34.- Aprende la lección y olvida a la maestra.

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ALBA

Me fui de allí de nuevo desanimada. De nuevo me había rebajado para saber qué tal estaba, para saber si aquella impresionante mujer seguía allí, para saber si podríamos volver a lo de antes, y ella había vuelto a subir el muro. No volvería a hacerlo. Esa no era yo, jamás me había arrastrado así por nadie, y no iba a empezar ahora, por mucha atracción que sintiese hacia ella.

Estaba decidido y ahora sí iba a ser definitivo, no me reconocía y tenía que volver a ser quien era, aquella chica feliz, con ganas de vivir de disfrutar de las cosas bonitas que trae la vida y que sabía digerir con extrema facilidad los palos que devolvía de vez en cuando. No me reconocía, pero me iba a volver a encontrar, así que me daría esta noche para analizar cómo volver a ser yo, una noche de lectura, calma y paz y al día siguiente, a reinventarse.

Llegué a mi habitación, y allí, desparramados por camas, sillas y suelo, estaban todos mis compañeros, hablando de lo ocurrido esa noche y esperándome para ver si la bronca había sido muy fuerte.

Cuando entré y los vi mirándome en silencio esperando una sentencia, les sonreí.

- Todo en orden, chicos. Todo está bien, no os preocupéis, si no os importa, yo me voy a acostar, estoy cansada y mañana tengo que hacer el informe de lo de hoy para Natalia y no tengo ganas de más broncas. No os importa, ¿verdad?

- Claro que no - respondió Julia mirándome con ternura.

Se miraron unos a otros algo extrañados, pero se fueron levantando de sus sitios para marcharse de mi habitación. María también se levantó para irse con ellos.

- ¿Tú también te vas, Mari? - le pregunté extrañada, porque me apetecía charlar un rato con ella antes de dormir.

- Sí, es que quiero que Sabela me enseñe una cosa, pero vuelvo enseguida.

- Vale - respondí dirigiéndome al servicio para darme una ducha.

Me metí en la cama en cuanto salí de la ducha y casi sin darme cuenta, me quedé dormida. No sé cuánto tiempo había transcurrido desde aquel momento, pero unas voces susurradas, me despertaron.

- ¿Esto? ¿Estás segura?

- Yo que sé, tío, es la ropa que tiene en el armario, pues será esto.

- Pero es que esto es demasiado chillón, va a ir dando la nota.

- Ay, yo que sé, búscale un pantalón blanco o algo así y déjale la camiseta rosa esta.

- Joder, se podía haber ocupado María de esto, yo no sé qué coño elegirle.

Abrí los ojos y me encontré a Sabela y a Damion hurgando mi armario y varias prendas de ropa sobre la cama de María.

- ¿Qué hacéis? - Les pregunté incorporándome.

- Elegirte ropa para salir - respondió Sabela sin mirarme mientras sacaba un pantalón blanco de su percha.

- Yo estoy aquí para ayudarla, pero no tengo ni puta idea de elegir ropa - añadió Damion que me miraba tímidamente.

- ¿Salir? ¿Salir cuándo, dónde? - les pregunté aún medio dormida.

- Ahora - respondió María que acaba de entrar por la puerta sigilosa como un ninja.

- ¿Pero de qué coño habláis? Es jueves, y yo no pienso salir de la cama - les aseguré tapándome con la sábana hasta la cabeza.

- Vamos que si vas a salir - escuché la voz de Carlos entrando en mi habitación.

* ¿Pero esto qué coño es, el camarote de los hermanos Marx? *

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