antes hubieras podido ver golpes en distintas partes de su cuerpo, ahora es imposible notarlo, pero hasta hacía unos meses, Harry vivió con sus tíos, personas que... no les gustaba la magia.

Y es que él no tiene padres para cuidarlo, porque hacía seis años atrás, un mago malvado, Lord Voldemort, los asesinó y dejó huérfano al pequeño bebé que, como única prueba de que alguna vez estuvo allí, tiene una cicatriz brillante en forma de rayo en su frente.

Ahora, ese pequeño niño de siete años, es famoso en el mundo mágico, conocido como "el-niño-que-vivió"... Así lo llaman, ignorando que celebran el que un infante perdió a una familia amorosa que no pudo conocer, cargando sobre hombros diminutos el peso del mundo.

Harry fue sacado de la casa de sus tíos gracias a Severus Snape, un amigo de su madre. Él no conoce todos los detalles de lo que pasó, pero está agradecido con el hombre que lo rescató.

Conoció Hogwarts poco después, el hombre que lo rescató era un profesor, después de todo, así que debía seguir asistiendo al colegio, y él también iba, aunque no como alumno, todavía no.

Pero esa noche en particular, Harry no tenía ganas de salir, por mucho que adorara ver los banquetes en el Gran Comedor y la emoción de los estudiantes. 

El mundo mágico no solo celebraba por Halloween o el Samhain, celebraba la caída del Señor Tenebroso.

Pero para Harry... solo era el día en el que se quedó huérfano.

Sus tíos le hicieron pensar que sus padres eran borrachos, por eso nunca le importó saber tampoco la fecha en la que fallecieron, lo supo igual, que fue una noche de Halloween, pero a él no le importó.

Luego, el profesor Snape le contó la verdad, y Harry dejó de odiar esa fecha, pero ahora le dolía.

Esa noche solo estaba sentado en la sala del profesor Snape en las mazmorras, estaba frente a la chimenea para guardar calor, tenía unos lápices de colores con los que estaba tratando de distraerse, aunque su mente en realidad estaba muy distante.

Severus Snape, por su parte, estaba acompañando al niño. 

Tuvo que confiarle a sus estudiantes a los otros maestros para poder cuidar el pequeño que, aunque generalmente aceptaba todo sin replicar, esta vez había pedido no salir de la sala, él en ese momento no lo entendió, pero aceptó que el niño se quedara, pensando que quizá se sentía intimidado por el ambiente festivo, Harry era muy tímido, por lo que era lógico pensar eso.

Por ello fue un golpe bastante duro el recibir la respuesta que consiguió cuando le preguntó si quería asistir al banquete.

Harry comenzó a rascar su cicatriz suavemente cuando le hizo la pregunta, consiguiendo confundir al maestro. Él no le dijo la fecha de muerte de sus padres, así que no lo relacionó al instante como hubiera hecho si hubiera tenido una conversación más completa aquella vez.

"Es Halloween", fue lo primero que dijo, frunció el ceño, era obvio, poro eso se hacía aquella celebración. "Es el día en el que papi y mami murieron", soltó después, abrazando sus piernas.

Severus quiso suspirar, lo hizo por lo bajo, agarrándose el puente de la nariz. 

El niño recordaba muy vagamente ese día, al menos de forma subconsciente, porque había soñado con la maldición asesina, eso le dijo... pero en ese momento había olvidado ese detalle, y era evidente que sus tíos le habían dicho en qué fecha ocurrió; no era raro que el chiquillo no quisiera ver un ambiente tan alegre cuando, para él, era el día en el que su vida cambió para siempre.

El corazón que creyó congelado se apretó en su pecho al escuchar un suave sollozo viniendo el pequeño bulto que se encontraba frente al fuego. 

No supo si lo que hizo a continuación estaba bien o no, pero llamó al niño para indicarle que se abrigara porque iban a salir, Harry no quería, pero como siempre, no replicó.

Nunca se arrepentiría que haberle hecho caso.

Acompañó al profesor Snape fuera del castillo, lejos del ambiente festivo del Gran Comedor, de las brillantes velas y en general, de todo.

Se aferró a él cuando le dijo que se aparecerían, no le gustaba mucho, pero al menos esa vez no se enfermó como la primera vez.

Encontró curioso que fueran a un pequeño pueblo, Harry no lo conocía, pero le resultaba familiar. 

Severus lo guió hasta un pequeño cementerio, aunque al comienzo el niño no entendió lo que harían ahí, la pregunta se disipó tan pronto como llegaron a una lápida en específico.

"El último enemigo que será derrotado es la muerte". 

Harry leyó la inscripción que estaba junto al nombre de sus padres, realmente no lo entendía, no sabía porqué la muerte era lo último que había que vencer; pero tampoco se preocupó por ello, no en esos momentos.

Severus solo observó en silencio como el pequeño niño se alejaba de su lado para arrodillarse delante de la lápida, sacando con sus manos los restos de polvo para poder leer mejor las inscripciones. 

Escuchó en silencio los sollozos del infante, respetando el momento íntimo y los pensamientos que seguramente llenaban la mente de un chiquillo que por primera vez estaba visitando a sus padres fallecidos.

Harry, aunque llorando, agradeció infinitamente al profesor por llevarlo a ver a sus padres, tomándose la molestia de mostrarle lo que nadie más le mostró nunca, preocupándose por él, y por lo que sentía en ese día. 

El profesor Snape también transfiguró unas flores, le dijo que eran lirios, la flores que llevaban el nombre de su madre. Harry las puso con cuidado sobre la lápida, secando sus ojos con cuidado para apartar los restos de lágrimas.

Solo llegó a escuchar del profesor que le decía a sus padres que "tenían un buen hijo", no escuchó ni las disculpas, ni los lamentos que estaban en la mente del maestro, y aunque las hubiera oído, no hubiera dicho nada al respecto.

Ambos se despidieron de las lápidas, alejándose una vez más del pequeño cementerio para volver al colegio. 

Harry pensaba que había sido afortunado, y aunque le doliera, estaba feliz, había visto a sus padres una vez más... incluso si para el profesor solo sería una expresión; él estaba contento de haber visto el reflejo de lo que fue una pareja sonriente que agradecía su visita. 

"Mamá, papá... gracias, nos veremos luego".

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